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Por un Pacto por la Educación en España.

Por Carlos Almira , 29 diciembre, 2015

Estos días asistimos con asombro, a las reuniones y declaraciones de nuestros políticos. Oímos hablar de “barones del PSOE” o de las “decisiones del señor Rajoy”, sin advertir acaso la incongruencia que supone este lenguaje, más propio de un régimen feudal o autocrático, que de una democracia parlamentaria avanzada. No sólo nos parece lógico que, quienes dicen representar a cada paso la voluntad de millones de españoles, expresada en las urnas, asuman como lo más natural del mundo, que debe ser precisamente una camarilla de señores y señoras, o incluso, un único líder político, quienes decidan sobre cuestiones tan fundamentales como la formación del nuevo gobierno de España. Ello por no hablar de los grupos de presión, asociaciones empresariales, lobyes, cancillerías y otras organizaciones europeas y mundiales, cuyos dirigentes nunca fueron elegidos democráticamente, pero cuya opinión (interesada y minoritaria) se considera fundamental a tales efectos.

Los medios de comunicación y, en general (parece) la opinión pública, acepta que la última palabra la tengan estos pocos, para quienes los muchos no somos más que una mera comparsa de la historia. En otros términos: asumimos como algo natural que el Estado y la política estén al servicio de una ínfima minoría de la sociedad, perdiendo con ello (si es que alguna vez lo tuvieron) su carácter público en pro de una privatización desvergonzada de la propia política (expresión de la Polis). A eso lo llamamos “democracia” o incluso “participación de la sociedad civil” en la toma de decisiones.
Algo ha debido fallar en nuestra educación, desde muy pequeños, cuando así aceptamos todas estas incongruencias. Nuestro propio sistema educativo aparece volcado exclusivamente a satisfacer las necesidades de esta «Sociedad Civil S.A». ¿Cuántos ingenieros, médicos o abogados podrá absorver y demandará el mercado de trabajo español y mundial, dentro de unos meses, de unos años? ¿Cuántos futuros y futuras peones, cocineros, albañiles, soldadores, puericultores, policías, soldados necesitaremos para satisfacerlo? ¿Qué deberán aprender nuestros niños y jóvenes para poder integrarse con éxito en este mercado de la sociedad global? ¿Y para ser buenos ciudadanos, europeos, qué valores (y sobre qué fundamentos racionales) deberemos inculcarles, siquiera de una forma transversal, a la vez que aprenden todo lo que esa economía global les demandará? La misma lógica con que se crían los caballos de carreras, los perros de presa, o los toros de lidia.
Si en vez de estas preguntas de fondo, nos hiciérmos otras como: ¿qué deberían aprender nuestros muchachos para realizarse como seres humanos, para desarrollar todo sus potencial artístico, científico, crítico, vital? ¿Qué tipo de saberes y destrezas deberíamos transmitirles para ponerlos en condiciones, algún día, de tomar las riendas de su vida entre sus solas manos, para poder así contribuir solidaria y democráticamente, a la construcción de un mundo más justo y mejor? ¿Qué asignaturas, métodos y recursos educativos debería poner en marcha una sociedad libre, no en vistas a las necesidades de los empleadores de hoy y de mañana, sino del bien de la humanidad, para formar a sus niños y a sus jóvenes hoy?
Creo que la respuesta debería incluir lo siguiente: desde la enseñanza primaria, los niños deberían, aparte del ejercicio y el juego del cuerpo (nadie sabe lo que es el cuerpo, decía Spinoza), adiestrarse y profundizar fundamentalmente, en tres campos: la Lógica; la Ética; y la Música.lógica
La Lógica les acostumbraría a no aceptar las palabras como cosas; les haría fuertes frente al fuerte; haría que rechinasen en sus oídos expresiones como “barones del PSOE”, “decisiones de Rajoy”, o “preocupación de las cancillerías europeas”. Todo ello mucho antes de profundizar y comprender qué realidades históricas y políticas se esconden tras esas expresiones. Ello sería así porque, al aprender la relación entre la forma correcta de expresarse y argumentar cualquier cosa, y aquello que se dice (el mero significado común y corriente de las palabras), advertirían enseguida, y rechazarían inmediatamente, todas las contradicciones y falacias que hoy aceptamos como naturales y verdaderas.
La Lógica los conduciría también a la Ética: ¿qué merece ser respetado en este mundo y qué debe ser motivo, como mucho, de una sonrisa de desprecio? Aprenderían que, pensar y argumentar bien, no sólo es algo difícil sino también, y sobre todo, algo meritorio. Pues quien se exige a sí mismo no deformar la realidad con las palabras, ya ha apostado por el bien y la verdad en sus relaciones con los otros.bach_6
En cuanto a la Música, los iría introduciendo en el vasto país de la armonía y la Belleza. En el sentir y el misterio del mundo. En el valor incalculable del momento presente. Les enseñaría el valor único e irrepetible de cada momento de su vida, algo que no puede comprarse ni venderse en ningún mercado, pero sí sentirse.
El día que nuestros niños y jóvenes sepan cazar al vuelo un buen argumento y una contradicción, y distinguirlos; el día que sepan afrontar un dilema ético de forma autónoma y crítica; el día que sientan la belleza y resuene en ellos, la felicidad del momento, sin olvidar nunca el cuerpo; ese día nuestros políticos y nuestros empleadores no sabrán qué hacer con ellos, y añorarán los viejos buenos tiempos en que lo absurdo, lo feo, lo arbitrario e inmoral, se aceptaban como algo natural. Cuando el presente y el futuro sólo se pensaban y diseñaban en función de ellos.

Empezará entonces la Historia de la Humanidad.


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