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El ascenso de Podemos según el CIS

Por Carlos Almira , 5 agosto, 2014

La última encuesta del CIS sitúa a Podemos como la tercera fuerza política en intención de voto en España. Esto, que hace unos meses hubiera sido política ficción, ha alarmado a muchos y ha despertado, en cambio, en otros grandes esperanzas de cambio. Quisiera plantear algunas cuestiones al respecto:
1º. Pese al descrédito de “los políticos” en España y en otros países, los Estados modernos posteriores a las dos grandes revoluciones e insertos en su área de influencia cultural, la Revolución Industrial inglesa del último tercio del siglo XVIII y la francesa de 1789, ya no se pueden articular sin Partidos Políticos. Ya sean Dictaduras o Regímenes Parlamentarios con aspiraciones democráticas, todos los Estados funcionan a partir de esa fecha con Partidos (si bien hay que reconocer, con Sartori y otros, que hay una cierta contradicción en la expresión “Sistema de Partido Único”, en estos regímenes hay Partidos en la clandestinidad que expresan, con más o menos dificultad, el pluralismo de la sociedad civil, un pluralismo que ya no puede encontrar su cauce, como hasta entonces, en los estamentos o las facciones políticas o religiosas).
2º. Consecuencia de lo anterior es que las crisis de los Estados, a partir de esas fechas, son en el fondo, crisis de los Sistemas de Partidos institucionalizados en ellos: así, por ejemplo, la crisis de la URSS desde los 80 fue la debacle de un Capitalismo de Estado basado en un régimen totalitario de Partido Único que se había vuelto inoperante; la crisis del modelo del Penta-partito en Italia fue el hundimiento de un sistema de contención del Partido Comunista en este país, en torno a la Democracia Cristiana y la Social-Democracia, que ya no tenía mucho sentido al final de la Guerra Fría. Etcétera.Encuesta del CIS
3º. El paso del Franquismo al régimen parlamentario en España en la segunda mitad de los años 70 puede interpretarse, además de como un cambio social, como un cambio en el Sistema de Partidos. El sistema constitucional del franquismo, entendido como una dictadura personal, tenía una debilidad insuperable, biológica, que era la vida del dictador. Sin embargo, contrariamente a lo que se suele creer, el régimen salido de la guerra civil que sólo reconocía como legal un Partido Político (FET y de las JONS), incluía en su funcionamiento, ya fuera a través de las llamadas “familias del régimen”, ya del Sindicato Vertical, ya de organizaciones afines o incluidas en la Iglesia Católica, de muy distinto signo, ya en fin, en la clandestinidad de los Partidos anteriores a la Guerra Civil, un mecanismo propio de los sistemas de Partidos. La sociedad española de aquella época no podía articularse políticamente en torno a facciones, clanes, familias o estamentos: la propia división del trabajo inducida por la economía industrial moderna no era compatible con eso. Luego, pese a toda la retórica anti-partido del régimen, heredada de los discursos totalitarios y antiliberales del periodo de entreguerras, el régimen de Franco incluía, fuera de sus cauces legales, el juego de grupos y partidos políticos, que serían claves en la llamada Transición tras la muerte de Franco.
4º. En la medida en que esta Transición optó, frente a la llamada entonces “ruptura democrática” por un “cambio pacífico de régimen” sin quiebra institucional, en nombre de consignas como la “reconciliación de los españoles” (que se remontan a los años 50, tras el fracaso de la lucha guerrillera y de las esperanzas de derrocamiento de Franco por los aliados, vencedores de la Segunda Guerra Mundial, cuando esta línea de oposición a la Dictadura fue promovida curiosamente desde el PCE, el Partido más importante con diferencia en la oposición al franquismo), en esta medida, y con todas las reservas que se quiera, el Sistema de Partidos que se va a configurar en España en estos años será “heredero” en muchos aspectos fundamentales, del que se había articulado en la propia Dictadura (ya para sostenerla, ya para forzarla a tomar un rumbo u otro, ya para destruirla desde la oposición, cuyo programa político de un signo u otro, fuera incompatible con ella).
5º. Este Sistema de Partidos, se configura y se consolida fundamentalmente tras la desaparición de decenas de grupos políticos que se presentaron a las primeras y a las segundas elecciones «democráticas», por un proceso de selección electoral que sólo permitió perdurar a los que obtuvieron algunos escaños. En este momento el PSOE salido del Congreso de Suresnes consiguió desplazar al PCE, cuya labor contra la Dictadura había sido infinitamente más importante. Por su parte, tras el experimento apresurado de la UCD de Suárez, en torno al sector reformista del franquismo (Fraga) se articularía primero AP y después el PP, tras integrar, junto a este sector, a los grupos liberales y demócrata cristianos, y enseguida a sectores afines a la extrema derecha, que se habían quedado sin referentes reales (fracaso electoral de Fuerza Nueva e insignificancia de la Falange no unificada). Paralela a esta articulación ideológica, el Sistema de Partidos incluyó el factor territorial (nacionalistas vascos y catalanes, sobrerrepresentados merced a la Ley Electoral, por la selección de circunscripciones electorales, dentro del nuevo pacto constitucional, que también cuajaría en estos años).
