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La energía y la maldición del hámster

Por Javier Pérez , 6 octubre, 2016

Si algún día llega a la Tierra una raza de alienígenas, y nosotros ya nos hemos marchado o nos hemos extinguido, creo que sus arqueólogos serán capaces de entenderlo casi todo de nuestra civilización,  salvo el recibo de la luz, que será tomado por una plegaria esotérica, y la utilidad de los gimnasios, que sin duda serán considerados centros de tortura y represión.

Del recibo de la luz ya hemos hablado bastante en esta página, y seguiremos sin duda analizando cuales de sus componentes son costes reales y cuales pretextos para el expolio. En cuanto a los gimnasios, permitidme que los utilice como punto de partida para describir la situación energética en que nos encontramos.

Supongo que casi todos conoceréis la cinta continua, ese artefacto diabólico que se desplaza a una velocidad regulada y sobre la que hay que correr a su mismo ritmo para que no te expulse hacia atrás. Es la versión humana de la rueda para hamsters en la que el pobre bicho se entretiene y hace ejercicio en su jaula corriendo a toda velocidad sin moverse del punto en que se encuentra. La única diferencia es que la cinta continua se mueve por un aporte externo de energía y la rueda del hámster la tiene que mover el roedor.

En cierto modo, nuestro sistema económico basado en el crecimiento nos convierte en hamsters, obligados a correr cada vez más aprisa para que la rueda no se detenga. Todos sabemos que hace veinticinco o treinta años bastaba con que trabajase sólo un miembro de la unidad familiar para sustentar todos los gastos, y hoy es necesario que trabajen los dos para mantener un nivel parecido. De hecho, según Jeremy Rifkin, bastaría con trabajar cuatro horas diarias para mantener el nivel de vida de los años cincuenta.

El límite de esta aceleración de la rueda en que nos hemos metido es la energía. Pero en lugar de asumirlo, todo indica que estamos convirtiendo el problema energético en una nueva rueda de hámster en la que correr a toda prisa, porque lo único que los economistas miden, y se empeñan en medir, es la velocidad a la que corremos.

Para aclarar el asunto creo que, como siempre, hay que tratar de buscar la raíz del problema en los conceptos últimos. Lo voy a intentar:

Un ser vivo no necesita comida; lo que necesita es alimento. Por eso lo más lógico para hablar de alimentación es expresarse en calorías, y no en gramos de comida, porque no es igual comer cien gramos de acelgas que cien gramos de miel. Del mismo modo, la sociedad humana no necesita petróleo, sino energía, y expresar el aporte de energía en barriles de petróleo es tan inapropiado como proponer una dieta expresada en gramos.

La cantidad de energía que contiene cada barril de petróleo es decreciente, pues en primer lugar se extrajo el de mayor calidad y acceso más fácil. A medida que ha ido pasando el tiempo los pozos se han vuelto menos productivos y los procesos requeridos para obtener el crudo se han vuelto más costosos energéticamente, con lo que queda menos energía disponible para la sociedad. Y esto es clave, porque algunos se limitan a contar lo que sale de los pozos, sin restar lo consumido por la industria petrolífera.

Ese mismo truco es utilizado a menudo por los directivos de las empresas que van mal para presentar a los accionistas la cuenta de resultados de manera que parezcan mejores de lo que realmente son. La artimaña consiste en presentar como progresos los aumentos de facturación, cuando lo único que les importa a los accionistas son los aumentos de beneficio. Si el caradura de turno dice en la asamblea que al año pasado se facturaron cinco millones y este año se han facturado nueve, parecerá en principio que la empresa casi ha doblado su negocio. Lo malo será cuando tenga que contar que el año pasado los gastos fueron de tres millones, y este año de ocho, porque entonces será cuando quede claro que están ganando la mitad moviendo el doble de mercancías.

Algo similar, insisto, es lo que sucede con el petróleo y nadie parece querer darse cuenta.

Sin embargo, lo cierto es que el petróleo convencional, el que se extrae de la tierra, decrece a un ritmo constante, y el intento de sustituirlo por petróleo no convencional, o shale oil, procedente del fracking, no se puede hacer en términos equivalentes. Si admitimos semejante cuenta estaremos cayendo en la trampa antes citada de fijarnos en la facturación más que en el beneficio.

Los que se llaman a sí mismos optimistas nos cuentan a todas horas que las enormes reservas de petróleo de roca podrán ir sustituyendo paulatinamente al petróleo que se deja de sacar de los pozos convencionales, pero ni esto es cierto ni probablemente lo será nunca. Trataré de demostrarlo con cifras.

Como ya se ha discutido aquí en extenso el tema de los daños medioambientales y las causas del decrecimiento de la producción convencional, no voy a incidir de nuevo en esos asuntos y paso directamente a los postulados.

-En estos momentos, la producción de petróleo convencional ronda los 65 millones de barriles diarios. Es una cifra controvertida, pero la vamos a dar por buena. El resto procede de gas licuado y todas esas fuentes y procedencias que ya se han explicado en otros artículos.

-La disminución de producción de los pozos convencionales ronda un 3% anual. La disminución real es bastante mayor, pero se ve atenuada por las nuevas explotaciones, etc. Aunque es una cifra optimista, aceptamos como válido este 3% de decrecimiento.

