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La madurescencia

Por Rafa Caunedo , 19 diciembre, 2017

El otro día me emocioné escuchando Rachmaninov en el Auditorio Nacional. Qué le voy a hacer; soy así. Es incómodo querer aparentar normalidad cuando los ojos se empañan y son incapaces de controlar el lagrimeo. En mi afán por pasar inadvertido, tendí a llevarme el Kleenex a la cara como quien no quiere la cosa, pero aquella tarde la mirada sagaz y avispada de mi hija no dejó que aquello prosperara con naturalidad. ¿Por qué lloras?, me susurró. Le dije que a la salida se lo explicaba.

Ya fuera, después del sofocón emocional, tuve que justificarme ante ella. Le dije que la música me evoca recuerdos o me hace pensar en cosas que, simplemente, me emocionan. Era una respuesta parca, muy justita, lo sé, pero tampoco había que insistir en algo que ella no pudiera entender a su edad. ¿Y los recuerdos son tristes?, me dijo. Pues no, la verdad, no lo son, pero las alegrías también provocan emociones.

A mí no me pasa, me dijo después de reflexionar sobre la cuestión, eso debe ser de mayores.

Fue entonces que me dio por determinar el punto exacto donde dejé de ser joven: aquel en que Rachmaninov empezó a emocionarme.

Jamás me gustaron las etiquetas que encorsetan, pero a veces conviene saber lo que somos. Sí, soy mayor, para qué negarlo, lo soy desde hace tiempo, pero por desgracia tal calificativo lleva aparejado la rémora de los prejuicios. Hoy en día, ser joven es un valor per se, sin darnos cuenta de que lo que nos hace diferentes no es la edad, sino el talento. En la entrada de mi casa, en un lugar visible, aunque discreto, tengo escrita a lápiz una cita de Robertson Davies, que dice así: “Ahora estamos todos, hombres y mujeres, en pie de igualdad, pero las diferencias se establecen en función del talento. La única aristocracia auténtica la marca la genialidad”.

Los prejuicios son limitadores, coartadores y represores, de manera que esa genialidad se pone en duda solo por un número, un puñetero guarismo que marca la fecha de nacimiento en tu Documento Nacional de Identidad.

Muchos decimos que nos sentimos jóvenes, ¿pero eso qué significa? ¿Qué tengo que renunciar a llorar con Rachmaninov? ¿Qué tengo que estar a las siete de la mañana sentado en un banco en un parque compartiendo litrona? Todo pasa. Yo entiendo la juventud como la representación de las ganas, la pasión, el ímpetu por darlo todo para conseguir objetivos inmediatos. Visto así, yo aún mantengo eso, solo que además le añado experiencia, vida y mochila emocional. Y sensibilidad, eso que hace que las piernas te flaqueen ante un atardecer en el mar.

El otro día estuve hablando de todo esto con Alicia García, que coordina la plataforma www.somosmadurescentes.com y me gustó la propuesta. Su idea es dar voz y poner luz a uno de los colectivos más numerosos de la sociedad y que, sin embargo, pasa por momentos de cierto desprestigio. Somos muchos los que nos encontramos en la fase intermedia entre la edad adulta y la vejez, y que solo por eso pareciera que bajamos en el escalafón, cuando debería ser lo contrario. Es tarea de esta plataforma el romper con los mitos y los prejuicios; entre todos debemos mostrar nuestra capacidad para crear. Nos venden un mundo de anuncio, pero la publicidad es una cosa y la realidad otra muy diferente. El vínculo emocional también vende, y ese, es así, no conoce edades.

Me reconozco madurescente con plenos derechos para vivir, disfrutar, trabajar, viajar, enseñar, educar… CREAR. La verdadera diferencia la da esa capacidad para innovar, regenerar y, por qué no, reconvertirse o reinventarse. No renunciamos a ello. Tener expectativas no es un coto privado. Estamos en la mejor edad para vivir y transmitir. Contamos con esa calma reflexiva que nos hace valorar las cosas con perspectiva, sabiendo en cada momento el orden definitivo de las prioridades. Es así, y por mucho que lo niegues, te pasará.

Soy madurescente y estoy en el mejor momento de mi vida, aunque llore con Rachmaninov y me guste pasear despacio con las manos en los bolsillos.

Para más información: http://www.somosmadurescentes.com


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