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Doble sentido

Por Oscar M. Prieto , 6 mayo, 2021

Limitaciones de derechos, de libertades, cierres perimetrales. Aunque todo se andará, todavía no han prohibido esa otra forma de viajar que es subirse a un libro, leer. Aprovechemos mientras podamos. Ultimo, el protagonista de “Esta historia” – una novela de Baricco de la que apenas recuerdo la emoción de leerla-, tenía un sueño, como todos los seres humanos pero él, a diferencia de la inmensa mayoría, vivió para realizarlo: “Construir una carretera en la que quepa toda mi vida, curva tras curva, todo lo que mis ojos han visto y no han olvidado”.

El hombre es el animal que traza caminos. La geografía se vacía. Nos amontonamos en ciudades. Construimos carreteras que unen una ciudad con otra, creando la ficción de movimiento. Pero, visto desde arriba, el mapa de autovías se asemeja a una inerme telaraña. Lo llamamos progreso, pero la civilización comenzó su declive con las carreteras de varios carriles de sentido único.

Circulamos, cierto, pero el movimiento es algo relativo y en verdad no nos movemos, vamos todos hacia el mismo sitio. Adelantamos, nos adelantan, unos paran antes, otros hacen un descanso, poco más. En las tranquilas autopistas, uno llega a olvidarse de toda referencia externa, va pensando en lo suyo, sin preocuparse de los demás, sin sobresaltos. Como nadie viene de frente, hemos perdido la costumbre de tratar con el contrario.

Conducir por carreteras de doble sentido, sin embargo, te obliga a estar alerta, pendiente de lo otro, de lo distinto. Te exige medir las distancias, calcular tu posición, valorar si es apropiado acelerar o conviene retrasarse, esperar. Una carretera estrecha, te obliga a tener siempre presente lo que viene, te enseña a compartir espacio, a respetarlo, pues invadirlo por creerlo tuyo, puede tener como resultado la colisión, el choque.

Así vivimos hoy, vamos por carreteras por las que sólo circulan los que piensan lo mismo que nosotros. Estamos perdiendo la capacidad y el buen gusto de cruzarnos con los que piensan diferente. Se nos está atrofiando la virtud de incluir lo distinto, incluso lo contrario, en nuestros viajes. Nos sorprende y hasta ofende que alguien pueda opinar en otro sentido. No queremos que nadie nos moleste en nuestro caminar, que nadie nos haga dudar, preferimos la seguridad de seguir a los que piensan igual. Y que en la mediana planten setos altos para ni ver a los otros.

Salud.

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