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ENTREVISTA A JAVIER CASADO, AUTOR DE «ERASMUS»

Por David Acebes , 3 junio, 2017

Javier Casado (Valladolid, 1967). Galardonado en diversos certámenes literarios, publicó en 2015 su primera novela, Jueves. Historia de un extraño encuentro en Las Antípodas. En 2016 salió a la luz su segundo libro El escondite, recopilación de novelas cortas y relatos de naturaleza intimista y fantástica. Erasmus es su primera obra teatral publicada.

D.A.- Tu primera obra teatral, Erasmus, ha sido publicada por Ediciones Irreverentes, editorial que cuenta entre su lista de autores con voces tan consagradas en el género como José Luis Alonso de Santos o Francisco Nieva. ¿Qué se siente al compartir cartel con estos grandes de la literatura? ¿Orgullo? ¿Quizás respeto?

J.C.- Lo cierto es que mis primeros sentimientos son de satisfacción y miedo, en iguales dosis. Satisfacción por haber podido publicar una pequeña muestra de mi literatura en esta extraordinaria editorial, tan comprometida con el Arte y la Autoría. Compartir “cartel” con Nieva o Alonso de Santos da vértigo, y yo he tenido la dicha de ser compañero de Antología con el segundo de los maestros. Y miedo porque un escritor novel como yo está todavía inmerso en un mar de dudas, infinidad de inseguridades y mucho pudor.

2.- Y hablando de José Luis Alonso de Santos, ¿lo consideras tu maestro? Al comenzar a leer Erasmus, enseguida me ha venido a la mente Bajarse al moro… Sobre todo cuando hablaban Pancho y Joaqui, los personajes más jóvenes, y que –como los personajes de Alonso de Santos- emplean sin tapujos un argot juvenil…

J.C.- No sé si consciente o inconscientemente, pero puedo decir que obras como “Bajarse al moro” o “La estanquera de Vallecas”, tanto en su desarrollo dramático como en su lenguaje directo, han influido de modo claro en mi “Erasmus”.

D.A.- Sin embargo, este lenguaje contrasta ferozmente con el lenguaje poético que utilizan otros personajes, máxime en los momentos de melancolía y ensoñación…

J.C.- Sí, fue algo deliberado y buscado. Quería hacer patente la contraposición entre dos mundos cada vez más distanciados. La fractura abrupta entre la familia tradicional y la nueva sociedad en dónde campa a sus anchas el individualismo más atroz y la creciente despersonalización de los sujetos. Las redes sociales igualan la mediocridad y liman las particularidades. Nos hace más planos y grises.

D.A.- Se nota que has disfrutado escribiendo estos monólogos poéticos, casi monólogos interiores, y de paso los haces contrastar con el lenguaje directo de los más jóvenes…

J.C.- Realmente me encuentro mucho más a gusto escribiendo los monólogos de los personajes más adultos, quizás porque soy padre de adolescentes, y mis pensamientos y mi sentir se acercan más al ritmo pausado y poético que al descarnado y descarado de los personajes más jóvenes.

D.A.- Por otra parte, parece que tu obra encierra cierta crítica social contra los jóvenes de hoy en día. Pancho, sin ir más lejos, recibe varios varapalos a lo largo de la obra, debido a su carácter introspectivo y su pose de perdedor ante la vida.

J.C.- No, no se trata de criticar a la juventud. Todo lo contrario. Con el personaje de Pancho intento plasmar mi sentimiento de angustia y desolación ante el futuro o el presente que les estamos legando. Espe, su madre, es dura con él, pero no para hacerle daño o ensañarse, sino para intentar  abrir sus ojos y su mente. Ella lucha para que su hijo no caiga en las garras de los “monstruos” de la civilización más cibernética y alejada del alma humana.

D.A.- Y no obstante, como reconoces en la relatio personae, que figura al comienzo de la obra, las nuevas tecnologías le sirven de escudo al pobre de Pancho para rechazar el papel de heredero de las excelencias de su hermano muerto. ¿Acaso la sombra de la Muerte, esa dama de negro que conocemos todos, planea incólume sobre el argumento de Erasmus?

J.C.- Efectivamente la Señora de la Guadaña es la principal antagonista de la obra como lo es también de nuestro propio devenir. Es el envés y la cara oculta que acecha siempre en nuestra senda vital. Siempre está presente de modo ineludible pero no sólo como una inapelable amenaza sino también como un acicate para buscar la Claridad en nuestro caminar y lo mejor en cada uno de nosotros, evitando su terrible encuentro.

