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Sueños mojados, sueños sin tiempo.

Por Yolanda Larrea Sánchez , 5 agosto, 2015

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Mueren cuatro inmigrantes que intentaban llegar a Ceuta a nado. Cuarenta inmigrantes mueren en naufragio en su camino a Italia. Rescatan a 32 inmigrantes de la patera localizada al sur de Gran Canaria. Más de 50 inmigrantes ahogados antes de llegar a Melilla. Al menos 15 personas perecen en aguas del Estrecho tras hundirse la patera. Naufraga una embarcación con al menos 150 inmigrantes cerca de Libia.

Uno, y otro y otro…Estos son solo algunos de los titulares que inundan día a día los medios de comunicación. Pasan sin hacer ruido, como si no se tratara de vidas o peor aún, como si esas vidas nunca hubiesen importado. Muchos, en una especie de resignificación de la teoría darwiniana pensarán que solo sobreviven los más adaptados al ambiente…europeo, claro. El Mediterráneo ha engullido ya a más de 2000 inmigrantes desde enero. Un genocidio desde el momento en el que se les dispara, se les tira con pelotas de goma, o simplemente se impide que lleguen a tierra. Una manada de perros sin futuro; Una plaga ante los ojos del mundo; Lo que todavía no saben algunos es que los perros son mejores que muchos de los que se hacen llamar personas. Se habla de evitar, nunca de ayudar. Criticamos todo cuando nunca nos falta de nada. Qué sería de nosotros si nuestro futuro, nuestras esperanzas, también fueran sueños mojados a bordo de una patera que claudica ante la pasividad del mundo.

El mar golpea con nuestra hipocresía y, sin ningún tipo de moratoria ni objeción, termina con su dignidad. A unos pocos metros, relamemos la nuestra: La espuma de la cerveza silencia todo lo que somos. A golpes de cotidianeidad socabamos lo inmoral de nuestro mundo, de nuestro medio mundo. Demasiado para nuestras psiques, y también para aquellos que tuvieron la desgracia de nacer y existir en el lugar violentado. Pensaba en la idioneidad de la fotografía que acompaña a estas líneas. Se captó en el año 2004. Hoy es el símbolo de todo un drama.Se trata de la mirada de realidad del fotoperiodista Juan Medina en las aguas de Fuerteventura; Demostrando que también hay otras Canarias más allá de nuestros tercios y los amigos, y los paseos sin tiempo por Corralejo. Pobre hombre sin tiempo.

La noche es densa y las nubes atesoran su destino. Nada. La costa está ahí, a unos pocos metros. Qué es eso. Se oyen disparos. Continúa nadando, no pares. Él se queda atrás. El llanto envuelve y destroza cada intento fallido de esquivar las embates de agua directos a la garganta. Lo demás, es quimera. Sus ojos. Esos ojos pestañean por última vez en esta tierra. La muerte congela su última visión, en la que el miedo ya ha corrompido todo. Al final, en España nada fue distinto. Trozos de carne oscura perfilan sueños mojados sobre la arena.

Corralejo despierta y la cerveza…la cerveza todavía sigue fría.


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