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Una reclamación sin freno ni marcha atrás

Por Guillermina Royo-Villanova , 7 abril, 2014
herreros

Enrique Herreros

Suena el teléfono.

– ¿Guillermina?

– Hombre Enrique ¿Qué me cuentas?

– ¿Recuerdas el abrigo que te presté antes de irme de viaje?

– Si, dos años ha.

– Pues me paso esta tarde a recogerlo.

– ¿A recoger qué?

– El abrigo.

– ¡Ah no! En esta casa si te dejas algo tienes dos meses para recogerlo. Luego pasa a mi propiedad.

– ¡Qué cachonda!

– No, no, que hablo en serio.

– Mujer, es que era de mi padre y me gustaría que lo tuviera mi hijo.

– Bueno, pues en vez de tu hijo, lo tendrá el mío.

– ¿Pero lo utiliza tu hijo?

– No, porque le viene grande y lo hemos bajado al sótano.

– ¿No lo habrás vendido?

– Ya ni me acuerdo. Hala, ya me contarás tu viaje que tengo gente a comer a ver si se dejan algo.

 

Saquen sus propias conclusiones sobre la tal Guillermina; ahora, esto es lo que ha hecho el Ayuntamiento de Madrid con la obras que donó el hijo de Enrique Herreros a la Comunidad con la condición de ser expuestas en el Museo Municipal para poder compartir el legado de su padre con los madrileños. Y dirán ustedes ¿Pero si las donó…? Las donó con una cláusula que especificaba que en caso de no estar expuestas por más de 90 días, la obra sería devuelta a Enrique Herreros hijo, pues bien, los 35 dibujos y 15 aguafuertes llevan doce años en los sótanos. Ahora Enrique, que ha conservado la obra íntegra de su padre exige su devolución, pero ha llegado tarde, por lo que yo llamo la ley del sótano, el Ayuntamiento alega que los 50 cuadros ahora le pertenecen.  Esta ley del sótano tan extendida en España coincide en estos días con la rebaja del 21 al 10% del IVA en las entregas de objetos de arte y como dice la canción de Gatoperro, piensa mal y acertarás. ¿Estará el gobierno vendiendo nuestro patrimonio? ¿Volverán a subir el IVA en el arte cuando ya hayan hecho caja? Eso ya lo veremos, lo que no vemos son las obras del genial Enrique Herreros, una de las cabezas más visibles de La Otra Generación del 27, la de los humoristas, ese humor que nos permite reírnos de lo cómico y ridículo de la vida,  la civilización crea una gripe, el gobierno te mete el miedo, la farmacéutica te vende el remedio, el gobierno cobra, al fin y al cabo, sin la risa cobrarían con otra moneda. Pero el humorismo lucha, no se resigna, se revela contra todo esto, no se ríe socarrón desde su butaca; como buen activista es respuesta de una sociedad oprimida, no se doblega porque el último resquicio de lealtad moral está en uno mismo, aún sabiendo que en nada puede cambiar la necedad del mundo ese que sigue confiscando hasta las buenas intenciones. Anda que…

 

 

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