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Ser hombre, Ser mujer.

Por David Sánchez , 25 octubre, 2016

Consideremos el hecho de que nuestra identidad se construye, que se construye mediante nuestras prácticas y aprendizajes. Las mujeres no son femeninas por necesidad, aprenden a serlo vistiendo, comportándose, relacionándose con las demás personas mediante unos gestos y unas formas que han aprendido y siguen desarrollando a lo largo de su vida.

Hablar con suavidad, no alterarse, mantener un aspecto delicado y cuidado, son aspectos generalmente considerados como femeninos y por tanto asociados a las mujeres de forma intrínseca, aunque estos sean aspectos que se aprenden y se reproducen.

Lo mismo ocurre con la masculinidad, tener valor, ser fuerte, triunfador, son todos aspectos que asociamos a los hombres debido a que los consideramos como elementos de la masculinidad. Y al igual que ocurre en el caso de las mujeres estos aspectos  los vamos aprendiendo a lo largo de la vida, en películas, discursos, mediante toques de atención familiares, de las amistades, en la escuela, en la calle, en la literatura, en la ciencia… Se nos enseña que es ser femenina y que es ser masculino y vemos reflejadas estas enseñanzas en la realidad, las personas que conocemos se comportan así o al menos las mujeres se comportan de forma que se acercan más a lo que es ser femenina y los hombres a lo que es ser masculino, de esta manera, a lo largo del tiempo, interiorizamos esta realidad y nos comportamos de forma masculina si somos hombres y de forma femenina si somos mujeres.

¿Pero qué significa ser hombre y ser mujer? Hemos dicho que aprendemos a comportarnos de forma masculina y de forma femenina, pero esto son imitaciones y aprendizajes contingentes, son de una forma pero podrían ser de otra o incluso no ser como demuestran los estudios antropológicos y sociológicos. Nuestra identificación como ser hombre o ser mujer, nuestra  identidad, se construye mediante estas prácticas que interpretamos como femeninas o masculinas de forma que podemos identificar al otro y a nosotros mismos, el interior, el yo y el exterior, todo lo que no soy yo. Así es como se construye nuestra identidad, aunque estemos representando las actitudes de lo que se considera masculino o femenino, lo interpretamos como algo natural, ser hombre y ser mujer, algo que siempre ha sido así y siempre será así, de forma que cuando un hombre se comporta como un hombre es normal y está justificado y cuando una mujer se comporta como una mujer es normal y está justificado, aunque, como hemos visto, realmente no sea así. Es normal y está justificado desde el que una mujer, por ser mujer, quiera obligar al novio a ir de compras hasta que una mujer se quede en casa limpiando y cocinando, es normal y está justificado desde el que un hombre, por ser hombre, sienta siempre un deseo sexual irrefrenable hasta que un hombre sujete por la fuerza a una mujer contra su voluntad.

Esto es muy peligroso, hemos visto hace poco como un participante de Mujeres y Hombres y Viceversa argumentaba que: “Yo soy una persona, que si tú me das a entender una cosa y yo me acelero, luego no me digas ‘hasta aquí’, porque, sinceramente, yo ya no razono”. Esto lo decía para defenderse debido a que otra concursante se quejaba llorando de que durante una cita de las que realiza el programa él “quería la cita para algo más” y ella no lo consintió.

Aquí está el problema, vemos como un hombre puede perfectamente argumentar que pierde la racionalidad, por una cuestión en relación al irrefrenable deseo sexual y que esta pérdida de racionalidad justifica completamente que actúe según sus deseos aunque la mujer con quien desea realizarlos no esté de acuerdo. ¿Qué pensaríamos si una persona argumenta en un juicio que cuando ve a otra persona que le resulta atractiva y le hace gestos sugerentes pierde su racionalidad y por lo tanto no se controla y la viola? Probablemente nadie aceptaría este argumento como justificante de una violación. En este caso parece presentarse una situación similar pero que no ha llegado a concluirse y que ha salido en la televisión con la defensa de que un hombre ha perdido su racionalidad por el deseo sexual, esto solo es justificable si es normal que ocurra algo así, si es lo intrínsecamente necesario a la persona. En este caso, como hombre, el haber ignorado completamente a la mujer y haber tratado de usarla sexualmente se puede defender con una pérdida de la razón debido a que en los hombres se considera que esto es algo natural, normal, probablemente a una mujer le costaría mucho más defenderse con este mismo argumento.

Aquí todos y todas tenemos responsabilidad, los comportamientos y actitudes de cada persona tienen un efecto en sí misma y en los demás y si entre los hombres empezamos a mirarnos a nosotros mismos y nuestras formas y discursos y comenzamos a cambiarlos haremos más por el feminismo y por las mujeres que disertando sobre qué deben hacer o no hacer las mujeres por su liberación.

Por tanto tengamos cuidado, entendamos las posibilidades que nos brinda el hecho de construir nuestras identidades, entre ellas las de género, todos los horizontes que plantea y seamos capaces de controlar y erradicar esas prácticas, esas formas, esos discursos que construyen diferencias, que perpetúan la desigualdad y que pueden llegar a ser presentados en la televisión como defensa de una posible agresión sexual.

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