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Se vende la Mezquita de Córdoba por 30 euros

Por Antonio Rodríguez Jiménez , 4 febrero, 2014

La Mezquita de Córdoba es uno de los monumentos más populares de España y de los más singulares del mundo, declarada hace muchos años por la Unesco Patrimonio Universal de la Humanidad, y uno de los templos más bellos del planeta. Desde hace muchas décadas la Iglesia Católica, que administra el monumento, está empeñada en denominarlo Catedral de Córdoba, obviando que su valor no radica en que en el interior del recinto se construyó una catedral, sino que es la mezquita califal más esplendorosa del mundo. Los cordobeses nunca le hemos dado excesiva importancia a la abundancia de celo de la Iglesia y nos reíamos cuando aparecían los ribetes de integrismo exagerado de algún obispo o de alguna institución, pues veíamos que hasta cierto punto era normal que defendieran con uñas y dientes un bien que les deja al año más de 13 millones de euros, por cuyos ingresos no pagan ni IVA, ni IBI, ni tributo alguno, dada que la Iglesia Católica está exenta de pagar impuestos en España. Ni siquiera a eso se le ha dado importancia alguna. Se produjeron enfrentamientos históricos entre el Ayuntamiento de Julio Anguita y el Obispo, porque aquel alcalde de Córdoba fue el único capaz de sacarle los dientes al todopoderoso lobby eclesial. Pero bueno, tampoco se le daba importancia, como no se le daba a que la Junta de Andalucía se gastara muchos millones de euros en la restauración de interiores, mirhab, crucero de la Catedral, cubiertas, iluminación externa, torre, etcétera. Si bien, el Cabildo también ha invertido una parte de sus ganancias en otras obras, porque es fácil imaginarse que un monumento de esta envergadura vale muchísimo mantenerlo. Pero ha de quedar claro que ha sido la Junta de Andalucía la que ha invertido a fondo perdido lo que se ha convertido en esplendor de monumento ejemplar.

            Mucha gente no entendía cómo era la Junta la que invertía de los impuestos de los andaluces y cordobeses y la Iglesia se llevaba el cien por cien de  la explotación del monumento. Pero bueno, el alma del cordobés es generosa y lo entiende todo, pero ahora se ha encendido la mecha, el escándalo está servido. Hace unos días un profesor de Derecho Civil, Antonio Manuel Rodríguez, dio una conferencia ante un centenar de personas titulada Mezquita-Catedral de Córdoba: un paradigma en peligro, donde anunció lo siguiente: “La Mezquita de Córdoba será propiedad ‘eterna’ de la Iglesia en 2016”. El premio es millonario. Córdoba que aspiraba a ser Capital Europea de la Cultura en 2016 –objetivo que no consiguió, tras desarrollar un trabajo inmenso, y sí San Sebastián, por cuestiones obviamente políticas— se encontrará con la recompensa de perder la Mezquita, que será propiedad del Vaticano, como todo lo de la Iglesia. El citado profesor  lo explicó así en su conferencia. En 2006 el Obispado de Córdoba la inscribió en el Registro de la Propiedad sirviéndose de dos artículos de la Ley Hipotecaria de Franco. La Mezquita de Córdoba fue construida entre los años 780 y 785 por Abderramán I. Doce siglos después, el 2 de marzo de 2006, la Iglesia Católica inscribió el inmueble a su nombre en el registro de la propiedad número cuatro de Córdoba (tomo 2381, libro 155, folio 198). El trámite costó apenas 30 euros. Tal apropiación fue posible gracias a que José María Aznar cambió la Ley Hipotecaria en 1998 para permitir –siguiendo una ley franquista– a la Iglesia apropiarse de edificios de dominio público, aunque sean patrimonio de todos los españoles: basta con que el señor obispo de fe y certifique que pertenecen a la Iglesia, sin necesidad de notario. La otra parte del chollo es que disponer de un edificio de 23.400 metros en pleno centro de Córdoba le sale gratis a la Iglesia: no paga el IBI y tampoco se ocupa de los gastos de conservación (para eso está la Junta de Andalucía). La primera gasta y guarda, la segunda paga. Así de fácil.

Ahora bien, esta pertenencia pública podría recuperarse si la Junta de Andalucía reclamara al Estado la titularidad pública del monumento registrado Patrimonio de la Humanidad con la denominación “mezquita” que la Iglesia esconde de la nomenclatura institucional del monumento. Este procedimiento que ejecutó el Obispado cordobés ha llevado a cabo que la jerarquía eclesiástica se haya apropiado de miles de fincas en toda España.

