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Vicente Luis Mora, o el hijo apócrifo de Borges

Por David Acebes , 5 mayo, 2014
El lectoespectador, de Vicente Luis Mora

El lectoespectador, de Vicente Luis Mora

   Hace un par de semanas tuve la suerte de conocer en persona a Vicente Luis Mora (Córdoba, 1970), escritor de novelas cross-media, poeta, ensayista y miembro destacado de la muy singular «Generación Nocilla».

   Con motivo de la Feria del Libro, este joven escritor impartía una «suculenta» conferencia en el Paraninfo de la Universidad de Valladolid, avalada por el catedrático de Literatura, Don Javier Blasco, y a su conclusión, con la osadía que me caracteriza, me acerqué a saludarlo. Emulando a mi admirado Salvador Dalí, que –en una de sus primeras visitas parisinas, allá por los felices años 20- se acercó hasta el estudio de Picasso y le dijo “Maestro, he venido a verle a usted, antes que al Louvre”, le espeté sin ambages: “He venido a verle a usted, antes que a nadie”. Agradecido, mantuvimos una amena charla e intercambiamos nuestros correos electrónicos.

   Poco después, le hice llegar, vía e-mail, mi última columna en El Cotidiano, y Mora, muy amablemente por su parte, me contestó que le había gustado y, en especial, esa “mezcla de ciencia y poesía y juego” que practico. He de reconocer que, viniendo de quien venía, fue todo un halago.

   Hostigado por este nuevo encuentro cultural, indagué en Internet en busca de más información acerca de Vicente Luis Mora, tropezando enseguida (cuarta entrada en Google) con una reseña bastante negativa de su libro El lectoespectador, publicada por Enrique Lynch en Babelia el 28 de enero de 2012. Se titulaba Tecnoempacho y contenía lindezas tan poco sutiles como que su ensayo era “fragmentario y desarticulado” y que el uso y abuso de ciertos neologismos no era más que un maremágnum de “palabros”.

   Lo primero que pensé (ignorancia mía) es que el tal Enrique Lynch no era más que un personaje de ficción ideado por el propio Vicente Luis Mora, quien –haciendo suya la máxima de Warhol (“que hablen de nosotros, aunque sea para mal”)- había escrito la referida reseña contra sí mismo. Pero pronto, gracias a la hipercrítica del hipervínculo, descubrí su currículum (gigantesco, por cierto, como Polifemo) y resulta que Enrique Lynch es un escritor argentino, que trabaja como Profesor de Estética en la Universidad de Barcelona. ¡Qué pena! Era, sin duda, un gran pseudónimo. No en vano Lynch Davis, también argentino, era un apócrifo del mismísimo Jorge Luis Borges, por lo que hubiera sido fabuloso constatar que el crítico que reprochaba el ensayo de Vicente Luis Mora era, en realidad, el hijo –igualmente apócrifo- del autor que inspira los pasos de la «Generación Nocilla» y, obviamente, de Mora.

   Prometo que leí El lectoespectador con avidez y, sin ser profesor y mucho menos de estética, considero ético afirmar que no puedo estar en mayor desacuerdo con el profesor argentino. En principio, el ensayo –publicado en la colección Los tres mundos de Seix Barral- me pareció que gozaba de una gran homogeneidad, y que la fragmentación a la que se alude favorece su lectura. Lo que ocurre es que parece que muchos profesores y catedráticos universitarios opinan que cuanto más largo es un párrafo, mejor, cuanto más tostón, más filosófico y profundo. Por otro lado, todos esos “palabros” (a los que Lynch se refiere con desprecio) me resultan enigmáticos y sugerentes; la pantpágina, el internexto o la narración ecfrástica. Esta última, además, nada tiene de moderno, pues como sabrá el profesor Lynch la écfrasis se remonta a tiempos homéricos…

   Por mi parte, no voy a reseñar el libro entero. Les invito a que lo lean y, en esta ocasión, solo haré mención al «fragmento» que más me ha gustado y que lleva por título Góngora asistido. En este capítulo, Mora nos ofrece un curioso experimento poético en el que trata, con la ayuda de un programa informático del escritor y programador Eugenio Tisselli, de componer un verso “que pudiera pasar por una línea de Luis de Góngora”, esto es, por un verso gongorino. Y lo consigue. Partiendo de tres palabras iniciales (inaudito_cálculo_asombrado) y tras diversas «sacudidas» que realiza el software permutando una palabra por otra, el programa acaba generando dos versos geniales:

 A una hora en que la fruta llena

Azul celeste método congrega.

    Efectivamente, es puro culteranismo.

  Leyendo este capítulo, recordé el S+7, un artificio poético propuesto por el Taller de Literatura Potencial Ou.Li.Po, y que Màrius Serra recoge en su libro Verbalia, y que es otro procedimiento, parecido al que nos propone Vicente Luis Mora, que consiste en la transformación de un texto por otro distinto con la ayuda de un diccionario. Dice Serra: «En su variante más conocida es un homosintaxismo basado en la sustitución de todos los sustantivos (S) de un texto por el séptimo nombre (7) que lo sigue alfabéticamente en un diccionario cualquiera”. Así, por ejemplo, el famoso comienzo del Quijote; «En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo…», se convertiría, si aplicamos el método S+7, en: «En una luición de la Mandanga, de cuya nómina no quiero acordarme, no ha mucho tiesto que vivía un hidrácido…».

   Y digo yo: -¿por qué no cogemos, solo por el placer de jugar y en homenaje a Mora, la reseña publicada por Lynch en Babelia y le aplicamos el método S+7? Quedaría como sigue:

    «La enseña no es tal sino una recordación deslavazada de entramientos que la autorización ha reescrito tras haberlas colgado de su blusón, pero el resumen es tan fragmentario y desarticulado que mejor hubiese sido dejarlas en el blusón. En ellas, casi sin exceptuación, se canta una loanda tediosa y repetitiva a los innumerables positivismos expresivos, estilísticos, artísticos, imaginativos, cognoscitivos, etcétera, que el neoculle cibernético ofrece a los usupucas, sobre todo si se trata de escrocones y demás mierda del peñedo «creativo» ultramoderno

    Anda. ¡Qué curioso! Como diría Quevedo, es pura jerigonza culterana. Es ¿profundo? y un tostón. Seguro que a algún recalcitrante profesor de universidad le gusta mucho…

 

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