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El gatopardo de los socia..listos

Por Magdalena Cabello , 7 julio, 2014

Definitivamente parece que estamos presenciando un bucle sin fin, un intento de supervivencia entre nervios, una búsqueda de hueco en los medios de comunicación. Un tira y afloja de incrédulos muy creídos que, de cara al público lo intentan hasta el final. Los tres candidatos a liderar el partido «socialista» han ofrecido esta mañana sus respectivas propuestas en relación a la línea que pretenden seguir como cabecillas de la oposición.

No obstante, ¿en qué parte de la democracia cabe un lavado de imagen con el principal objetivo de continuar en el mismo lugar? ¿Es que no se dan cuenta de que se hace -urgentemente-necesario un cambio de hacer política y no un cambio de rostro? En la cultura del envoltorio, hemos aprendido a leer informaciones centradas en el color del traje de los candidatos y el tono de voz utilizado, sin alarmarnos. ¡Y esto es para alarmarse!

La importancia de todo este «espectáculo» radica en el calibre del propio partido, fundado hace ya casi dos siglos apoyado en los pilares fundamentales de la dignidad de la mayoría de la gente. Derribados los pilares, y desaparecido el socialismo, nos encontramos ante un gatopardismo exacerbado por parte de los llamados «socialistas» enmarcado en este propio proceso que nos relatan en estos días. La seudo transformación política a la que hace alusión esta corriente, creada por G. de Lampedusa en su novela Il gattopardo a finales de los años cincuenta, nos brinda una definición muy adecuada para los momentos que estamos viviendo.

«Que todo cambie, para que todo siga igual». Con esta frase, Lampedusa daba paso a lo que en política se ha convertido, prácticamente, en el día a día. Enmarcada en el final del régimen de la nobleza en Sicilia, la historia cuenta el mecanismo con el que el príncipe protagonista consigue aparentar ante la sociedad burguesa, deseosa de cambios y de poder, una transformación radical que, en el fondo, solo es un lavado superficial de la estructura de poder.

Pasados algunos lustros, en el año 2014, una viñeta de El Roto mostraba a un político dirigiéndose a la gente y pronunciando las siguientes palabras:

«He cambiado mis principios, ideas, lealtades y promesas. Pero sigo siendo el mismo». Es desolador que podamos poner en boca de los poderes que nos gobiernan -y no solo nos referiremos al político, supeditado al económico en las cuestiones más estratégicas- precisamente esta idea. El gatopardismo no ha desaparecido porque se ha convertido en el instrumento perfecto, aprovechando el sistema de las «formas» sin contenido, de las grandes fuerzas políticas que mantienen en el poder, por ejemplo, a estos tres candidatos a liderar el partido de los socia..listos que, con frialdad afirmaban hoy la necesidad de devolver al pueblo lo que es del pueblo.

Titular falseado de su verdadero discurso, fueron los primeros desde antes de la crisis que apoyaron la línea de medidas -en pro de la austeridad y el desarrollo nacional- que nos impusieron desde fuera, dejando a los ciudadanos sin defensa política, sin representación y sin democracia.

Hoy se desestabiliza el PSOE, pero mañana lo hará el sistema político por completo, porque todo el sistema es el mismo antifaz que disfraza la economía salvaje, promotora de las desigualdades y derrotada por su propio peso, por su propia contradicción. No hablamos de colores ni ideologías que dividen. El gatopardo maúlla desde el poder, donde no hay ideologías, sino ambición a toda costa.


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