-Cada barril de petróleo contiene aproximadamente 1700 Kw de energía. O lo que es lo mismo, 1,7 Megawatios. Esta cantidad no es fija, por supuesto, y ya hemos dicho que es menguante por muy distintos motivos (el fondo de los pozos contiene más alquitrán y menos compuestos volátiles, etc.), pero la damos por buena.

-La TRE de los pozos convencionales se encuentra cerca de 20. O sea, que por cada veinte barriles que sacamos tenemos que gastarnos uno en el proceso.

-La TRE de los pozos no convencionales es muy variable, pero se acepta que su valor medio, actualmente, está en torno a 6. Por tanto, por cada seis barriles que sacamos tenemos que gastarnos uno en el proceso.

Lo que habitualmente nos cuentan es que, con estas cifras, y dadas las enormes reservas de petróleo no convencional (tema dudoso que ya se irá viendo), basta con aumentar el número de barriles de petróleo no convencional para sustituir al petróleo convencional que se deja de extraer por el declive de los campos antiguos. Nos lo dicen y se quedan tan anchos, y a nosotros nos parece intuitivamente posible, mientras el petróleo no convencional dé un rendimiento de seis barriles por cada uno invertido, pero echemos un vistazo a los números para darnos cuenta de lo que supone esta afirmación.

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En 2012, con los datos de los que partimos, tenemos una producción de 65 millones de barriles, lo que supone unos 105 millones de Megawatios diarios. Esta es la cifra de partida de nuestro modelo.

Lo que se pretende, en el futuro, es mantener ese mismo nivel de suministro energético. De crecer ya ni hablamos. En 2013, por tanto, tenemos un 3% menos de producción de petróleo convencional, que nos entrega casi 102 millones de MW. La energía que nos falta tenemos que obtenerla del petróleo no convencional, ¡pero cuidado!, porque aquí es donde está el engaño: la disminución del petróleo convencional es de 1.893.203 barriles, y para sustituir la energía que nos aportaban necesitamos nada menos que 2.098.289, como indica la tercera columna. ¿Por qué? Porque obtener seis barriles del nuevo producto consume uno, mientras que antes sólo consumíamos uno de cada veinte. Esa es la clave, y por eso lo calculamos en Megawatios, a ver si queda claro.

Por ese camino, y como se puede ver en la tabla, necesitaremos en 2020 más de quince millones de barriles diarios procedentes del petróleo no convencional. Una cantidad descomunal que supera muy de largo a las predicciones más optimistas. Para verlo, vamos a añadirle una columna a la tabla, que nos indique el número de pozos de petróleo no convencional que hay que tener en funcionamiento para obtener semejante producción. Aunque la producción de estos pozos es muy diversa y declina a una velocidad vertiginosa (en unos 18 meses pasa a la mitad), en estos momentos se acepta como buena una producción media diaria de 100 barriles por pozo, contando tanto las incorporaciones recientes como los pozos más antiguos y menos productivos.

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Como veis, según este cálculo, serían necesarios en 2020 más de ciento cincuenta mil pozos de petróleo no convencional, y casi el doble en 2030. Y todo esto, insisto, PARA MANTENER LA ACTUAL CANTIDAD DE ENERGÍA APORTADA POR EL PETRÓLEO.

¿Y qué tenemos en la actualidad, cuando estamos explotando los pozos más rentables  y asistimos al boom de las inversiones en petróleo no convencional? Pues alrededor de 1 millón de barriles diarios, y sin mucha esperanza de que esto crezca en el futuro. Aquí va un gráfico de Dakota del Norte y su famoso yacimiento de Bakken:

 

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Y no nos engañemos pensado que en Bakken sólo están empezando y que son yacimientos experimentales. Echad un ojo a esta foto que hemos encontrado en este otro blog para haceros una idea de lo que se está haciendo allí en estos mismos momentos. Las luces que señala la flecha son las antorchas del gas natural que se está quemando allí, directamente, mientras se obtiene el petróleo mediante fractura hidráulica. Tened en cuenta que la foto indica lo que se está haciendo para obtener unos 700.000 barriles diarios:

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Otro día, yo mismo u otro autor, hablaremos de las posibilidades reales del petróleo no convencional, sus costes, y el ritmo actual de perforación, estelarmente alejado de estas cifras. Hoy, cierro ya diciendo lo obvio: que para obtener la misma energía, tenemos que perforar cada vez más pozos, dedicar más tierras a este fin y emplear más recursos escasos, como el agua, en la obtención de este petróleo. Estamos ante la maldición de los hamsters: correr cada vez más para seguir en el mismo sitio.

Lo malo es que ni siquiera eso es suficiente, porque nuestro sistema económico actual no puede sobrevivir sin crecimiento. Y sin energía no hay crecimiento, por mucho que hablemos de tecnología.

¿Calculamos el número de pozos que necesitaríamos para que el PIB mundial pudiese crecer a una tasa media del 2% anual?, ¿Calculamos el agua necesaria para estas explotaciones?

No me atrevo. Mejor dejarlo por ahora…

 

www.javier-perez.es

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