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Psicópatas

Por José Luis Muñoz , 23 junio, 2015

PSICOPATAS 1Psicópatas siempre los ha habido. Quien asesina a su semejante no se pone en lugar de la víctima, y si además, se regodeo con su muerte, menos. La historia de la criminología está llena de esos monstruos insensibles que matan una y otra vez y se ensañan con los cuerpos de los desafortunados que se tropiezan en su camino. Son cazadores solitarios, depredadores silenciosos. Andrei Chikatilo, el carnicero de Rostov, llegó a asesinar y devorar a cincuenta y dos seres humanos, sobre todo niñas, con los que obtenía placer sexual en el momento de darles atroz muerte. Manuel Delgado Villegas, El Arropiero, un asesino en serie español, acabó con la vida de 48 personas y cuando se enteró que su marca era superada por un monstruo mexicano rogó que le dejaran en libertad para igualarlo. El sicario de la mafia Richard Kuklinski, el asesino del hielo, alardeaba de haber liquidado a doscientos tipos por encargo. Enfermos mentales. Sin duda. E irrecuperables para la sociedad.

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Hay sistemas políticos que sacan el psicópata que hay dentro. La Alemania de Hitler canalizó todos los bajos instintos de su pueblo hacia una víctima propiciatoria: el judío, y, por extensión, el gitano, el homosexual, el comunista, el eslavo. Hitler consiguió psicopatizar, perdonen el neologismo, a buena parte de su población que lo aplaudía creyéndose el mantra de la raza superior y que iban a dominar el mundo aplastando a todos los que no fueran arios. La historia nos ha ofrecido ejemplos parecidos, aunque nunca se ha superado la atrocidad del régimen nazi que tuvo tantos entusiastas y metódicos adeptos. Las orgias de sangre místico religiosa de los aztecas propiciaron que los conquistadores españoles acabaran haciéndose con México por el hartazgo de sus diezmados vecinos que eran sacrificados a miles en las pirámides. En Ruanda, medio país se empleó en liquidar y descuartizar al otro medio a golpe machete; la mitad de la población con las manos manchadas de sangre y culpables de los crímenes más espantosos; mataban, descuartizaban y violaban a sus víctimas porque no eran de los suyos. Millones de psicópatas. Poco civilizados. Como la Alemania de Hitler. ¿Esos sí eran civilizados? Y lo mismo en la Camboya de los kmer rojos, esa siniestra secta comunista que liquidó a la mitad de su población a golpe de pico y azada, el arma del campesinado, para empezar desde el cero absoluto.

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Los dirigentes psicópatas necesitan súbditos psicópatas y no les cuesta gran cosa encontrarlos en cuanto se abre la veda de la caza del hombre por el hombre y emerge el instinto depredador que tenemos muy escondido por siglos de civilización pero aflora con un chasquido de los dedos. El concepto de los nuestros que excluye a los otros. Como manadas.

A pocos pasos de Europa, al otro lado del Mediterráneo, se está formando un magma de psicópatas de considerables dimensiones y consecuencias impredecibles. A todos ellos les une una interpretación rigurosa del Corán y el delirio del expansionismo de su locura religiosa; les han inoculado el virus de la irracionalidad. Como una hidra del terror, esa internacional de asesinos se extiende por lo que era la antigua Mesopotamia, Irak y Siria, y también por Libia, y tiene muchos números para unificar la región bajo su califato del horror. La diferencia con otros fenómenos terroristas es que ya son un ejército de miles de matarifes, gozan de una buena economía, gracias al petróleo de los territorios conquistados y los secuestros, y se agencian los vehículos militares y armamento que dejan sus oponentes en su huida, made in USA. Les une, además del fanatismo, el gusto por la sangre vertida, y comparten rituales sacrificiales como decapitaciones masivas, crucifixiones de cristianos, lapidación de adúlteras o ahorcamiento de homosexuales en una regresión al oscurantismo de la Edad Media; destrozan obras de arte que han sobrevivido siglos de historia pero caen bajo la piqueta de estos bárbaros. A su lado, Irán es un país moderado y hasta Al Qaeda ha sido sobrepasado por ese Estado Islámico que predica la guerra santa y la vuelta al pasado, pero se sirve de la moderna tecnología con la que consigue más adeptos que con los imanes predicando en las mezquitas. Estudios psicológicos realizados sobre los componentes de ese ejército de sanguinarios yihadistas indican que buena parte de ellos son psicópatas a los que la religión y el califato les permiten dar rienda suelta a su instinto depredador, premiando sus fechorías con el paraíso. Los otros, a los que decapitan, son los que no son como ellos. Lo preocupante es el porcentaje de occidentales que se están incorporando a sus filas para poder cortar cabezas de seres humanos, el fenómeno de los conversos, que, para ser aceptados en el grupo, suelen ser los más sanguinarios. Asesinan en Irak, Siria o Libia los que, seguramente, acabarían asesinando en nuestro suelo.

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El Estado Islámico es como la hidra fascista o como los sectarios kmer rojos camboyanos: totalitarios. Para los totalitarios, llámense Adolfo Hitler, Stalin, Pol Pot o El Bagdadí, el individuo no existe, salvo ellos, y lo que importa es el grupo, la especie. La vida ajena está para quitarla, pero la propia tampoco vale mucho, y por eso se anudan los pantalones con cinturones de bombas y se explotan en los mercados.

Europa y Estados Unidos, responsables de esta situación por haber dinamitado Irak, Siria y Libia y haber convertido esos países dictatoriales, en los que reinaban sanguinarios sátrapas de los que sólo queda Asad, en estados fallidos, de los que huyen miles de personas en pateras que intentan cruzar el Mediterráneo y alcanzar nuestras costas, permanecen pasivos mientras esa mancha de maldad se extiende por Oriente Medio como tinta por el secante. Odio por principio el maniqueísmo, pero sí, el Estado Islámico es el mal, como el nazismo fue el mal absoluto.

La Internacional de psicópatas tiene siempre muchos adeptos y produce escalofríos que alguien, que puede ser tu vecino, te vea de pronto como su enemigo y piense en degollarte por eso. Están a nuestro alrededor, durmiendo, pero se están despertando y saliendo del huevo de la serpiente.

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