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La impronta de lo virtual

Por Silvia Pato , 17 septiembre, 2014

Después de leer el resumen de este año del Monográfico del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) «Jóvenes y comunicación: la impronta de lo virtual», es inevitable la reflexión.

El objeto del estudio reside en analizar los efectos que el uso de las tecnologías y de las redes sociales tienen sobre los jóvenes entre 16 y 26 años. Así, nos encontramos una realidad extrapolable a cualquier franja de edad, aunque tenga mayor incidencia sobre aquellos que todavía se están desarrollando. Cabe tener en cuenta este último matiz, por más que la sociedad de consumo se empeñe en tratar a los jóvenes como mujeres y hombres adultos completamente formados; un error que genera una confusión y unos problemas en las relaciones que salpican todas las facetas de la vida. No ignoremos que los últimos estudios psicológicos afirman que, en la actualidad, la adolescencia se está prolongando hasta los 25 años.

Cuando leemos el informe, nos encontramos con una dicotomía. Más de un setenta por ciento de los encuestados consideran que, gracias al mundo virtual, es más fácil hacer nuevas amistades, pero ese mismo porcentaje también opina que su uso provoca que la gente se aísle más. Por otro lado, resulta preocupante el hecho de que consideren normal la pérdida de intimidad, justificándolo con el simple motivo de que lo hace todo el mundo; un pensamiento adolescente que todos hemos sufrido y que se consolida en el tiempo, a través de las redes, de forma alarmante.

Lo cierto es que el imperio de lo fácil del que hablábamos hace unas semanas en estas líneas y la comodidad de tener todo a golpe de ratón termina provocando el efecto contrario. Cada vez es más complicado mantener relaciones personales, íntimas, honestas y comprometidas, sean del tipo que sean, por la interferencia constante de nuestro yo online, así como la gestión que cada cual hace del mismo.

Mientra la personalidad digital crece y se establece en función de los otros, alimentando vanidades de todo tipo, el yo offline no es otra cosa que quien verdaderamente somos, a solas, sin visiones edulcoradas, sin autofotos, con nuestros problemas cotidianos, los días de malhumor, las virtudes, los defectos, las facturas, las risas, los abrazos, los llantos, los malentendidos, los reencuentros y todas las sensaciones químicas que genera nuestro cerebro cuando interactuamos físicamente con alguien.

social-media-400854_640Si pensamos en el mundo digital y aquel en el que hay que dar la cara, tendremos que reconocer que la vida real no es tan fácil. Como resultado, cuanto menos tiempo pasen los jóvenes en ella, más difícil será aprender a gestionarla.

La comunicación no verbal sigue dándonos una serie de mensajes que necesitamos, y a este ritmo muchos jóvenes ni siquiera serán capaces de interpretarlos, ya no digamos de empatizar con su interlocutor, si han crecido sin tener experiencia en ello; un problema que también puede aparecer en cualquier adulto que se vea aislado por el uso de las redes y su propia forma de vida.

Es mucho más fácil pedir perdón por un wasap que decirlo en voz alta mirando a los ojos del agraviado, pero no hay duda de que el valor de este último gesto siempre será mayor y más beneficioso para ambos; al igual que un cumplido o una enhorabuena de un amigo nos llena mucho más cuando lo escuchamos y tenemos la oportunidad de ver cómo al decirlo le brillan los ojos.

Si esos jóvenes, en vez de solucionar los conflictos cara a cara, lo hacen a través de una pantalla, utilizándola como escudo, alimentando actitudes infantiles o cobardes, cuando la vida les enfrente a esas cosas que, antes o después, nos tocan a todos, por más dinero, posición social o fortuna que tengan, no estarán preparados para afrontarlas, aunque muchos de ellos pequen de soberbia; crean que, aunque tengan veinte años, no lo parece de lo adultos que son; y piensen que los que así hablamos lo hacemos desconociendo el universo digital en el que se mueven, sin atreverse a imaginar que tal vez lo conozcamos más que ellos.

El tiempo dirá que será de estos nativos digitales cuando sean por completo adultos; después de todo, como dijo Ralph Waldo Emerson: Los años enseñan muchas cosas que los días jamás llegan a conocer.


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