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La antitelevisión

Por Aqurtin Galvo , 15 febrero, 2014

Sí, algunos cristianos siguen esperando la llegada del Anticristo sin saber los peligros que anuncia la llegada de la antitelevisión. El apóstol Juan, en sus epístolas, vaticinó la llegada de un poderoso adversario contrario a Jesús, cuya manifestación anunciaría el fin de los tiempos. El Anticristo, que algunos identifican con el Demonio o la Bestia, substituiría a Jesucristo propiciando la mayor de las herejías. Por consiguiente, las características del Anticristo serían justo las contrarias a las de Dios, pues impondría el mal sobre el bien y la destrucción frente a la creación.

Y, en el caso de la televisión, ¿qué características podrían definir la antitelevisión en contraposición a lo que sería un ideal de televisión? Me aventuraré, por mi cuenta y riesgo, a vaticinar algunas:

La antitelevisión creará programas híbridos, de pelaje indefinido, sin límites ni género; aunque, en ningún caso, tendrán un ápice de originalidad. Adoptarán diferentes apariencias, como la de debate, entrevista o magazín, para falsear su aberrante aspecto.

La antitelevisión ha de ser autorreferencial. Creará su propia realidad, ajena a la realidad misma, y únicamente tratará sobre esa realidad inventada, en la que la vida privada de personas sin ningún interés, ni oficio, ni arte, ni beneficio, será pública y notoria.

La antitelevisión tendrá adeptos incondicionales, iniciados a un mundo de baratija, operaciones de narices, medias verdades, plumas, olor de pies, oropeles, best sellers, caspa, publicidad encubierta y halitosis.

La antitelevisión adoptará un lenguaje alienante y obsceno, que será un galimatías incomprensible para los no iniciados.

La antitelevisión hará trascendentales los hechos más insignificantes.

La antitelevisión tergiversará el sentido del lenguaje con el fin de confundir, (al igual que han hecho los bancos con, por ejemplo, las hipotecas subprime para referirse a las hipotecas basura, o con las participaciones preferentes para publicitar una estafa financiera a gran escala) y dirá deluxe a asuntos sin brillo ni valor.

La antitelevisión hará de las personas más necias, aupadas por dirigentes sin escrúpulos, iconos que serán adorados por una parte de las clases populares.

La antitelevisión elevará la mala educación a la categoría de cultura.

La antitelevisión en ningún caso buscará el entretenimiento, únicamente la transmisión de informaciones contradictorias y sin sentido, cuyo único criterio será confundir al espectador.

La antitelevisión hará de la vulgaridad absoluta y el aburrimiento un credo a su gusto.

Los oficiantes de la antitelevisión intervendrán a la vez, gritarán todos al mismo tiempo, y no darán nunca su brazo ni su palabra a torcer. Y, lo más importante, sin tener en cuenta el horario de emisión, utilizarán, gratuitamente, el lenguaje más insultante y abyecto, las palabras más soeces y los tacos más malsonantes que sus prodigiosas mentes puedan contener.

La antitelevisión vivirá y se desarrollará únicamente teniendo en cuenta los índices masivos de audiencia.

Sí, señoras y señores, unos cuantos programas de la televisión actual tienen algunas de estas características, pero solo hay uno que se adecua a todas. Sí, lo saben ya, estoy hablando del programa más antitelevisivo e infumable que se emite actualmente en la cadena amiga Telecinco y que lleva el herético y desorientador título, -al igual que Jesucristo, este programa nos promete con su nombre nada más y nada menos que la salvación-, de Sálvame.

Me temo que la antitelevisión no es un vaticinio, es una realidad. Por tanto, tengamos a mano el mando a distancia, preparémonos para el fin de la televisión, y el advenimiento del Anticristo.

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