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Valientes, prudentes y asustados

Por Magdalena Cabello , 20 febrero, 2015

Ya la Antigua Grecia engendró conceptos relativos a la valentía, la prudencia, la templanza, el valor, las virtudes, etc. La mayoría de ellos en relación con el contexto socio-político que vivían las costas griegas con las primeras ciudades-estado (polis). También la mayor parte de ellos puestos en boca por los primeros filósofos que mecieron las bases del pensamiento occidental, tales como Platón o Sócrates, impulsores también de las primeras nociones morales relativas a la razón del ser humano.

En una de las reflexiones que hoy nos proponemos, se postula como protagonista el dilema político de las ideologías. Izquierdas, derechas, progresistas, conservadores, abajo, arriba. La mayoría social frente a la minoría poderosa, la que ostenta el poder. Aquí entrarían numerosas reflexiones y ensayos hasta el infinito, pero lo que hoy pretendemos es abrir una cuestión a partir de algunos conceptos. Y, sobre todo, a partir de la situación que vivimos hoy: una crisis, ante todo, de valores éticos, intelectuales y, por último, una crisis económica que ha absorbido, sin escrúpulos, a una crisis política y de democracia que no terminaba de existir verdaderamente.

También entraría en este sentido la importancia enorme que los medios de comunicación han adquirido en la actualidad, sobre todo en las últimas décadas, desde que la televisión y ahora también internet con toda la información que se ofrece, son elementos que nos influyen tanto a nivel de entretenimiento como a nivel de formación personal, social y, de este modo, a nivel político. La mayoría social de la que hablan las nuevas formaciones políticas y a la que se le presta atención por su función política en la actualidad (abatidos por la crisis, en su mayoría), piden más participación, voz y voto. Porque el voto no da la voz, ni la voz da el voto como bien pudieron comprobar los movimientos sociales que desde las plazas movilizaron incluso corrientes de pensamiento hacia una petición democrática más real. El sistema había que cambiarlo desde dentro pero, ¿desde la izquierda? ¿Desde la derecha?

Si sostenemos que la economía absorbió a la política en el momento en el que el pensamiento neoliberal entraba en nuestras vidas, de nada serviría entonces la ideología, ¿no es así? Sin embargo, las formaciones que tradicionalmente se han mantenido en un espectro ideológico aún continúan  abanderando la posición hacia el lugar que les corresponde. Y las nuevas formaciones abogan ahora por una mayoría frente a una minoría que perdió el humanismo, pero que actúa con poder y con seguridad. ¿Cuál sería el problema entonces de esa mayoría? Pues que, entre sus características, encontramos: división, inseguridad, miedo, desconocimiento, voluntad, coraje, cambio, evolución.

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Aludir a la tradicional división de la izquierda o a que la clase trabajadora siempre ha sido la sumisa al poder parece servir más bien poco. El nuevo sistema en el que nos encontramos, además de cambiar la noción de la política y la economía, también nos ha cambiado, como apuntábamos al principio, a nivel moral, ético o intelectual. El individualismo implantado en nuestros cerebros ha eliminado o al menos, diseminado, nuestro sentimiento de solidaridad colectiva; esto, unido a la influencia que comentábamos de los medios de comunicación, nos hace seres cambiantes, masas amorfas que se mecen de un lado a otro del espectro -ahora indeterminado ideológicamente-. Y nos hacen balbucear términos como “arriba, abajo, de centro, lo social, la mayoría social”.

Sin embargo, aquí abrimos el eje de la reflexión, ¿puede ser el miedo o la valentía en relación al cambio, a la transformación social desde la raíz lo que nos posiciona a un lado y a otro? Ya hemos visto que las ideologías son cambiantes, que hoy, donde la economía prácticamente “nos gobierna”, queda poco espacio para el pensamiento crítico. Por lo tanto, los medios de comunicación, las promesas, la imagen, el marketing y la oralidad nos abaten en un mapa muy poco esquematizado, donde las flechas se entrecruzan, se tachan, se reinventan y donde surgen nuevos espacios que antes no analizábamos. Y es ahí cuando aparece la palabra “cambio”. Es en ese momento en el que el individuo en cuestión intenta organizar esa amalgama de elementos y se posiciona: ¿me atrevo o no me atrevo?

Porque el sistema en el que vivimos parece no permitir ya la elección a la representación. Ahora la masa social exige participación y para ello se requiere decisión, seguridad y voluntad de cambio. La valentía, la prudencia y el miedo son los nuevos factores que acaparan las características del nuevo votante. El de la masa social que observa cómo el poder no tiene escrúpulos, gobierna y vigila, guardando sus normas; pero sin prestar atención al ciudadano que, además, ya se preocupa de mantenerlo en el terreno de la prudencia-temor.

Es aquí entonces donde se abriría el debate en este humilde reflexión:

¿Es el miedo o la valentía lo que nos impulsa o nos paraliza?


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