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La historia, esa prostituta de saldo

Por Víctor F Correas , 15 septiembre, 2015

Pocas cosas son tan ciertas como la historia. Porque no miente. Está ahí, nos recuerda lo que fuimos y lo que somos. Querámoslo o no, somos sus deudores porque está construida con nuestros hechos y actuaciones. Para bien o para mal.

Es lo que hay, y si está ahí es para recordarnos que siempre hay tiempo para repetirla. El olvido, la desmemoria, o porque sí. Esa piedra en la que tropezamos una y otra vez. Pongamos por caso las imágenes que día tras día llegan desde Hungría, que ha sellado sus fronteras. Y Alemania, Holanda… El Tratado Schengen pisoteado. La historia. Esa gran desconocida para la clase política, a la que se acude por interés cual prostituta de saldo. La historia, repito. La que nos dice que hoy hace ochenta años a Adolf Hitler –no podía faltar en estas citas. Se lo ganó a pulso- le dio por dividir a la población alemana en ‘ciudadanos’ del Reich y súbditos privados de cualquier derecho constitucional. Las Leyes de Núremberg cercenaron las libertades de muchas minorías, especialmente las de los judíos. Hablamos de 1935. Y Hitler sólo estaba enseñando la patita. La historia.

Leyes de Núremberg.

Leyes de Núremberg.

La misma que nos habla de gestas, de valor, de héroes. De soldados dispuestos a dar su vida por defender unos ideales, una forma de vivir; su propia libertad. Esos pilotos, que hoy hace setenta y cinco años, lanzaron un contraataque contra una formación de bombarderos nazis que se acercaban por el Canal de la Mancha con destino Londres; ciudad que machacaban un día tras otro por orden de Hitler. Esos pilotos derribaron más de ciento ochenta aviones según distintos informes. Hitler quedaba avisado: lo de conquistar Gran Bretaña no era tan sencillo como preveía. La resistencia, la libertad. La historia.

Y el hombre, que de cuando en cuando da muestras de una naturaleza cálida; ese ser que piensa en los demás, que se desvive por el prójimo. Lo demostró Fray Bartolomé de las Casas tal que hoy hace quinientos un años, renunciando a su encomienda para regresar a España. Demasiada violencia, demasiada sangre que corría por correr. La de los indios americanos, que bastante tenían con soportar a los colonizadores que habían llegado para arrebatarles su tierra. De Las Casas conseguiría que se aboliera la esclavitud, que se eliminaran las encomiendas y que las nuevas colonizaciones se hicieran bajo supervisión religiosa. Lo cual, dicho sea de paso, en algunos casos suponía para los indios saltar de la sartén para caer en las brasas. Al menos, Las Leyes Nuevas trataron al que allí estaba antes de la llegada de los españoles; una dignidad de la que siempre gozó hasta cinco minutos antes de la colonización del Nuevo Mundo.

Y dos nacimientos para terminar este ácido repaso al quince septiembre. Dos seres únicos, a su manera. Una, escribiendo. Si el misterio no existió hasta que ella vio la primera luz de su vida, lo trajo debajo del brazo. Agatha Christie, que nació hoy hace ciento veinticinco años.

Otro, viajando. Marco Polo, que nació mucho antes, hace setecientos sesenta y uno. Mercader, explorador, aventurero… Un culo inquieto del medievo que viajó a China por la Ruta de la Seda. Eso en el siglo trece, que había que echarle valor. Y un par. No hay duda de que Marco Polo lo tenía.

Sed buenos y felices este martes.

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