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«Feliz día de tu muerte»: la decepción como regalo

Por Emilio Calle , 9 noviembre, 2017

Ya desde su tráiler, incluso leyendo su sinopsis, «Feliz día de tu muerte» se presentaba como una revisión inconfesa de «Atrapado en el tiempo» (Harold Ramis, 1993), adaptada al género del terror. Y sí, uno comienza a verla y el esquema se asemeja como algo más que un eco a la obra maestra de Ramis. Una joven se despierta cada mañana en el día de su cumpleaños y al llegar la noche es asesinada. Sólo que ni cielo, ni infierno. La muerte la vuelve a dejar frente al despertador, en la misma habitación, en una situación idéntica a la anterior. Y así el ciclo se repite una y otra vez, mientras ella comienza a buscar la manera de salir de ese brutal bucle.
El problema es que su director, Christopher Landon (y lo de director es mucho decir), convierte en defectos lo que eran virtudes y virtuosismo desplegados en «Atrapado en el tiempo». Porque Ramis basó su delicioso delirio en dos ejes principales en torno a los cuales giraba todo aquel alarde de preciosismo. Primero, una vez aceptada la premisa de que alguien vivía una y otra vez el mismo día sin posibilidad de escapar sin ninguna razón explicable, la salida debía producirse con la misma desfachatez, dejando a un lado la verosimilitud o las causas plausibles, logrando que la película se cerrase sobre sí misma, sin contraponerse a ningún mecanismo de la realidad, o dejando que se perdiera en alguna moralina de última hora. Y segundo: todo el peso de la avalancha de locura que estaba a punto de producirse debía recaer sobre un actor que pudiese encajar en ese cúmulo de variaciones dentro de un registro casi naturalista mientras intentaba moldear su aterradora condena en una realidad inalterable. Y a uno le podrá gustar o no Bill Murray, pero es muy complicado imaginar a otro protagonista más efectivo que él para ese papel.
Landon hace exactamente lo contrario.
No tanto por concederle el protagonismo a una actriz con algo más de experiencia en estas producciones destinadas a consumo fácil y olvido rápido. Porque Jessica Rothe (que no es una primeriza en estas lides) es lo único que se podría rescatar de este desastre. Como Murray, un punto de locura arisca y desconsiderada parece definir a su personaje. E incluso se abre camino sin problemas cuando la película opta (y hace bien) por la humorada en vez de abusar del sobresalto, o por buscar con un ahínco suicida levantar otra figura más que sumar a los enmascarados que pueden generar una secuela tras otra. Sólo que no tardará en ser la primera en quedar fuera del juego. Porque no es complicado sospechar que algo no funciona bien en ese mecanismo de vivir sin cesar el mismo día de tu asesinato al comprobar que los desenlaces a esas jornadas luchando por no morir no son demasiado efectistas, Landon pasa de ellos como de puntillas. No tiene otro remedio. Porque rebasada la primera mitad de la película, el argumento se hace añicos. Dejamos el terror y nos pasamos al suspense con leves toques de thriller. Hay una explicación racional a lo que ocurre (algo ya insólito puesto que por mucho que lo intenten será imposible justificar con verosimilitud una premisa semejante). Y la protagonista debe entonces no ya impedir su asesinato, sino buscar al verdadero culpable, que nada tiene que ver con el tipo con máscara de bebé que la asesina cada noche. A partir de ese momento, el despropósito se hace dueño y señor de la película. Y ya por completo desentendiéndose del problema de no poder escapar de ese día, director y guionista se permiten no ya un final sorpresa. Hay dos. Y si dura más el metraje hubieran podido meter tres, o cuatro, o cinco, o haber terminado en un aeropuerto de Casablanca con una pareja de enamorado despidiéndose.
Total, a quién le importa.
Según parece, el éxito en Estados Unidos ha sido bastante contundente, por lo que es más que probable que se avecinen secuelas con el enmascarado como protagonista. El problema es que el enmascarado no es nadie. Y tendrán que reinventar todo el argumento para abordar la segunda parte. Por lo que la pregunta es obligada: ¿qué necesidad había de basarse en la historia ideada por Ramis y Danny Rubin si a media película el argumento se perderá por otros derroteros muy distintos? Ninguna.
Pero para los que no hay escapatoria es para los espectadores, condenados ya a ver una y otra vez películas cuyo argumento pasa necesariamente por no tener argumento alguno, o por intentar simular uno a base de retales robados a los que derrochan verdadero talento.
«Feliz día de tu muerte» es un timo.
Es sólo más parafernalia de los mercachifles.
Y de esta forma es como el único asesinado termina siendo el cine.
Así que aquí no hay nada de lo que felicitar o felicitarse.

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