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Ultimamente, amarillo

Por Juliano Oscar Ortiz , 27 noviembre, 2014

“¡El color! Qué profundo y misterioso lenguaje, el lenguaje de los sueños”

Paul Gauguin (1848 – 1903), pintor.

Los diversos espacios políticos han ido apropiándose de ciertos colores para identificarse ante la ciudadanía. En Argentina, el color amarillo es el símbolo del Pro, el partido que lidera Mauricio Macri, la fuerza que desde la ciudad de Buenos Aires ha crecido en forma extraordinaria en el resto del país y que representa el cambio al modelo actual, mostrando una visión y un mensaje totalmente diferente al del gobierno nacional.

En los países europeos, el amarillo, al contrario que el rojo (izquierda), el verde (ecologistas) o el azul (derecha), se asocia a los partidos liberal-demócratas, es decir, partidos transversales (que no se encuadran en el espectro izquierda-centro-derecha) sino que tienen una ideología política liberal, en política económica y, al mismo tiempo, ligada a la defensa de los derechos civiles.

En España, en la mayoría de los casos se reduce a un único color corporativo y este suele coincidir con el tópico de asociar la tendencia ideológica a un tinte determinado (los partidos de izquierdas; el rojo, los de centro o de derechas; el azul).

Si bien en Argentina, el Pro nació como una propuesta de centro-derecha, hoy el mismo Macri, se aleja de ese mote un tanto gastado, para enfocar su idea política en la conjunción de pensamientos de distintos sectores. El amarillo que lo identifica, ha sido utilizado en movilizaciones sociales desde los primeros años de la historia; en el año 184 d. C. en China durante el reinado del emperador Ling de la dinastía Han, hubo un ejército que tomó su nombre de los pañuelos amarillos que los rebeldes llevaban en la cabeza, “La Rebelión de los Turbantes Amarillos”. Hoy, es referente en todo el mundo de movimientos sociales como por ejemplo; los Hermanos Musulmanes en Egipto; o al movimiento del 4% para educación en República Dominicana. Fue también el color protagonista de la Vía catalana, en España, la cadena humana de 400 km promovida por la asociación independentista Asamblea Nacional Catalana con el objetivo de reivindicar la independencia de Cataluña; las protestas contra la corrupción en Malasia; o los estudiantes activistas en Michigan, en los EEUU.

En Oriente y en Sudamérica el amarillo siempre fue considerado positivamente: en Asia desde la antigüedad está asociado al poder, a la riqueza y a la sabiduría, para los griegos es el color de Apolo que es el Dios de la luz, en China fue el color reservado al Emperador. El primer símbolo que nos trae es su analogía con la luz solar, del mediodía, convirtiéndose en un color que transmite alegría, energía, calor y actividad. Simboliza el camino recto, el curso de la acción ideal y noble que yace entre dos extremos.

Claro, presente, optimista… es, también, un color asociado a lo nuevo, al cambio. Su psicología es de vitalidad y energía. Muchos consideran este color como el color más intelectual y está asociado a la inteligencia. Estimula la creatividad y hace que se agudice la percepción y la reflexión, lo que da como resultado una mayor concentración y un pensamiento más resuelto.

Hoy, Argentina en un proceso de varios años, ve caer sus posibilidades de crecimiento y desarrollo en base a un relato que va desnudando su propuesta sin sustento, sus máscaras que no alcanzan a cubrir la inseguridad, la inflación, la corrupción y la intolerancia en el mensaje. Por eso es que los colores resultan una motivación, un estímulo para que los ciudadanos simbolicen la posibilidad del cambio y la esperanza.

En varias partes del mundo, el color amarillo llamó y está llamando a movilizarse, a participar, a unirse para crear otro espacio, proyectos con ideas nuevas, transformadoras. Una revolución sin agresiones ni enemigos, con valores positivos, magnéticos, innovadores. La comunicación política del Pro confía y toma para sí, un color que, con muchos nombres, multiplural y partícipe, ilumina los rincones de cada ciudad argentina. Es un color que construye, que une desde la imagen, desde la misma concepción cromática, un color que suma, que integra.

“El color es un medio para influir directamente en el alma”.

Wassily Kandinsky.

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