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El monje que no vendió su Mercedes

Por María J. Pérez , 26 julio, 2017
 “Mi buen amigo, siendo ateniense de la ciudad más grande y más prestigiada en sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tendrás las mayores riquezas y la mayor fama y los mayores honores y, en cambio no te preocupas ni interesas para nada por conocer el bien y la verdad, ni hacer que tu alma sea lo mejor posible? Y si alguno de nosotros lo pone en duda (…) le increparé diciéndole que siente el menor de los respetos por lo más respetable y el respeto más alto por lo que menos respeto merece”.       Sócrates

La codicia y la avaricia no sólo afecta a los occidentales que vemos continuamente cómo el afán desmedido por los bienes materiales corrompen las instituciones y la sociedad dejando cadáveres por el camino que podrían haberse evitado de haber elegido una vida de principios y valores. Y es que Ética y Corrupción conforman dos polos opuestos de la conducta humana; lo bueno y correcto versus lo que daña o destruye lo bueno.

Uno de tantos casos, por poner un ejemplo, de estas prácticas que envilecen al ser humano, es la del monje budista tailandés Wirapol Sukphol de 37 años, que nada tiene que ver con la del que vendió su Ferrari (fábula espiritual de Robin S. Sharma), sino por el contrario, la del que adquirió no uno, sino 22 Mercedes Benz, además de una mansión en California, otra en su ciudad natal (Ubon Ratchathani) y cuentas corrientes por valor de más seis millones de dólares en 10 bancos diferentes.

Según el Patimokkha, primer reglamento de la orden budista y cauce que ha dirigido más de 24 siglos la vida monástica de uno de los grandes movimientos religiosos de la historia, contempla dos de las abstenciones o mandamientos que Sukphol se ha saltado a la torera;  tener una conducta casta y no acercarse al dinero ni aceptar plata u oros. Así, este representante de Buda, después de haber fundado su propio templo, fue sucumbido por la codicia, y tras su paso como fugitivo en Estados Unidos cuatro años, ha sido extraditado a Tailandia para enfrentarse a la justicia asiática y explicar los cargos de fraude, lavado de dinero y violación que se le imputan.

El punto de partida para que este monje estuviera en el punto de mira del Departamento de Investigaciones de Tailandia (DSI) fue un vídeo difundido por YouTube en 2013 . En la grabación, el budista viaja en un jet privado con otros monjes con equipajes de firmas de lujo, a raíz del cual, la policía comenzó a descubrir las riquezas amasadas por este discípulo de la pobreza y castidad.

Según un reportaje de la BBC, el pseudo monje llegó a comienzos de la década de 2000 a la provincia de Sisaket, donde instalaría su monasterio en una tierra donada y construiría una comunidad de feligreses con argucias de falsos milagros y paseos sobre el agua, además de realizar una réplica -supuestamente de nueve toneladas de oro que resultó ser falsa- del Buda de Esmeralda ubicado en el Palacio de Bangkok. Wirapol no supo ni pudo controlar sus tentaciones cuando se dio cuenta de la capacidad de manejar a las masas que le reportaría unos sustanciosos donativos. Poco a poco logró crear una red de influencias y entablar amistad con importantes políticos de la zona y mantener relaciones sexuales con mujeres entre las que se incluye la madre de su hijo, una niña de 15 años, que ya ha interpuesto una denuncia contra el monje de relajados votos.

A pesar de insistir en su inocencia, Sukphol se enfrenta, en su prisión de Bangkok, a 20 años de cárcel por los cargos que se le atribuyen. Quizás olvidó por el camino los preceptos que nos guían y afectan a todos, valores y reglas de comportamiento universales, tanto para occidentales como para orientales, que contribuyen al bien común y que nada tienen que ver con grandes cuentas corrientes ni coches de lujo.

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