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Mamá Rosa y La Gran Familia. La ceguera y lo intolerante

Por Andrés Expósito , 20 julio, 2014

Los niños no pueden ser desahuciados de la infancia.  No existe concepto alguno, ni justificable excusa, ni elocuente circunstancia, ni noción benefactora posible, que valide y de pie a ello.  Los niños deben revolcarse y untarse y embarrarse en el gozo, la esperanza, la fantasía y la imaginación que trae implícita la infancia.

Mamá Rosa creó La Gran Familia en referencia a la desazón, desapego y desidia que madres y padres proponían y sostenían: no querían a sus hijos, y se desvinculaban de una responsabilidad y actitud que la vida les había otorgado.  Y aunque esta primera locución  pueda ser correcta, heroica y magnánima, nada justifica ni perdona niños hacinados, conviviendo con ratas, chinches y excrementos, en habitaciones que más parecen habitáculos para animales, bajo rejas y seguridad extrema, que la paz y la dignidad en la que tendría la infancia que adormecer su estancia.

No dudo de que, como he insinuado en líneas anteriores, el principio de La Gran Familia, afrontará la realidad cruel y sanguinolenta que atentaba a una buena parte de los menores, y proporcionara un salvoconducto a otras posibilidades que no fueran la delincuencia callejera, pero en símil tesitura, no acepto, ni entiendo, ni nadie me va a convencer de nada contrario a la realidad actual, al desgajo y la desazón que ha quebrado con el paso de los años dicha heroicidad, convirtiéndose en un infierno indescriptible e inaceptable para los niños.  Por ello, en esa insípida e inteligible defensa de políticos, intelectuales, empresarios, y otros, a Mama Rosa y La Gran Familia, me asalta la incomprensión y el desatino de que, si no se trata, de continuar la defensa de algo que ellos mismos apoyaron y defendieron en su momento, no queriendo ahora retractarse, o por otro lado, la afinidad les ha traído la obcecación, no acabo por comprender su actitud, y es que si observan y atienden a idénticas imágenes y fotos que descubren mis ojos, la vomitiva impresión y la crítica más feroz tendría que asomar y pregonar en sus escritos, palabras y coloquios.  Y eso me desconcierta, y lo hace ante la ceguera rígida de todos ellos.  A veces desde fuera la visión es más sencilla, la mierda es mierda se vista o no de sustantivos y adjetivos hermosos y magnánimos, a veces hay que alejarse, salir de la obcecación y la palabrería y costumbrismo que contienen las cuatro paredes y los paisajes en que residimos, y una vez en la lejanía, atisbar el deterioro en que se ha convertido todo.

El tiempo tiende a deteriorar las cosas, bueno, el tiempo no, disculpen, el tiempo solo transcurre, es el ser humano el que se empeña, lo consigue y lo deteriora, para eso se ha erigido como la medida de todo.

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