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El machismo y la cultura del miedo

Por Fernando J. López , 18 agosto, 2014

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Vivimos en un país donde han sido asesinadas 36 mujeres en lo que va de año. Un país donde la conciliación de la vida laboral y profesional no es más que un neologismo sin referente alguno. Un país donde las mujeres siguen teniendo graves brechas salariales por ejercer los mismos puestos que los hombres. Y un país donde hay todavía quien afirma eso de «yo no soy feminista ni machista» con orgullo, equiparando dos conceptos que no tienen nada que ver entre sí. Un país donde hay quienes siguen sin enterarse de que feminista es quien defiende los derechos y la igualdad de la mujer, mientras que machista es quien agrede, soslaya, soterra y suprime dichos derechos.

Así que, para no perder esta dinámica de continuo cambio y mejora social, el Ministerio del Interior ha propuesto una lista de medidas para afrontar otro grave problema: la violación. El resultado de su lectura consiste, básicamente, en la afirmación de que ser mujer es problemático, vivir sola es muy arriesgado y la única respuesta posible ante la violencia es el medio. Falta, entre sus lúcidos consejos, el «no provocar» de rigor y alguna alusión al atuendo, pero -por lo demás- este catálogo de medidas no hace más que prolongar el estereotipo más machista en el que las mujeres no deberían ir solas a según que sitio ni a según que horas ni en según qué formas. Supongo que es mucho más barato asustar y, de paso, culpabilizar (podrán decir eso de «ya te lo advertimos»), que mejorar la vigilancia, dotar a la policía de recursos de los que carece o afrontar reformas legales que quizá llevan demasiado tiempo sin quererse, cuando menos, discutir.

Para qué hablar de nada de eso cuando basta pedir a las mujeres que se alejen de las ventanas (¿recuerdan Entre visillos?) o que no pongan su nombre en el buzón. Por si vivir sola no fuera ya suficiente pecado en esta sociedad donde no hay más familia que la católica,  apostólica y romana, ahora resulta que -además de ser motivo de ingreso directo en el infierno- también lo es de peligro inmediato y cotidiano.

Tampoco se ofrecen en este listado medidas educativas, ni se habla de cómo dejar de perpetuar el modelo machista entre los más jóvenes. Al revés, se siguen subvencionando -con el dinero de todos- colegios que segregan por sexos y se insiste en roles que creíamos superados y que, como todo lo que se da por hecho, no lo están. Se me ocurren demasiados ejemplos en mi faceta de docente de comentarios que he escuchado de algunas de mis alumnas adolescentes justificando actos de violencia machista que, según su criterio, son simples actos y pruebas de amor.

Habrá que confiar en las aulas, en las nuevas generaciones, en ser capaces de vencer incluso a reformas educativas y ministros aculturales… Habrá que creer en la literatura, en el cine, en el teatro (sí, todo eso que se están cargando -qué curioso- a base de IVA) y en cualquier medio que nos permita transmitir otro modelo de mujer que no tenga nada que ver con esta imagen obsoleta y machista que nos construyen Gobierno, Iglesia y otras mayúsculas que debieran ser y sentirse minúsculas. Y como con la confianza no creo que baste, lo mejor será seguir luchando. Reivindicando nuestro feminismo y dándole la vuelta a un modelo que no se puede ni se debe mantener.

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