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Entrevista a Michel Provost, director de «Violette»

Por Israel Paredes , 13 junio, 2014

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El cineasta francés Michel Provost comenzó su carrera en 1997 con Tortilla y cinema, una comedia ligera con cierto interés pero que había nada en ella que apuntara a los logros posteriores del director. Cinco años después, en 2003, dirige El vientre de Juliette, su primer gran retrato femenino a través de un drama contemporáneo en el que el cineasta ya mostraba un trabajo visual elegante, cuidado, recapacitado, muy diferente a su primera propuesta. Estas buenas impresiones sobre el trabajo de Provost toma forma con su tercer largometraje, en 2008, tras cinco años sin rodar, Séraphine, retrato de la pintora decimonónica Séraphine de Senlis, elaborando un trabajo visual basado en el lenguaje pictórico que elabora cinematográficamente para dar como resultado una película excelente con una Yolande Moreau en el papel de la pintora. Lejos de los convencionalismos del biopic, algo que volverá a aparecer en Violette, su última película tras Où va la nuit, de nuevo un drama contemporáneo, Provost está tan interesado en reconstruir el momento como en adentrarse en la psicología de sus protagonistas y en su conflictividad tanto interna como externa, a la par que entregar dos películas que reflexionan sobre la creación artística, pictórica y literaria respectivamente.

Con Violette, interpretada de manera soberbia por Emmanuelle Devos, toma las formas del biopic tradicional, al menos en su apariencia, para darle la vuelta a través de una película estructura a base de capítulos que, aunque con conexión, creando una película fragmentada que va desvelando parte de la vida de la escritora Violette Leduc, considerada la primera escritora en trabajar la llamada autoficción, mostrando cómo su vida acaba convirtiéndose en literatura. Y, a su alrededor, el existencialismo francés que la acogió durante una época tan oscura como al fotografía de la película, la cual va iluminándose paulatinamente.

Hemos conversado con Michel Provost acerca de Violette.

Violette Leduc se asemeja a sus anteriores personajes femeninos en muchos aspectos, especialmente a Séraphine de Senlis. Violette Leduc escribió sobre Séraphine, ¿tuvo algo que ver? ¿Se siente atraído por ese tipo de personajes?

Antes de rodar Séraphine conocí al editor René de Ceccatty y le hablé sobre el proyecto. René me preguntó si conocía a la escritora Violette Leduc, quien había escrito un magnífico texto sobre la pintora. No lo había hecho y me lo prestó. Era excelente. Me sentí atraído por Leduc y comencé a leer toda su obra y tras terminarla me sentí obsesionado tanto por su literatura como por su vida, y me pareció obvio que tenía que realizar una película sobre ella. Tras filmar Séraphine hablé de nuevo con René y le dije que quería hacer algo alrededor de Violette pero que quería que él también fuera guionista. Y nos pusimos a trabajar en ello.

-¿Pueden verse Seraphine y Violette como películas gemelas, complementarias?

Sí, por supuesto, pueden verse como un díptico. Ambas películas tienen puntos en común. Ambos finales tienen algo que las conectan, aunque resulten tan dispares. En Séraphine era muy abstracto, mirando aquel árbol, un final un poco descarnado que no tenía que ver con la triste realidad de la pintora, que murió de hambre. Violette termina, en cambio, con ella cogiendo la pluma y escribiendo, siguiendo hacia delante. Hay muchas más cosas en común aunque ambas películas funcionan por sí mismas, pero está bien verlas como un díptico. Si se ven varias veces, lo cual siempre es bueno para encontrar en las películas diferentes lecturas, creo que se puede apreciar.

-¿Por qué el interés por Violette Leduc y la época de los existencialistas franceses? Se trata de una escritora muy importante pero algo olvidada.

Está muy olvida. Ha vuelto gracias a la película, la verdad, pero es muy curioso porque se la estudia en universidades de Estados Unidos en donde se la considera una gran estilista, pero no en las francesas. Poco a poco su obra ha sido olvidada, apartada, aunque por supuesto siempre haya gente que la lea, pero se ha olvidado lo mucho que se la debe porque fue la primera que realmente practicó la autoficción. Todas las escritoras posteriores la deben algo. En esa época las mujeres no escribían sobre su vida de manera tan directa y tan abierta, tan descarnada. Se la censuró y experimentó muchas cosas por las que hoy en día no pasan muchas mujeres.

-Violette cuenta la historia de una escritora y sus problemas para convertirse en escritora pero también cómo su vida acaba convirtiéndose en literatura.

Desde luego. Ella es su material literario. Es fantástico encontrar esto en aquella época, porque no se hacía. Es un momento muy literario, muy novelesco, pero lo interesante es que ella escribió sobre su vida. Siempre menciona a Jean Genet como su hermano espiritual, pero a éste se le permitía cosas que a ella no porque era hombre. Las criadas la escribió para ella. Violette estuvo margina y quería hablar sobre esa censura como mujer, para mostrar como en pleno siglo XX ser mujer no era algo tan obvio, tan sencillo, y que ahora en el siglo XXI no deberíamos olvidar esas luchas o combates tan complicados para conseguir la igualdad con los hombres. Por eso su obra es tan importante, porque transcendió su condición de humillada para lograr en los años sesenta el éxito y el reconocimiento.

-Emmanuelle Devos es una de las mejores actrices europeas, ¿cómo fue trabajar con ella?

Fue magnífico trabajar con ella, fue como si bailáramos juntos. Es una actriz excepcional. Nos entendimos enseguida. Nuestra forma de trabajo fue muy orgánica. Por ejemplo, si Devos quedaba bloqueada en un momento dado bastaba con ponerla la mano en el hombre y parecía reactivarse. Una mirada, un gesto, eran suficiente para entendernos.

-La fotografía es magnífica. Ives Cape es uno de los mejores directores de fotografía francés, ¿qué aportó a la concepción visual de Violette? Es muy oscura, casi como la época y la vida de la escritora. 

Sí, la película comienza en la oscuridad y termina en la luz. Es el itinerario de esta mujer, la exploración que realiza. La película se divide por capítulos y cada uno responde a uno de los personajes importantes de su vida. Con Ives trabajé la idea de ir insuflando de luz a la película de manera paulatinamente como si naciera del interior de Violette. Hemos trabajado mucho durante meses, reuniéndonos, viendo muchísimo cine. Y todo eso, cuando comenzamos a rodar, de repente apareció y se puede apreciar en la película. Creo que con Ives por fin he conseguido el director de fotografía que me hacía falta.

-Además de director, también eres escritor, pero la película no es nada literaria, el trabajo visual está muy elaborado.

Cuando preparaba Séraphine y estudió su obra pictórica enseguida pensé que era muy cinematográfico: el material estaba presente ahí, en los cuadros. Éstos hablan por sí mismos pero la literatura no, es muy pesado el mostrar a un personaje escribiendo, no funcionaría. Sería muy aburrido. Sabía que Violette debía aparecer escribiendo, pero no demasiado, lo justo. Pero debía entrar en su memoria porque es ese el trabajo de la literatura. Quería realizar un trabajo un poco proustiano, llevar a Violette al centro de su creación, por eso regresa a paisajes del pasado para luego escribir. Porque de repente no sabes lo que pasa cuando regresas y esas sensaciones son las que se transmiten en la literatura. Un proceso de conocimiento personal. La frase que abre la película de Leduc, mi madre nunca me dio la mano, es la base para mostrar, por el contrario, a todas aquellas personas que sí le dieron la mano durante su vida.

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