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Francia en Guerra

Por Carlos Almira , 20 noviembre, 2015

Los atentados de hace una semana en París no sólo demuestran la crueldad y la naturaleza criminal, sin paliativos, de los islamistas (que no musulmanes) radicales, sino el fracaso y el cinismo de todo occidente y de Rusia, de China, en fin, del mundo entero, en relación con este grave problema. La respuesta política y militar del Estado Francés añade a esto una notable falta de realismo y proporción. Señor Hollande: si ustedes quieren declararle verdaderamente la guerra al terrorismo islámico, deberían apuntar mejor e ir a la raíz del problema: deberían bombardear en primer lugar, Riad, Kuwait, y, en general, todas las capitales de los Estados de la Península Arábiga, las llamadas Monarquías Petroleras sunnitas, que son el verdadero motor espiritual y material del terrorismo islamista que les ha (que nos ha) golpeado.
Estos Estados (¿pero qué les voy a decir que ustedes ya no sepan?), junto a Turquía, por otros motivos diferentes, constituyen la auténtica médula, la base material y moral del llamado Califato Islámico. El dinero, las armas, los libros escolares, las mezquitas, todo lo que éste utiliza y lo hace viable como organización criminal que es, proviene de sus respetables valedores, que son, ¿no lo sabe usted, señor Hollande?, sus aliados, los aliados de Francia. Decídase. Además de Racca y otras ciudades del Norte de Siria (donde también hay gente inocente, civiles desarmados, niños), bombardee usted Riad y otras capitales de las Monarquías del Golfo. Ellos son los verdaderos enemigos de occidente (no sus poblaciones, sino sus gobernantes medievales, sus socios, señor Hollande).burka
¿Ha oído usted, señor Hollande, el término Salafismo? Esta corriente de interpretación fanática del Islam surgió precisamente ahí, fue mimada y promovida desde el siglo XIX y luego, exportada y financiada para todo el mundo, por las monarquías petroleras y sunnitas del Golfo Pérsico. Buena parte de las mezquitas y sus imanes radicalizados, auténtico vivero de terroristas como los de París, han sido y son financiados por estos regímenes antediluvianos. ¡Si quiere usted ir a la raíz del problema, y declarar la guerra al jihadismo, bombardee Riad esta misma noche!
Ah. Pero asegúrese bien primero de que no está en visita oficial allí (para gestionar suculentos contratos de armas, de construcción de infraestructuras, de servicios), ninguno de sus ministros servidores de tal o cual multinacional, lo que ahora llaman unidad nacional y buena gobernanza. Y como soy español, por favor, escoja un día en que tampoco estén por allí mendigando contratos, mi Rey Felipe VI ni el presidente de España, el señor Mariano Rajoy. Si está Putin, bueno, no importa. ¡Y adelante!
Por cierto. El miedo y la restricción de Derechos Constitucionales en Francia, la suspensión del Estado de Derecho (o de su fantoche jurídico), algo que es lógico en una situación de guerra como la que ustedes han declarado para los próximos tres meses (¿o son seis?), a lo mejor ayudan un poco a meter en cintura a los díscolos como yo, que nos oponemos a su idea de Europa y nos avergonzamos de su social liberalismo. Por supuesto: la opinión pública amedrentada ya está madura para aceptar que ustedes cierren las fronteras a los refugiados y, en general, a los emigrantes, a las familias que huyen del desastre mundial y de los mismos asesinos que han matado impunemente en París.
Yo amo su país. Hace un año, me saqué el B2 en francés. Todos los días escucho France Culture. Adoro su literatura, su arte, su Cine, su Historia. He sido alumno de la Alliance Francaise. Siento que las víctimas de París (como por cierto, también las de Beyrut del jueves 12 de noviembre), son algo mío. Lloré cuando vi la noticia. Por eso creo que tengo derecho a indignarme contra ustedes, Señor Hollande.
Francia es un gran país. Desde que usted ganó la elecciones y traicionó todas sus promesas con el Pacto de Responsabilidad, y se plegó al ordo-liberalismo alemán, y empezó a desmantelar el último gran obstáculo a su triunfo en Europa, que es la sociedad civil francesa, sus valores republicanos y laicos, su tradición, su Historia, con los que tanto se llena usted la boca en sus discursos; desde todo eso, sé el valor que usted me merece. Ninguno.

Recuérdelo: Riad.


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