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ESPERANDO EL NUEVO GOBIERNO, SI LO HUBIESE.

Por Agustín Ramírez , 1 abril, 2016

El ministro de Hacienda en funciones del Partido Popular, don Cristóbal Montoro Romero, ha presentado las cifras económicas del ejercicio 2015 reconociendo que el déficit de las administraciones públicas al cierre del año ha sido de un 5,16% del producto interior bruto (PIB) en lugar del 4,2% que tenía pactado con Bruselas, esta diferencia supone un mayor déficit de unos 10.000 millones de euros; de este desvío ha culpado a las comunidades autónomas, ya que tanto  la administración central como la administración municipal sí han cumplido con los objetivos previstos.

Dos detalles de este personaje para saber en manos de quien ha estado y está, provisionalmente desde el 20D, la gestión y el control de los dineros públicos; uno, en esta legislatura pasada, este caballero jienense ha estado cobrando mensualmente 1823 euros por dieta de alojamiento al ser un diputado electo fuera de Madrid y no ha considerado que ese dinero sería inmoral cobrarlo si tiene 3 pisos en Madrid; el otro, en la propia presentación de las cifras de hoy ha tenido el “cuajo” de justificar ese déficit –además de por el descontrol de las comunidades autónomas- por haber incurrido en algunos gastos extraordinarios, tales como 1.090 millones de euros destinados al tratamiento de la hepatitis C en más de 50.000 personas. Estos dos detalles creo que definen al personaje y, extrapolando, definen la actitud del saliente y silente gobierno en funciones –esa actitud silente es más resaltable en su presidente don Mariano Rajoy Brey- nosotros lo hacemos bien y lo que está mal es culpa de los demás y si es necesario, mentimos,  porque ¿se han encontrado con esta cifra de déficit al hacer el cálculo esta mañana?, como no es así, las declaraciones de los señores Rajoy, Guindos, Montoro y sus voceros de comunicación afirmando reiteradamente que su gobierno había reducido el déficit y cumplido los objetivos acordados con Bruselas, no eran sino otra gran mentira. Y es que sus políticas –esas que impone la troika financiera y ellos obedecen a pie juntillas- no pueden llevar sino al desastre. Crean empleo sí, pero de tan baja calidad como los salarios, razón por la que gente con trabajo es incapaz de vivir de su salario.

Y llegada la hora de formar gobierno, el Partido Popular, que presume de haber ganado las elecciones parece obviar que más de 3,5 millones de votantes del año 2011 les han dado la espalda y que nadie quiere juntarse con ellos porque la corrupción y el austericidio les hacen malos compañeros de viaje.

Ciudadanos y el PSOE han firmado un acuerdo, rechazado en las dos sesiones de investidura, con el deseo de que a él se acerquen los demás, pero resulta que Ciudadanos se ve incompatible con Podemos y el PSOE si renuncia al acuerdo firmado y se alía con los partidos a su izquierda y consigue la alianza –activa o pasiva- de partidos nacionalistas tiene conflictos no solo con Ciudadanos, por supuesto con el Partido Popular, sino también, y es lo peor, dentro de su propio partido.

Solo hay dos formas de que las cuentas encajen: una, la llamada gran alianza de PP, Ciudadanos y PSOE; la favorita de los poderes fácticos, del poder financiero y de los representantes del poder real; la única alianza que daría esa “estabilidad” para seguir en la senda de austeridad brutal que hasta aquí nos ha traído.

La otra posibilidad es una alianza de PSOE, Podemos, IU-UP, Compromís, Mareas y otros nacionalistas. Esta alianza implicaría para el PSOE romper el acuerdo con Ciudadanos, ceder algo en cuanto a políticas económicas y sociales se refiere y esperar el control y el ataque permanente de Bruselas y sus representantes: Banca, Ibex35, etc. Y es aquí cuando el reciente conflicto griego surge en todo su esplendor y la pregunta es ¿y entonces qué hacer?

Aunque el resultado final fuese el de ir a unas nuevas elecciones, nunca deberíamos olvidar que salir de la situación actual de dependencia de esta insolidaria Europa, requeriría de unos sacrificios que todos deberíamos saber, conocer, entender y aceptar. Y esta es la parte más importante, dura y difícil de resolver.

Mientras permanezcamos en esta Europa insolidaria, tan permisiva ella en cuanto a la libertad de circulación del dinero –paraísos fiscales y negocio de armas incluidos- y tan restrictiva en la circulación de personas que huyen de las guerras –a las que en su origen, en algunos casos, Europa no es totalmente ajena sino, incluso, instigadora-; mientras Europa intente solucionar este problema humanitario dando dinero a un país, sospechosamente democrático como Turquía, para que haga de tapón del conflicto y sus afectados no nos molesten en esta nuestra “vieja y tranquila” Europa, parece evidente que esta Unión Europea no es el modelo a seguir, ni sus recomendaciones debieran ser el catón a obedecer para poder hacer otra política que propiciase llegar a otro mundo que pudiera ser posible.

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