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Ese demonio que los terroristas llaman Dios

Por Jesús Cotta , 14 noviembre, 2015

La peor blasfemia no es insultar a Dios, sino afirmar que Dios ama el terror, la guerra, el degüello, el sacrificio humano. El mayor insulto contra Dios no es afirmar que es malo o inexistente o ridículo, sino afirmar que Dios ama algo tan feo y malo como matar a alguien porque no cree en Dios o no lo llama Alá, sino Dios uno y trino. Ese es el pecado contra el Espíritu Santo que afirma Cristo que no se puede perdonar: bendecir como santo lo abominable.

El inquisidor, el terrorista, el comisario dedicado a purgar poetas, el eugenesista profesional, cada uno de ellos es más blasfemo que todos los apóstatas del mundo juntos, porque consideran un deber lo que es una abominación.

Si Dios existe, no es solo poder o solo saber o solo majestad, sino amor. Si no, no existe ni me interesa. El Dios que anuncia Jesucristo es amor y eso es lo que le falta al Islam: Jesucristo.

Ese demonio al que los terroristas llaman Dios se lame los labios, pero no con la sangre de las víctimas, que no le pertenecen, sino con la de los terroristas.

Al Dios que ama la libertad de sus hijos, al Dios Padre gracias al cual todos somos hermanos, a ese Dios rezo por las víctimas de París. Ellas hoy representan a todas aquellas personas que mueren a manos de los blasfemos que se creen santos.

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