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La tecnología hace gente baldía

Por Eduardo Zeind Palafox , 7 octubre, 2014

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La tecnología es sólo la vulgarización de la ciencia. Usar la tecnología es asunto peligroso cuando ignoramos cómo se ha hecho. Ortega advirtió que seríamos “niños mimados” por culpa de la tecnología, que nace de la unión de física, química, matemática o historia y método.

Los subterfugios con los que labora el físico, pensemos, son efectos de su ciencia, derivaciones de la física de su pueblo. Antes de seguir digamos que no hay una “física” absoluta, sino físicas alemanas, inglesas, mexicanas y brasileñas. Usando subterfugios, experimentando con ellos, la ciencia se expande. ¿Pero qué pasa cuando los derivados parecen ciencia? Confundimos causas y efectos.

Quien hace del accidente substancia, de la existencia esencia, quiero decir, de la forma lo más interesante del mundo, termina siendo objeto “esenciable”, materia de la forma a la que adula. He usado la palabra “esenciable” porque la he leído en un libro de Xavier Zubiri, al que actualmente estudio.

¿Qué diferencia hay entre lo “esenciado” y lo “esenciable”?  Lo “esenciado” nace con esencia, como el árbol, y a lo “esenciable” se le da una esencia, como a las máquinas.  El ser humano, por cierto, fatalmente es ser “esenciado” y “esenciable”. El árbol no hace esfuerzos para ser árbol, tiene la “esencia” arbórea desde que nace, virtud carente en el hombre, que no puede ser completamente hombre sin pujar y sufrir.

El hombre asimila la esencia de la “química” y de la “física” y se hace “físico”, “químico”, y frente a la tecnología se hace “técnico”. ¿Qué lograremos en el futuro siendo burdos “técnicos”? Ser, usando unas graciosas palabras cervantinas, “gente baldía”.

Leo “La otra historia de los Estados Unidos”, de H. Zinn, donde encontré que un tal reverendo Theodore Parker dijo que México es un “pueblo miserable; miserable en su origen, su historia y su personalidad”. He visto que los países que se llaman a sí mismos “desarrollados” se molestan ante la haraganería de los países “atrasados”, según ellos; he visto, además, que tachan de “salvajes” a los que no adoran la tecnología occidental, derivado de la ciencia occidental.

¿Por qué la ojeriza contra los pueblos que no quieren tecnificarse? Porque no quieren ser “esenciables”. Los pueblos rebeldes, los que sólo ven en la tecnología sajona baratijas, tienen sus propias definiciones del mundo y no necesitan otras. La química del bárbaro es alquimia para el civilizado y la ciencia política del civilizado es barbarie para el bárbaro.

Los pueblos que se llaman “civilizados”, además de crear “su” ciencia, han creado la ciencia política, que consiste en saber imponer opiniones. Según ellos sólo su ciencia física es capaz de penetrar el mundo. ¿Piensan igual los bárbaros? No. El mar de Inglaterra, que es un camino, está hecho de unos átomos determinados, y el mar cubano, que es un amigo, está hecho de otros.

Dussel escribió en su obra “Filosofía de la liberación” que “lo científico se reduce a lo fáctico natural”, que “lo fáctico natural se reduce por su parte a lo lógico o matemático” y que esto “se degrada en el más ingenuo pero gigantescamente peligroso cientificismo”. El cientificismo es la tecnología, que dijimos se deriva de la ciencia, convertida en ciencia, en supuesta esencia, en substancia capaz de esenciar.

Citaré dos ejemplos que mucha luz nos darán. Los iroqueses de Nueva York, cuenta Lévi-Strauss, para no terminar siendo pueblo “esenciable” transformaron el cientificismo de la enorme urbe en mero pretexto para demostrar su valor haciéndose portentosos constructores de puentes, y nada más, mientras que los Yir Yoront, del norte de Australia, por adoptar la instrumentación de metal ajena vieron difuminarse todo su sistema de jerarquías.

Los primeros salvaron su idiosincrasia porque vieron en la tecnología un frívolo accidente de su mundo y los segundos la perdieron porque vieron en ella un nuevo mundo. Yo, por tales razones, mantengo mi carácter veracruzano y evito ser “gente baldía”, cientificista, tecnócrata, repitiendo mucho dos versos del “Martín Fierro” que seguramente tendrán paralelo en la poesía de los iroqueses: “no hago nido en este suelo/ ande hay tanto que sufrir”.

Profesor Eduardo Zeind Palafox 

http://donpalafox.blogspot.mx/


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