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Dogmática, inútil, popular, primitiva economía

Por Eduardo Zeind Palafox , 29 octubre, 2018

 

Por Eduardo Zeind Palafox

La economía es limitada por la ideología burguesa, que Marx llamó “bürgerlichen Horizont”. La sociología, ciencia enemiga de todo mito, dice que la economía, por ser burguesa, opera de modo confuso (“Konfuse Weise”, dice Marx). Aventuro, para razonar lo dicho, conjeturas históricas. Es que los burgueses despreciaron, en épocas revolucionarias, todo lo que era imperioso, por ejemplo, para ser humanista, es decir, conjunción de sacerdote, soldado y artista. Fe, caridad, valor, honor, sensibilidad, imaginación, virtudes del humanismo, fueron guillotinadas y sustituidas por la vulgaridad intelectual, por la costumbre de reducirlo todo a imágenes.

Roland Barthes, en libro llamado “Mitologías”, afirma que la pequeña burguesía suele geometrizar lo humano, odiar lo histórico, transformar lo desconocido en lo conocido, contabilizar lo que no puede ser contabilizado, etcétera. Desdeña, dígase en pocas palabras, todo lo complejo, todo lo que “se compone de elementos diversos”.

La economía, como la sociología, piensa y conoce sociedades. Para la primera las sociedades son “mercados”, sustancia uniforme, y para la segunda son variadas cosas, como familias, sociedades civiles, etcétera, es decir, variedad de sustancias. Luego, para la economía las sociedades pueden conocerse por conceptos generales, como los de “psicología del consumidor” o “hábitos de consumo”, o por conceptos singulares, como los de “español”, “pobre” o “rico”. Para la economía, así, los datos de lo que estudia son claros, positivos, posicionados, y ostentadores de causas fácilmente discernibles y necesarias. Para la sociología la cuestión es distinta. Para ella las sociedades sólo son pluralidades, mezcolanzas que ostentan datos siempre indefinidos, causas problemáticas y contingencias.

J. Shapiro (1), por ejemplo, dice que las empresas, al escrutar mercados, deben buscar el “qué” (“what”), “patrones” (“patterns”), y después el “por qué” (“why”), evitando todo prejuicio (“assumption”). Después asevera que se debe aderezar el escrutinio con datos cualitativos (dice “qualitative approach”), que se extractarán con “grupos de enfoque”, “entrevistas” y “observación”. También sostiene que los mercados deben analizarse, conocerse “rigurosamente” (“rigorous testing”) a través de “experimentos aleatorios” (“randomized experiments”). Y finalmente escribe que todo lo dicho debe conglobarse en factores temporales y variados (“temporal and other factors”). Nótese la inocencia epistemológica de Shapiro, que no aconseja estudiar la realidad social, lo plural, sino urdir imágenes a partir de axiomas imaginarios.

Ante lo que es plural, indefinido, accidental, aparentemente incausado, contingente, hay que hallar aspectos. Aspecto es una forma que procede únicamente de una de las estructuras constitutivas de aquello que estudiamos. El habla, por ejemplo, está hecho de proposiciones conformadas por palabras, de palabras hechas de sílabas, de sílabas hechas de vocales y de consonantes. Las frases pronunciadas por los extranjeros, piénsese, no son incomprensibles cuando son mal pronunciadas, sino cuando carecen de estabilidad semántica. Luego, vocales y consonantes, lo fonético, no es constitutivo, pero sí la semántica de las palabras.

Con las formas procedentes de las estructuras constitutivas de los hechos sociales podemos crear lenguajes morfológicos, que señalan sólo formas, no contenidos. Es que las sociedades, de tan confusas, sólo pueden dispensarnos formas, tanto momentáneas como perdurables (las formas perdurables no son patrones de un quid, de un todo, sino fragmentos de la realidad). Con tales formas se soluciona sólo momentáneamente la antinomia de lo simple y lo compuesto, que de ordinario confunde a los sociólogos. El lenguaje morfológico nos dice dónde empieza y dónde acaba, digamos, un hecho psicológico y un hecho político. Quien sale de pacífico, justo país afanando mejorías pecuniarias, actúa psicológicamente, y quien sale de bélico, injusto país afanando sobrevivir, actúa políticamente.

Por eso K. Popper (2) enseña que la sociología debe conformarse con plantear “problemas”, con describir las lógicas de cada situación captada (“logic of the situation”), con recordar que el concepto de “objetividad” depende más de las tradiciones críticas que de los métodos y técnicas de las ciencias, y con aplicar a lo que estudia la lógica deductiva, único instrumento crítico independiente de toda ideología.

