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LA MOVIOLA VALIOSA: FORREST GUMP y CAMBALACHE.

Por Marta Alicia Fra Melián , 6 agosto, 2014

Estamos agobiados. Los telediarios nos abruman con sus noticias. La Humanidad sigue desangrándose, a pedazos y en filigrana. Nos estamos “pasando ya 10 pueblos” con las atrocidades que hacemos, donde sea y a toda hora. Nos movemos por “el fin justifica los medios” y estamos, literalmente, bastante desnortados. Hemos perdido “referencia” y “frecuencia”. El relativismo nos carcome, mordiendo en nosotros los vestigios de moralidad, sensatez y sentido común, dándonos lo mismo cualquier cosa. Vivimos un creciente y desgarrador apocalipsis y todo estalla en nuestras manos. Contemplamos, cada vez, un escenario más dantesco, enloquecido y diabólico. Estamos MUY enfermos. Sentimos tristeza, desolación y desgarro ante tamaño espectáculo. Por doquier se asoma la calavera del “apaga la luz y vámonos” y el “así nos luce el pelo”. “Criamos cuervos” que nos “arrancan los ojos” y “cosechamos tempestades” tras “sembrar tantos vientos”. Y un monstruo grande, de infinitas cabezas, extremidades y rostros, nos está pisando fuerte. Aniquilando, sobre todo, al débil e inocente. El querido lector dirá que esta “historieta” no es nueva, que la Historia es cíclica, que el Hombre tropieza siempre con lo mismo. Es decir: “no hay nada nuevo bajo el sol”. El tango Cambalache tiene razón. Y así es.
Aún así, algunos no nos resignamos. Somos ontológicamente rebeldes e irredentos frente a esto. Podemos decir “ya conozco el final de esta película”, pero queremos apostar siempre a nuevos guiones. ¡Más aún siendo ésta La Moviola Valiosa!… Apretados, acorralados y encorsetados por tanta sangría, hemos recurrido al Arte, y –puntualmente- al cine. ¡Necesitamos aire, oxígeno e ilusión! Escarbando, además de Cambalache, nos apareció –soplando las velas de sus 20 años- el film Forrest Gump. El destino nos arrojó esta “pluma”…