6. Dentro del Sistema de Partidos que así se consolida, y como piezas claves del mismo, estarán otras dos fuentes claves del poder social: el mundo empresarial (grandes empresas y bancos, nacionales y foráneos); y la propia Monarquía, que fue un agente básico en la perpetuación del sistema de poder social salido de la guerra civil (algo cada vez más percibido, de un modo más o menos claro, por una parte de la sociedad española). ¿En qué sentido? Desde el principio, este régimen parlamentario pivotó sobre un consenso (que no llegó a ser turnismo, pero sí bipartidismo excluyente) entre el PSOE y AP/PP, por una parte, y paralelamente junto a ambos, PNV y CIU por otra. Este acuerdo o consenso no escrito, consistía entre otras cosas en que cada Partido Político (incluidos los nacionalistas) funcionaría en torno al triángulo: Partido/Administración/Mundo Empresarial, allí donde los votos le diesen el poder, desde el nivel municipal, hasta el de las autonomías y el Gobierno Central. Tanto el sistema electoral (restrictivo de la soberanía nacional, en el Estado, y no democrático al nivel de las propias organizaciones –algo extensible a los dos grandes sindicatos y a la CEOE-), como el régimen (sujeción del Poder Judicial al juego constitucional así diseñado), debían garantizar una larga estabilidad al sistema.
6. De esta forma, los Partidos Políticos con opciones reales de gobierno (y sus sindicatos obreros o empresariales afines), por una parte; las instituciones del Estado y la administración (incluido el poder judicial), por otra; y el gran mundo Empresarial, debían articularse para hacer coincidir sus intereses particulares con la gestión de los recursos públicos. El papel del Rey debía ser, además de estabilizar este régimen, intermediar (actuando a menudo como un gran comercial) entre estos intereses, tanto dentro como fuera del país. Para ello era precisa una cierta aquiescencia del convidado de piedra: el pueblo español, que se consiguió sin mucha dificultad hasta la crisis iniciada en 2007 (fundamentalmente, tras el desencanto de la izquierda con el Referéndum de la OTAN y las huelgas generales desde los años 80). Junto a estos tres actores fundamentales funcionó admirablemente un sistema de medios de comunicación en perfecta sintonía con él; así como una cultura oficial que gestionaba la denominación o marca del régimen parlamentario como Democracia Plena (desde la Universidad clientelar y elitista, hasta las figuras señeras del arte, el cine, la literatura, o incluso el deporte, emblemas vivientes de lo que luego se llamaría la “marca España”).
7. La crisis desencadenada durante el último gobierno de Zapatero y el surgimiento del 15 M. significó un primer resquebrajamiento de este Modelo, entre otras cosas porque mucha gente empezó a percibir a la “clase política” no como parte de una posible solución sino como parte de sus problemas (algo que en los adormecedores años de la reconversión y luego del ladrillo no se había ni siquiera, barruntado). La crisis ha transformado las condiciones de vida de buena parte de los españoles para peor, y esto ha hecho visible la constitución real configurada tras la muerte de Franco en España. La corrupción es una parte más de nuestro actual orden y funcionamiento constitucional, y eso la gente, que cada vez tiene más dificultades para vivir con un mínimo de dignidad, lo empieza a percibir cada vez con más claridad.
8. Al principio este desencanto se expresó en internet, luego en las plazas, luego en torno a las instituciones claves como el Congreso o el Parlament, y por fin, con el ascenso “inesperado” de Podemos en las Elecciones Europeas, en las urnas. Antes de esto último, las fuerzas políticas que parecían llamadas a recoger “desde dentro de las instituciones” el fruto del descontento, eran básicamente Izquierda Unida y UPyD, que de hecho tuvieron un ascenso notable tras el fin del PSOE de Zapatero. Esto parece que ha cambiado también, aunque aún es pronto para aventurar una evolución clara de estas fuerzas.
Con independencia de la simpatía o antipatía personal, ideológica, etcétera, que nos merezca este ascenso de Podemos que señala el CIS, sí parece claro que algo se está moviendo en los cimientos mismos del Sistema de Partidos salido de la Transición. También parece claro que, en este caso, falacia ad hominem aparte, este ascenso (de intención de voto, de simpatizantes, de afiliados, etcétera) no puede interpretarse como una amenaza contra la Democracia (como lo fue el crecimiento del Partido de Lenin en 1917, o del de Hitler en 1933, o el aumento de afiliados de la Falange entre febrero y julio del 36) sino, en todo caso, como una amenaza para el propio sistema de Partidos salido del postfranquismo. Aunque será como siempre, el Tiempo quien tenga la última palabra, hoy por hoy parece claro que quien desee un cambio de modelo político en España tiene una opción clara, algo que hasta hace unos meses hubiera sido tachado de utopía o política ficción. Que cada cual saque sus conclusiones.


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