La economía, creyendo que las sociedades son todas mercados, es decir, agrupaciones de personas regidas sólo por menesteres materiales (subordinadas siempre a lo económico), crea imágenes de estudio, no objetos de estudio. Toda imagen es un grupo de objetos que se presenta atemporalmente, es decir, sin movimiento (parece lo dicho perogrullada, mas no lo es), por lo que puede ser leída, interpretada, desde cualquier parte de ella. Causa, así, la subjetividad y que se crea que los hechos del mundo son reversibles. Con tales imágenes llena la economía (“Erfüllung”, dice Kant) los conceptos lógicos que toda ciencia necesita para fundamentarse. Y las imágenes se piensan mediante categorías constitutivas, matemáticas. La sociología, en cambio, creyendo que las sociedades son pluralidades, es decir, que no son todas mercados, crea objetos de estudio.

Los objetos no son agrupaciones atemporales de objetos, sino formas nítidas hechas de notas nítidas. Los objetos, para ser realmente objetos y no imágenes, es decir, cosas sin contexto, son nombrados estrictamente o por su sustancia (oro, plata) o por su geometría (pirámide, cubo) o por su origen (veracruzano, hebreo) o por su fin (sacacorchos, sacapuntas) o por su posición (rey, arriba, lacayo, abajo). Esas nomenclaturas sólo son inteligibles, significativas, porque pertenecen a una arqueología o conjunto de objetos pretéritos que las justifican, y a una arquitectónica o modo de vida por el que son situadas coherentemente, y a una arquetípica o conjunto de ideas que pretenden materializar.

El arte popular (“pop art”), cosa muy gustada por los sociólogos de los empresarios, dice Samantha Culp (3) que se distingue del gran arte (“high art”) porque es brillante (“shiny”), colorido (“colorful”) y adecuado a las redes sociales (“Instagrammable”), es decir, mera imagen que habla a los sentidos, a la subjetividad. El gran arte, distintamente, es político (“political”), conceptual (“conceptual”) y retador (“challenging”), es decir, critica regularmente la arqueología, la arquitectónica y la arquetípica de marras.

Los verdaderos objetos de estudio, luego, se piensan mediante conceptos regulativos, dinámicos (sustancia y accidente, causalidad, disyunción). Tales categorías, dice Kant, son: “principios regulativos del uso sistemático del entendimiento en el campo de la experiencia” (“regulative Principien des systematischen Vertandesgebrauchs in Felde der Erfahrung”). La experiencia, sin esos principios reguladores, no podría realizar constantes distinciones sensoriales e intelectuales (categorías), y sólo captaría contingencias, y no podría urdir taxonomías ni sistematizar el conocimiento. Con imágenes de estudio, que son resultado de captaciones sensoriales inocentes, es decir, “rapsodias de percepciones” (“Rhapsodie von Wahrnehmungen”, dice Kant), sólo se pueden hacer sistemas acumulativos.

La mentalidad salvaje, primitiva, dice Lévi-Strauss (4), transforma las especies animales y vegetales que nota (que vuelve imágenes) en categorías intelectuales, y crea para cada animal o vegetal sistemas cosmológicos, y entremezcla y acumula tales sistemas. El pensamiento salvaje, así, se parece al pensamiento de los economistas, que por trabajar con imágenes (con lo que se nota) y no con objetos (que no se notan, sino se interpretan), acumula, se apesadumbra y es poco eficiente.

Con objetos de estudio, que son resultado de captaciones no sólo sensoriales, sino también intelectuales y críticas, se hacen sistemas progresivos. Sistema, dice Kant, es: “unidad de múltiples conocimientos bajo una idea (“ein Einheit der mannigfaltigen Erkenntnisse unter einer Idee”). Y las ideas, tenemos dicho, proceden de la arquetípica, que es el origen de toda creación humana.-

Fuentes de consulta:

(1) SHAPIRO, Joel, Help Your Team Understand What Data Is and Isn‘t Good For, MITSloan Management Review, 12 de octubre de 2018.

(2) POPPER, ADORNO, DAHRENDORF, HABERMAS, La lógica de las ciencias sociales, Colofón, México, D.F., 2008.

(3) CULP, Samantha, Brands Like Nike and PepsiCo Are the New Art Patrons, The Atlantic, 10 de octubre de 2018.

(4) LÉVI-STRAUSS, Claude, El pensamiento salvaje, FCE, México, D.F., 2008.

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