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Primero, aclaramos que: no somos simpatizantes de Tom Hanks, más bien al contrario. Esto podría dejarse para otra Moviola Valiosa. ¡Y daría para decir mucho! Tampoco somos ciegos ni fervientes admiradores de esta película, a la cual le cuestionamos MUCHAS cosas, y en la cual vemos MUCHAS “patas flojas”. Ayer y hoy. Hollywood es Hollywood. Y punto y aparte.
Se ha dicho y escrito “ríos” sobre este film. No lo “destriparemos”, sólo nos acercaremos a él en esta necesidad imperiosa que sentimos de “quijotizar” tanto cambalache. Por ello, solamente, nos detendremos en ciertos leif motivs y “atmósferas”.
No es sencillo abordar esta película, de la cual ni siquiera puede precisarse la identidad de su género. Es un film controvertido, “peligroso”, porque tiene “trampas” a la hora de abordarlo, ya sea en lo ideológico-político, en su revisionismo histórico, en cierto maniqueísmo, en su “edulcoración”, en su exacerbado americanismo, en el planteamiento de ciertos temas, grupos, personas y personajes, en la supervaloración de Tom Hanks e ignorancia-desprecio al valorar la de los EXCELENTES secundarios, sobre todo Robin Wright, Gary Sinise y Sally Field, e infinitos etcs más. Es como meternos en “camisa de once varas”. Estamos ante un film complejo, aunque aparentemente sencillo, e hipervalorado. Más aún teniendo en cuenta las películas entre los años 1993-1994 y también esos otros films, tan caros al sentir hollywoodense, de discapacitados, “heridos”, fracasados, perdedores, “resucitados”.
¿Por qué, entonces, ocuparnos de esto? Porque, más allá de su revulsivo, pseudo idílico y “empachante” americanismo, nos ofrece una bombona de universalidad. Buena para aplicarla en nuestro apesadumbrado ser, en medio de ¡tanto cambalache!
Charles Chaplin, el GENIO TOTAL, dijo: “Soy un traficante de la paz”. ¡Este inglés, pronunciando esta cuasi sentencia de muerte suya en el país campeón del belicismo y las marcadas diferencias! Espíritu de Quijote. No apto para mediocres, tibios, complacientes, resignados y vendidos. Mucho de ello es lo que rescatamos de Forrest Gump: ¿cómo sería este mundo si fuéramos como él o si conociésemos a alguien como él? Su esencia es su “idiotez”. Ella ofrece simplicidad, aparente, porque descubrimos que –siendo quijotesco- es complejamente simple o simplemente complejo. No deja de ser humano. Su madre sentencia así una verdad: “No eres distinto. Eres igual a todos los demás”, “no me importa lo que digan los demás”. Toda una defensa de la dignidad humana de los diferentes, sobre todo de ciertos diferentes. Y aquí ahondamos: ¿en qué consiste la normalidad, la cordura?, ¿lo “anormal”, lo “loco”, lo distinto, lo limitado, no tiene nada de cordura?, el “tonto” ¿es tan “tonto”? y los “normales” ¿son tan “normales”?, el “idiota” ¿no puede ser sabio, deja de ser humano?…
Nuestra sociedad estandariza autoritariamente, impone patrones, a todos. Sí o sí hay que “entrar en esos aros”. Por eso cae en la frialdad e indolencia ante ciertas situaciones humanas: discapacidades, diferencias o lo “fuera de lo normal”= común. Se imponen la competitividad, la ley del más fuerte y aguantador, la de la excelencia, la de los intereses, la de una cierta concepción de qué y quién es talentoso, la belleza “fuera” y no la estética e interior, la sofisticación, el status socio-económico, el éxito, el materialismo y consumismo, el escalar a cualquier precio, la productividad, el poder…Nos vende ideologías contradictorias, creencias ambiguas, estilos de vida… Así consideramos incompetentes y “menores” o “nadas” a quienes poseen dificultades físicas, psíquicas, intelectuales y/o mentales, por ínfimas que sean. No nos sirven los “con taras”, y no tenemos empacho hasta en eliminarlos. Nos volcamos sólo en los “completitos” y “normales”. El diferente y limitado no cabe. La Historia y la Literatura corroboran esto. Por eso siempre estalla lo que estalla. Ejemplos nos sobran, sino veamos la TV y nuestro mundo, nuestra “normal” sociedad. Vivimos con un currículum oculto que transmitimos generación tras generación. Debemos parar y reflexionar que, tras tanto que nos separa, hay “algo” esencial que nos une: somos personas humanas. TODAS con un enorme potencial por ese sólo hecho. Aquí está lo “quijotesco” de este film, porque plantea la posibilidad y el derecho de cualquier persona, según sea su “medida”, de realizarse siendo protagonista, apostando a otra “fuerza”, la de las buenas actitudes y los valores morales, en un proyecto de vida personal y social. Forrest Gump es Quijote porque su “idiotez” es su inteligencia, y ella se resume en ser inocente, transparente, bueno, “de una pieza”, puro, recto, noble, sencillo, desinteresado, desprejuiciado, leal, generoso, libre interiormente, desprendido, compasivo. Humano, más que muchos “normales”. En su “idiotez” sabe qué es lo esencial, lo intuye sensible, honda y agudamente, y lo vive siempre: el AMOR. Y, siendo “tonto”, atrae, arrastra, sin explicaciones intelectuales ni discursos, ni divagaciones racionales, ni afectaciones, ni imposturas. Nadie le cuestiona. Es legítimamente él mismo. Hay cierta autoridad moral que en nuestro mundo deberíamos recuperar, para ser cuerdos y evitar así tantos enredos, meandros, desastres y tragedias. Forrest es un niño, no un infantil. Su natural inocencia guía la rectitud de su corazón. Ningún otro interés le mueve. ¡Cuánto de todo lo que es nos convendría recordar y reflotar en nuestra torturada sociedad! Y no hablamos de platonismo, quimeras, fantasías, nirvanas, imposibles, sino, en definitiva, de volver a ser esencialmente humanos, de hallar la clave de la paz y felicidad en esas otras fortalezas, a las que –ciertamente- habrá que buscar, cuidar y acrecentar “remando a contracorriente”, para no sucumbir en una vorágine vertiginosa, enferma, demencial y criminal. La fuerza de la Bondad, que nos lleva a recuperar la “edad de la inocencia”, nos ayuda a cambiar el destino del mundo y sus lacras, con una sencilla sensatez demoledora. Las humildes Bondad e Inocencia, movidas por el Amor, operan como voz de la conciencia, enseñándonos a valorar las pequeñas y cotidianas cosas, quedándonos con lo realmente importante, que suele pasar desapercibido, sin deslumbrar con falso brillo, y con bastante silencio, en un mundo ensordecido por tanto ruido. “Lo esencial es invisible a los ojos”, ¿nos suena esto?… Se trata, entonces, de otra “arma” con otra “fuerza” que, en su ingenuidad, nos permite filtrarlo todo desde otra “mirada” muy distinta a la habitual y a la que nos imponen.
En el film hay dos temas que acompañan a Forrest y demás personajes: destino y la “pluma”. Lo fijado, lo que está “ahí”, lo previsible y previsto vs. lo factible, posible, imprevisible, que va y viene, un eterno fluir, como el correr y los pájaros. Dos caras de una misma moneda: la vida humana. Esa “caja de bombones” bien armadita y presentada, y que “no sabes qué puede tocarte”. El devenir existencial, en sus procesos, y debates. Con sus metas y desafíos. Hay que correr esta carrera, pero al “modo Forrest” , para cargar con nuestro propio destino y el de otros, yendo a donde debemos ir, estando donde-cuando-como y con quien debemos, para llenar la “medida” de nuestro “vaso”, haciendo un mundo más humano para todos. Historia humana y la bella magia del cine nos ofrecen un proyecto de vida potable para salir de tanta cloaca. Y en eso y por eso nos detuvimos en esta película esta vez. ¡A ver si nos animamos algo en tanta tristeza que tenemos y giramos nuestra brújula! Y, como siempre me dice alguien muy amado: “Sé buena. Pórtate bien”.

Hasta la próxima, amigos.

Marta Fra Melián.-

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