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Expertos, niños y flores

Por Oscar M. Prieto , 8 julio, 2021

Les ha dado por llamar “experto” a quien sabe mucho de una cosa y poco del resto. No es una elección inocente, pues camufla la inmensidad de la ignorancia, ya que el conocimiento se nutre y se despliega aventurando relaciones y recela de las islas.

Vivimos tiempos de expertos, de comités de expertos (en su osadía desenfrenada, han llegado incluso a llamarse comités de sabios), de agencias nacionales e internacionales, de las que se desconoce todo salvo sus siglas, o sus siglas en inglés, tiempos de comisiones, de informes, de un estudio dice y otro estudio contradice. Tiempos de demasiada información, que es más nocivo que carecer de ella, pues el descomunal exceso lleva en sí el germen de estar desinformados, mal informados. Lo que, en el mejor de los casos, nos vuelve melancólicos y en el peor de ellos, agresivos.

Nada más opuesto a los expertos que los niños. No saben mucho de nada, pero de todo quieren saberlo todo. Imagino sus cerebros en frenética actividad levantando puentes, trazando vías, construyendo sin cesar, relacionando. Por fortuna para mí, me ha tocado pasar gran parte de estos tiempos aciagos en parques infantiles. Observar a los niños jugar me ha dado la humildad para reconocer que el aprendizaje no circula en una dirección de sentido único, sino que es mucho lo que nosotros, los adultos, podemos aprender de ellos.

De todas las lecciones que me han dado los pequeños, comparto con ustedes la siguiente. Los niños saben que caerse forma parte de la vida. Es más, para ellos caerse y correr son partes de un mismo proceso, que es llegar al tobogán. Salvo que el daño los detenga, se levantan, se sacuden las rodillas, se soplan las manos y siguen sin más, incluso con sonrisa, como parte del juego. Todo cambia si un mayor los ha visto. Los niños son esponjas y ya han aprendido de nosotros, los mayores, que la queja y el llanto disimulan torpezas y amparan travesuras. Qué valiosa enseñanza la suya, caerse y levantarse sin pesar, sin rubor, sin maldecir, sin culpar a nadie. Aprendamos de los niños, ellos no han perdido todavía la sabiduría de las flores.

Salud.

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