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Los planes raros y Truman Capote

Por Pepe Moreno , 29 enero, 2015

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Planificar es tener claro que en momentos más o menos pretendidos van a suceder eventos específicos.  Es hacer un esfuerzo para organizar el futuro. Un futuro tan brumoso que lo único que deja que hagamos con él es la especulación más aleatoria.

Planificar también es tener un plan y tener un plan es borrar de un plumazo la improvisación a largo plazo. Teniendo un plan podemos relajar el medio plazo y centrar el impulso en conseguir las metas más cercanas. Y por supuesto, hay dos tipos de planes; los que salen bien y los que salen de otra manera. Los planes raros.

La tendencia de las marcas a trabajar en estrategias de newsjacking es la esencia de la planificación, porque cabe dentro de un gran plan (escuchar para actuar de manera coherente) y a la vez permite, casi exige,  ser flexible con la manera de contar las cosas en el presente más inmediato.

Los planes raros son los planes que terminan saliendo como se esperaba, pero usando vericuetos y atajos imposibles.

Los planes no raros, los planes enhebrados, son los que culminan como se esperaba y además, sin sorpresa alguna.

Un ejemplo de plan raro es la vida, la muerte, de Tenesse Williams, autor de fama y borracho fogoso. Tenesse tuvo un vida marcada por el dolor ajeno y por la manera de gestionar el suyo propio. Con éxito de ventas y con la crítica adulándole en cada restaurante, en cada estreno, no podía pedir más. Pero no era feliz porque no encontraba el amor, porque su hermana estaba inválida y porque en sus obras hablaba de sinceridad, de verdad y de víscera lingüística y él, a la vez, escondía su homosexualidad al gran mundo. Por fin encontró un amor de verdad, que le comprendía y hacia cosquillas en el intestino delgado. Pero este amor llamadoFrank Merlo murió de cáncer y Tenesse no pudó soportar la vida sin él. En un hotel de Nueva York, el Hilton por ejemplo, y supongo que nevando, porque era febrero y allí los febreros son de mucha nieve sucia y muchos suicidios amoroso, se quitó la vida. Tenía un plan para morir, beber en abundancia vino blanco, cosa que no le costaría mucho porque el alcohol era muy cercano a su vida  y una vez tuviera  el estómago lleno de licor, tomaría un frasco de pastillas y se iría suave como una vedette o como una viuda fastuosa.  Pero el plan, la planificación, no salió bien y al descorchar la primera botella de vino con los dientes, lleno ya de ira contra la vida que dejaba atrás, el corcho de la botella saltó juguetón y quedó atrapado en su garganta. Murió después de pelear contra el corcho y contra el plan que no iba cómo él deseaba. En algún momento, durante su agonía, con las manos en el cuello, pensaría que morir también era eso y que el plan al final había salido bien.

Un ejemplo de plan no tan raro. Truman Capote era muy ordenado, muy organizado y no dejaba nada al azar. Planificaba y tenía un plan para casi todo. Amantes, pañuelos o lágrimas eran fruto de un trabajo de arquitectura emocional diaria. Entre sus colegas era respetado y temido por eso. Alguien que tiene un plan tan claro y que además, cumple, es alguien que domina el destino. En otra época podría haber travestido su tenacidad de misticismo y haberse ganado la vida como hechicero de la tribu. En 1949 su amigo y también escritor Paul Bowles le preguntó si tenía en mente algún nuevo trabajo, si estaba preparando  nuevo material. Truman Capote le espetó, casi indignado, que no solo sabía cuál iba a ser su próximo libro, también cuales serían los siguientes, en los 20 años que iban de 1949 a 1969. Paul Bowles estupefacto no entendía como un escritor tenía en la cabeza las historias de los 20 años siguientes y quedó de piedra al comprobar, con el tránsito de la vida, como Truman iba publicando exactamente las mismas historias que ya tenía listas en su mente desde 1949, en el mismo orden y con la misma intensidad que esa noche (mejor imaginar que era de noche) le contó con un dejé de enfado.

Un plan es un plan, pero si sale mal, a veces también es un plan. Lo importante y una vez valoradas las dos historias, es que el plan tenga algo de intención y sobre todo, algo de estilo, porque los planes sin estilo, salgan bien o mal, apenas se recuerdan.  Planificar con estilo es la virtud de los memorables, que fracasaron por culpa de un tapón de corcho, pero sobrevivieron a su muerte.

The Doors – Moonlight Drive


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