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¿Esquizofrenia o psicosis?

Por Redacción , 4 septiembre, 2014

aquetación 1“Estas tres entrevistas, las únicas en que he participado nunca, conciernen a algunas publicaciones en curso. Son, sin duda, tanto por parte de mis interlocutores como por la mía, el gesto de una interpretación activa” (p. 13). En Posiciones (1972, Editorial Pre-Textos, 2014), Jacques Derrida (Argelia, 1930 – París, 2004) se convierte, por voluntad propia, en intérprete de sí mismo. La compleja naturaleza de su proyecto y su comprensión de la función del lenguaje en su relación con los proyectos de la semiótica y la lingüística hacen que la publicación de Posiciones en castellano sea todo un acontecimiento.

Derrida es difícil y requiere introducción (leerlo es una práctica o habilidad que se aprende por sí misma). Al abordar su proyecto, el traductor y crítico Manuel Arranz (Madrid (1950) utiliza un discurso al alcance del lector medio. Su ensayo “El espíritu y la letra”, al inicio del volumen, aborda algunas de las discusiones y controversias que el resto del libro se encarga de responder. Arranz argumenta, convincente, que Derrida es mal entendido por muchos de los que aman sus libros y no entendido del todo por muchos de sus críticos. El objetivo principal del crítico madrileño parece ser la defensa de una versión moderada del filósofo francés. A ello contribuye la claridad, precisión y legibilidad de su traducción, así como las notas críticas que aporta, que incluyen información vital y antecedentes históricos.

Esta colección de tres entrevistas, por lo tanto, ilumina y hace más accesibles los conceptos y términos que Derrida trata en obras como La escritura y la diferencia (1967). En estas entrevistas, el crítico francés toma posiciones respecto a sus detractores, sus partidarios, y las dos principales preocupaciones de la vida intelectual francesa: el marxismo y el psicoanálisis. Se ofrece, así, una visión multifacética del autor.

“Implicaciones: Entrevista con Henri Ronse” contiene una exposición sucinta de muchas de las ideas centrales con las que Derrida contribuye a la teoría lingüística contemporánea, junto a un análisis de cómo llegó a ellas y por qué eligió articularlas así. Los textos que he escrito, afirma el filósofo, “son el prólogo interminable a otro texto del que me gustaría tener un día la energía para escribirlo, o incluso el epígrafe de otro que no habría tenido nunca el valor de escribir” (p. 20).

Se introduce el concepto de deconstrucción, un ejercicio en el que desentrañar sentido y coherencia, esa clase de lógica binaria que tiende a poblar los textos filosóficos, es el camino a la iluminación. Se aborda, además, la preocupación de los filósofos occidentales por los principios, una determinación para capturar la realidad, la verdad, la “presencia”, lo que Derrida denomina, en referencia al fenomenólogo Edmund Husserl, “la cosa en sí”.

Se traza una línea que va desde Aristóteles a Heidegger, argumentando que la tendencia a favor de la inmediatez del discurso sobre la lejanía de la escritura es insostenible: “Arriesgarse a no-querer-decir-nada significa entrar en el juego, y en primer lugar en el juego de la différance que hace que ninguna palabra, ningún concepto, ningún enunciado mayor puedan resumir y ordenar, desde la presencia teológica de un centro, el movimiento y el espaciamiento textual de las diferencias” (p. 31).

“Seminología y gramatología: Entrevista con Julia Kristeva” proporciona aclaraciones importantes sobre el papel desempeñado por la lingüística en la obra del filósofo francés. La entrevista se ocupa, sobre todo, de la filosofía alemana que informa los escritos de Derrida, junto a una discusión de significado entre Frege y Husserl (y, en mucha menor medida, Hegel, aunque Derrida se ve a sí mismo como una contribución a una especie de visión hegeliana). A través de una serie de maniobras hábiles y delicadas, Derrida trata de mostrar que el habla es inseparable de la escritura. La diferencia entre Hegel y él depende de un proceso de ausencia o represión forzada.

Por otra parte, y con la tenacidad de un detective, Kristeva ronda los textos de Platón, Rousseau, Saussure, Lévi-Strauss, Marx y Hegel, entre decenas de otros. Se exponen las formas en que el medio subyugado o desterrado informa las parejas hombre / mujer, razón / locura, significante / significado. Las respuestas de Derrida son cercanas, a la vez que específicas y abstractas, y se prestan a la extrapolación: “Ya sea en el ámbito del discurso hablado o en el del escrito, ningún elemento puede funcionar como signo sin remitir a otro elemento, que tampoco está simplemente presente. Este encadenamiento hace que cada “elemento” (…) se constituya a partir de la huella que han dejado en él los demás elementos de la cadena (…) Este encadenamiento, este tejido, es el texto, que sólo se produce en la transformación de otro texto (…) Sólo hay diferencias y huellas de huellas por todas partes” (p. 47).

“Posiciones: Entrevista con Jean-Louis Houdebine y Guy Scarpetta” es, por último, un amplio debate que se ocupa de muchas de las polémicas que la obra de Derrida ha provocado. El ensayo titular es, en esencia, una defensa de la gramática de Derrida contra el desafío del pensamiento marxista. No se trata, sin embargo, de un texto homogéneo, aunque libera el concepto de contradicción de su horizonte especulativo, teleológico y escatológico: “El significado trascendental no solamente es el recurso del idealismo en sentido estricto. Siempre puede venir a reafirmar un materialismo metafísico. Entonces se convierte en un referente último (…) una “realidad objetiva” (…) anterior a cualquier trabajo de la marca, un contenido semántico o una forma de presencia que garantiza desde fuera el movimiento del texto general” (p. 102).

La entrevista se ocupa, además, del lenguaje empleado por Derrida y sus seguidores para expresar relaciones abstractas entre conceptos, sin tratar de dar una explicación de su uso, su derivación, o su potencial evolución en algo funcional. Hay una obsesión por el lenguaje cerrado, poco accesible para los no iniciados. Por supuesto, para los deconstructivistas de línea dura, leer la obra de Derrida a través de esta entrevista constituirá un error intelectual: “Violencia efectiva de la escritura diseminante. Efracción notable de lo simbólico”. Toda posibilidad de desorden y desorganización de lo simbólico a partir de la fuerza de cierto afuera, todo lo que fuerza lo simbólico, ¿dependería de lo especular (de lo “imaginario”), incluso de un “real” definido como “lo imposible”? ¿Esquizofrenia o psicosis?” (p. 134).

El debate concluye con un intercambio de misivas entre Jean-Louis Houdebine y el crítico francés. En ellas, se matizan muchos de los términos utilizados en las entrevistas y se explica el porqué del título germinal de Posiciones, “cuya polisemia está implícita, además, en la letra s, letra “diseminante” por antonomasia, decía Mallarmé (…) yo añadiría, tratándose de posiciones: escenas, actos, figuras de la diseminación” (p. 150).

En definitiva, Posiciones se ocupa de la amplia influencia del pensamiento del filósofo francés en la crítica literaria y la teoría, en el arte y, en particular, la vida política. Es un intento de volver a concebir la diferencia que divide a la auto-reflexión (o autoconciencia). Pero aún más que la re-concepción de la diferencia, y quizás más importante, estas entrevistas tratan de hacer justicia a un filósofo único e irrepetible.

José de María Romero Barea 

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