            El abogado insiste en que es posible evocar el título de propiedad en los diez primeros años desde la inmatriculación del bien, de modo que a la Mezquita de Córdoba le faltan dos años, hasta 2016, para que sea propiedad eterna de la Iglesia Católica. Para ello –subrayaba el abogado— urge que una administración pública reclame la titularidad del monumento y que se modifiquen de una vez dos artículos legislativos, el 206 de la Ley Hipotecaria y el 304 del Reglamento que desarrolla el texto normativo de 1947. La Mezquita, pues, no debe ser propiedad de la Iglesia Católica, sino de los cordobeses, de los andaluces, de los españoles, de la Humanidad.

            Durante su conferencia en la Fundación Tres Culturas, el profesor Rodríguez manifestaba que para resolver este escándalo se debe, por un lado internacionalizar el conflicto y, por otro, que la ciudadanía local tome conciencia de la gravedad del asunto.

            Como decía al principio de este artículo, la Iglesia de Córdoba ha tratado de desvirtuar la realidad de una manera naif, ingenua, por lo que no se le concedió importancia. Le dio por eliminar del vocabulario la palabra mezquita en aras de subrayar catedral. Los vecinos del barrio de la Judería se burlaban de los “curas del Cabildo” y cuando abrían un negocio de souvenirs le ponían de nombre “mezquita” o cuando inauguraban una cafetería, bar, restaurante, tienda de cueros repujados, de ropa, etcétera. Todo, pues, era mezquita alrededor de la Mezquita menos para el clero, que se empeñaba en abolir la historia en base seguramente a que la mezquita se construyó sobre una basílica visigótica, San Vicente, pero a su vez docenas de las iglesias actuales cordobesas se construyeron sobre mezquitas. Qué más. Pero el gran monumento que puede verse cuando entramos en el templo es una maravillosa mezquita sin parangón en parte alguna del mundo. Luego, cuando avanzamos, se contempla un parche en el centro, que lo llaman catedral, que es bello también, y entre ambos monumentos (no hay que olvidar que para construir el bello parche tuvieron que destruir columnas y arcos de la mezquita, pero no deja de ser un añadido que complementa el valor y la tolerancia -a nivel teórico- de las religiones) conforman un espacio único. Quizás sea verdad que gracias a la Iglesia y a la construcción de la Catedral y de las menos agraciadas (estéticamente) capillas que esbozan el perímetro, se conservara la Mezquita y algunos bárbaros políticos y militares de la Derecha más reaccionaria de las diferentes épocas no las destruyeran. La Iglesia ha hecho mucho bien por la Mezquita –no cabe duda, como lo ha hecho el Ministerio de Cultura y posteriormente la Junta de Andalucía–, pero siempre será la Mezquita de Córdoba y jamás será conocida por la Catedral de Córdoba. Los folletos informativos dicen que el monumento que se visita es una catedral con una “intervención islámica” en su interior, cuando hasta un niño puede observar que es justamente lo contrario. Las rutas guiadas nocturnas, financiadas con dinero de la Junta de Andalucía, es decir, con dinero andaluz, se han convertido en auténticas catequesis amenizadas con música gregoriana. Es una barbaridad, cuando el 80 por ciento del espacio es mezquita y el 20 por ciento restante, una iglesia o catedral. La magia realmente de la visita está en el paseo bajo las columnas y arcos o cuando se contempla el mirhab. Se pierde el concepto de las religiones, se respira una paz universal. Todo el aire es espiritual. Hay bondad, amor, tolerancia. No existe catolicismo, ni islamismo, ni judaísmo, ni budismo. Hay algo en el ambiente que va más allá. Es vergonzante y humillante que entre un musulmán, intente rezar y lo levanten del suelo, y si insiste, que lo echen a la calle. No hay tolerancia. Esto debería estar penado. No vivimos en la edad media de otras religiones, sino en el siglo XXI. No creo que estas cosas las sepa el nuevo Papa Francisco. Tal como lo muestran, él no permitiría estas intolerancias.

            Ahora, pues, la urgencia es que la Junta de Andalucía se ponga en marcha y lo remedie y que el monumento vuelva al pueblo de Córdoba. Muchas personas e instituciones han pedido a lo largo de los años que se haga un patronato de la Mezquita de Córdoba y que los beneficios que genere el monumento reviertan en la ciudad, que sirvan de ayuda para mantener el monumento y para los más necesitados.

           

 

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