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Facundo Cabral: Sus últimos correos

Por Redacción , 6 febrero, 2014

FACUNDOPor Bernardo Montes de Oca

 1967, un pequeño teatro en la bohemia Calle Florida, Buenos Aires. Ahí Carlos Alberto Requejo conoció a Facundo Cabral. Luego de este encuentro, Requejo siguió atentamente la carrera de Cabral y establecieron una amistad que duraría décadas. Gracias a la tecnología queda la evidencia de este viaje de casi cincuenta años. Es una recopilación de correos fechados del 2010 hasta el 2011 en donde únicamente se ve lo que Cabral escribe ya que Requejo ha omitido sus respuestas. Facundo Cabral: Sus últimos correos abre una ventana hacia la vida de uno de los artistas más aclamados de Latinoamérica.

El libro comienza con las descripciones elaboradas que hace Cabral de los lugares que ha visitado. Es una prosa casi enciclopédica que resalta lo hermoso, aún de lugares colmados de dolor. De Ciudad Juárez, reconocida por su violencia, escribió: “es una ciudad donde los árboles de nueces atraen a cientos de pericos, ajenos a las barbaridades de los hombres.” Durante esta primera parte, en un viaje por tierras mexicanas, Cabral escribe tenazmente y cada correo, algunos separados por escasos minutos, nos revela la pasión que tenía el artista por leer, por el arte y el mundo que lo rodeaba. Los detalles visuales, sonoros y hasta táctiles descritos son evidencia de que Cabral nunca dejaba de observar.

Él hace de historiador, novelista, cantante y filósofo en cada párrafo que escribe. Vemos su espontaneidad e impulso, con algunos errores ortográficos y las tendencias en su escritura, como su muletilla “es decir”. También visible es su respeto por el intelectual, ya sea una persona de reconocimiento internacional (desde Einstein, hasta Ezra Pound, y decenas más) hasta personajes locales que pasarían anónimos si no fuera por él, como el librero Alfredo García y el pescador griego. Luego de visitar Tijuana, de sus últimos destinos en México, Cabral hace una transición suave hacia su punto de vista de la existencia del ser humano.

El artista argentino busca desapegarse de lo material, liberar la mente y llegar a un estado de tranquilidad; para lograr esto, los consejos que él escribe a Requejo incluyen olvidarse de lo social y hablar con el individuo, no hacer las cosas por miedo y, finalmente, no entender la vida, sino vivirla. Mientras uno lee, nace la pregunta ¿qué le contestaba Requejo? La ausencia de una respuesta agrega al encanto de este libro: fuera cual fuera, Cabral no disminuía la intensidad en sus primeros correos.

Conforme avanza, éste libro muestra una fuerte presencia teológica. Aunque Facundo Cabral era un hombre religioso, se evidencia que su religión no conocía límites; para él, todo ente divino contribuye algo valioso. También, a través del libro, Facundo Cabral nos recuerda que todo está escrito, la vida en sí está definida, y que es cuestión de uno seguir, aprovechar y disfrutar lo que se le ha dado.

Existir tiene dos planos, para Cabral, el plano físico y “el otro lado”. Nos recuerda constantemente que una vida no es sino un paso a la otra. Con matices de Platón, nos habla de estos planos divinos y luego, casi de manera irreverente, nos menciona criaturas místicas como el Yeti y los extraterrestres. Esta aleatoriedad, aunque a veces confusa, le da un encanto a la obra y muestras de humor que son bien apreciadas.

Poco a poco, el libro deja de ver las cosas universales y se mete es lo personal. Más bien, Cabral mismo se investiga. Sus correos cambian desde una serie de frases motivacionales e inspiradoras, auténticas ya que eran únicamente dirigidas a su amigo, a cuestionamientos sobre su pasado. Desea revisitar la Patagonia, el primer desierto que visitó, recuerda mucho a su madre y a las escasas memorias de su padre, a quien resume como “unas pocas palabras”. Recuerda a Ulises y su retorno a Ítaca, dándonos una exquisita explicación de cómo él se parece al valiente personaje; este texto en particular requiere paciencia pues su escritura es larga, con descripciones pesadas y con pocas pausas.

Facundo Cabral, finalizando el libro, trata a su memoria, lo que parecía ser su mejor atributo, como el antólogo más antiguo y reconoce que no puede recordar todos los detalles. Con esto, nos abre las puertas, acepta que está envejeciendo y que, tal vez, su vida en esta tierra está llegando al fin. Trata a todos su escritos, completos y sin completar, como un mapa de lo que caminó. El mundo que el soñó y retrató, termina siendo un autorretrato. El libro finaliza con dos fulminantes correos, tan sencillos que no parece vinieran de él. Le desea feliz año a su amigo y le da una trágica noticia, que lograr amortiguar con su imperdible espíritu.

Es un detalle agradable encontrar al final bosquejos de dibujos y textos sin editar del mismo Cabral, al igual que un epílogo por Litto Nebbia, con quien grabó En Medio de los Hombres, disco inédito que se lanzó en el 2012.

Trágicamente, tan sólo siete meses después de la última entrada, el 9 de julio del 2011, Facundo Cabral fue asesinado en Guatemala, mientras se devolvía al aeropuerto. Yo tuve la dicha de ver a Cabral en vivo, en el teatro Melico Salazar, de mi natal Costa Rica. Aún con su caminado débil, apoyado en un bastón, él logro transmitir una energía que impactó a múltiples generaciones. El libro Facundo Cabral: Sus últimos correos transmite esta energía y debe leerse con detenimiento para apreciar cada detalle, cada consejo y cada verdad. Carlos Alberto Requejo hace un gran aporte al arte latinoamericano al revelarnos un lado más personal de este gran artista. 


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