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Nada y la belleza

Por Rafa Caunedo , 30 octubre, 2014

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Cierra los ojos. Imagina que vas paseando por Venecia y hace sol. Imagina que estás en una de esas calles apartadas del tránsito turístico. De pronto, tras girar una esquina desgastada por el tiempo, encuentras una pequeña iglesia. Una mujer con un moño difícil pero elegante sale de ella bajando los escalones muy despacio para no encajar los tacones en las juntas. Camina un rato pegada a la fachada y desaparece. Imagina que te sientas en una terraza y pides un café a un camarero repeinado con brillantina, cercano a la jubilación y con un bigote trasnochado. Lleva un trapo blanco doblado sobre los botones dorados de la manga su chaquetilla. Con el café te pone una pasta. Siempre te ha gustado el olor a café. Imagina que no tienes prisa. Pasas el tiempo observando la fachada de un palacio lamido durante siglos por el agua del canal. Una mujer se asoma a una de sus terrazas; mira hacia un lado, mira hacia otro, y después te mira a ti. Te ve. Te observa. Te gusta que te mire y aguantas su mirada. De repente desaparece. Una góndola pasa bajo un pequeño puente; el gondolero se agacha. Un hombre con un dálmata se sienta en la mesa de al lado y desdobla un periódico. Hueles el tabaco de su pipa. Imagina que sacas tu libro y lees durante una hora. Estás en Venecia, hace sol, y todo es pura belleza.

¿Por qué hay personas que cuando están rodeadas de belleza sólo se fijan en la decadencia de algunos edificios, el mal olor de los canales, las mierdas de los perros y la basura acumulada en algunas esquinas?

Sé que este mundo no es perfecto, sé que incluso parece estar pudriéndose, pero me niego a que todo eso solape la belleza. Toda mi vida he sido un soñador y no me cuesta reconocer que no me interesan las inmundicias. Sé que vivimos rodeados de corruptos, de gentuza, pero me niego a que sean ellos los protagonistas de mi vida. No quiero que sean quienes dirijan mis conversaciones. Hay tantas cosas maravillosas sobre las que hablar que no tengo tiempo para pensar en ellos. Vivo en otro mundo, y el suyo no me interesa.

Nada.

 

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