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¿Qué me pasa, doctor?

Por Salvador Gutiérrez Solís , 14 marzo, 2014

Hay quien piensa que el próximo Madrid-Barcelona marcará un nuevo tiempo, un cambio de ciclo, en el caso de que los blancos logren la victoria. Yo no, tengo la impresión de que en esta ocasión es un asunto menor. Por el contrario, un triunfo culé solo conseguiría retrasar lo que parece inevitable. Un placebo, unos gramos de paracetamol, para un equipo enfermo en su médula espinal, en su propia esencia

Hay quien mantiene que Guardiola escapó de la orgía cuando intuyó que se acababa la vaselina y que la fiesta estaba cerca del fin. Lo evidente, y más allá de los resultados, que son su salvavidas desde ya hace mucho tiempo, es que el actual juego del Barça no es el que un día fue. Que posiblemente no fuera tanto como en aquellos días se proclamó, y que esa sea una de las losas que ahora debe soportar este equipo.

Reconozco que admiré el gran Barcelona de Guardiola desde la conceptualidad, pero que nunca me emocionó. Lo veía sobre el césped y me sentía como ante ese libro, de frases perfectas, o ante ese cuadro, de trazos sublimes, que admiras por su indiscutible perfección, pero que no te consigue pellizcar. Mi concepción del fútbol es menos solar y más lunática, y por eso me emociona la poética del caos, la resurrección de la anarquía y la electricidad de una jugada de dos segundos. No me importa la cantidad, los tantos por ciento de posesión, busco el instante de magia.

Este Barcelona posee por avaricia pero no por dominación, se conjura jugada tras jugada a la repetición y se encomienda a un Messi que ha planificado su propia temporada, más pensando en Brasil que en Lisboa. Tras la anunciada marcha de Valdés, se ha sumado recientemente la de Puyol, una pieza esencial durante más de una década. ¿Bartra el recambio de la leyenda? El enfermo no ha encontrado el hospital más adecuado, tampoco el doctor que diseñe y dirija el tratamiento, tal vez porque se aferra a esos latidos de un corazón que ya no es el que un día fue.

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