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Historia de narcos: Rosario y las garitas

Por Andrés Expósito , 30 marzo, 2014

Rosario (Argentina), caracteriza y extiende e imparte y conforma, múltiples protagonismos y confabulaciones, entre ellos, uno de sus escritores, Roberto Fontanarrosa, quién a modo irónico y humorístico, nos aclaró y aturdió, con su magistral relato, “El mundo vive equivocado”: que no puede uno encamarse a una mina después de invitarla a cenar y pegarse un atracón y bebida. Se agarra uno una pesadez y un dolor de balero.

También en sus calles y en sus esquinas e intimidades y reuniones, y a poquitos que surcan los instantes, suena o se tararean frases o ritmos de Fito Páez, (“otro de allá”, de Rosario, que dicen los argentinos,) y suena “cadáver exquisito”, o “11 y 6”, o “Dar es dar”, “Tumbas de la gloria”, o “A rodar mi vida”, o “Tema de Piluso”, o “Caminando por Rosario”, y como no, “Rosario siempre estuvo cerca”.

Y como si ambos, estructuraran y elucubraran alguna de sus obritas, retazos oníricos y somnolientos de pesadillas o gambeteos a la vida cotidiana, o desnudaran inverosímiles pensamientos, rastrojos de la vida urbana y de la interactuación social, y quebradores de inmundicia y pobreza, y de la picardía y el negocio sucio y la peste económica, y el egocentrismo y el pavoneo de los bolsillos llenos de dinero, Rosario (Argentina) se ha cubierto en los últimos años, bajo la soterrada cotidianidad del día a día, de las actitudes y las formas que se van calando y clavando de poquito a poquito por esa grieta que parece no dejar atravesar nada, y al tiempo y sin dar cuenta, notas que hay un rio al otro lado, y es en ese descuido que descubres como sus esquinas han acabado por aglutinar una cantidad cada vez mayor de garitas donde se vende droga, a las que llaman búnker.

Y eso parece ahora, una línea o esbozo o carisma, cotidiano y presente, del paisaje de Rosario (Argentina), innumerables búnker que no son sino garitas donde menores de 16 años,  son introducidos con dinero y con droga, y cercados por fuera con varios candados, y quedan así a buen recaudo, y sin posibilidad alguna de sustracción o pensamiento posible sobre el mismo, y donde una pequeña ventanilla rectangular sirve para el intercambio, la compra y la venta, como si se tratara, o siéndolo, de un mercadeo natural y cotidiano, cual mercado de víveres o prestación de servicios.  Desde el interior, reciben el dinero y entregan la droga durante horas, luego alguien vendrá, mucho más tarde, y le sustituirá, introducirán las llaves en los candados, saldrá uno y entrará otro, y el saliente será remunerado por los servicios realizados.  Dinero fácil para sus bolsillos, para quienes, por otro lado, residen en la miseria, y sopesan que el instituto es una absurda estupidez improductiva.  Nada más recibir el dinero,  corren impávidos, y adquieren, egocéntricos e inocentes, armas con las que se pavonean y enseñan, aquí y allá, y contemplan como a su paso, el respeto se asienta y estampa en los ojos de los demás.

La mano acepta el dinero y entrega la cocaína por el hueco, y en el paisaje queda establecido ese esbozo y esas líneas, cuadro pintado y coloreado por encargo no hace mucho, de muertes, polvo blanco, ajustes de cuentas, chicos soldados, pero parece que llevan ahí toda la vida con sus tonalidades y vacíos: las garitas, la droga, los narcos, las armas en las manos de adolescentes de instituto con el estatus concebido por ello.  El germen inadecuado y estéril y violento de la especie humana ha brotado de nuevo, ahora en Rosario, en el Rosario de Roberto Fontanarrosa y Fito Páez.  A veces las colas cubren aceras y enfados cuando la droga escasea, y el revuelo inconformista toma desatinos hasta que alguien llega, abre la garita, nutre con bolsas de polvo blanco el angosto y caldeado espacio interior, y de nuevo la compra venta sostiene y aplaca el alboroto fanático, mientras alguien canturrea algunos barrios más allá de manera rítmica mientras el presente se hace pasado, y el futuro despistado desgasta las posibilidades… “Cerca, Rosario siempre estuvo cerca… No hay merienda sino hay capitán …tanto, salimos por las calles, tanto, bebimos en los bares santos de la verdad”…

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