D.A.- Por otra parte, podríamos calificar tu obra como una “tragedia grotesca” o, mejor aún, como una “tragicomedia grotesca”. Por un lado, el tono de comedia lo aportan los personajes Pancho y Joaqui, o Klaus, el novio holandés y cincuentón que se trae María, la hija que vuelve del Erasmus… Por otro, el estado mental del padre, la muerte del hijo, aportarían a la escena su tono más gris y melancólico…

J.C.- Sí, intento a lo largo de toda la obra ejecutar un complicado funambulismo entre la faz más cruel de la realidad con sus espesas negruras, y el soplo de aire fresco que aportan los chispeantes diálogos de los más jóvenes.

D.A.- Incluso me atrevería a afirmar que has querido evidenciar un paralelismo entre el padre con su problema psicológico y el hijo absorbido por las nuevas tecnologías… Ambos casos conllevan, en efecto, distanciamiento y soledad.

J.C.- Por supuesto. Sí, ese es uno de los aspectos más importantes que he querido remarcar. A pesar de reflejar durante toda la trama el distanciamiento de esos dos mundos, luego, por otro lado, se evidencia una proximidad y mimetismo impensable en un inicio. Roberto y Pancho padecen el mismo problema de soledad e incomunicación que quizás no es más que un escudo protector o una cápsula de aislamiento para evitar volver a sufrir.

D.A.-  Asimismo, y si volvemos al tema de la crítica, no puedes negar que has querido plasmar en tu obra una crítica feroz al concepto de familia actual. Cada personaje de esta familia genérica que has imaginado, que bien podría ser cualquier familia de cualquier ciudad, parece que va, permíteme la expresión, a su bola: el padre, con sus sellos y su ajedrez, la hija, con su Erasmus y sus novios, el hijo, con sus ligues por internet… Y, como siempre, la madre intentando mantener el orden…

J.C.- Sí. Esta familia puede representar cualquier hogar de cualquier ciudad de nuestro país e incluso de nuestro entorno mediterráneo. La cohesión del núcleo familiar se ha ido diluyendo atacada por feroces agentes externos como las redes sociales o la inmediatez omnipresente de los medios de comunicación, que han resquebrajado de modo letal los cimientos de la familia basados en el principio de autoridad. Ahora, el “pater familias” tendría que ser un Leonardo Da Vinci para crear dogma y proselitismo dentro de una familia en dónde la información entra por múltiples y variopintas ventanas. Este chorro de datos imparable que anega los hogares actuales pone en entredicho cualquier axioma que pretenda ser infalible.

D.A.- Además está el personaje disparatado y sumamente divertido de Clotilde, la amiga maruja y salidilla de la familia. ¿Qué aporta este personaje, que a mí me parece fundamental, en el desarrollo de la trama? Y no solo por sus diálogos, que serían un filón para cualquier actriz, sino porque al cabo parece el personaje más libre de todos en una familia tan llena de cadenas como la tuya…

J.C.- Clotilde, desde luego viene a convertirse en el personaje principal de la obra. Sobre su figura gravitan todos los acontecimientos de relevancia. Y además es capaz de aportar las notas de humor más desinhibido, abogando por una libertad sin reglas. Ella viene de una familia tradicional pero es quizás la que mejor ha sabido adaptarse  a los nuevos tiempos sin aduanas ni fronteras sentimentales. Su gracia y su salero emergen de un modo espontáneo y natural.

10.- Tampoco pasaré por alto el tema musical; en la obra, de fondo, se oye copla, a Sara Montiel, a Mecano,… Todas son músicas populares que me parecen muy apropiadas para un paisaje tan cotidiano y familiar como el que has sabido crear… Pero, sobre todo, se escucha la música de María, de West Side History… ¿Qué has querido expresar con este trasfondo musical? ¿Es simple cuestión de gusto o esconde un significado oculto?

J.C.- La verdad es que empezó como un juego casual y sobrevenido. El personaje de María se me ocurrió que debía ir acompañado de una música potente, y me acordé en seguida de la estupenda canción de esta maravillosa película. Luego, al elegirla, me percaté que se le podía otorgar más significados: el amor al Clasicismo, al pasado feliz, a la tradición, pero al mismo tiempo dejando la puerta abierta a la rebeldía de aquellos chicos de barrio del musical de Hollywood.

En el resto de las músicas me pasó algo parecido. Empecé jugando con las palabras y acabé dotando a esas canciones de un revestimiento propio para mis personajes y las situaciones por las que deben pasar.

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