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Día Internacional de la Mujer Trabajadora

Por Sonia Aldama , 8 marzo, 2015

 

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Cada año, cuando llega el día de la Mujer, escuchamos y leemos quejas sobre por qué hay que celebrar este día: frases hechas, tópicos, la falta de conciencia de género o personas que empiezan la frase con: yo no soy machista pero… Y la respuesta es clara, las mujeres, hoy, en el siglo XXI seguimos sufriendo discriminación y somos un colectivo vulnerado y vulnerable; no es necesario recurrir a estadísticas, lo sabemos, pero lo cierto es que más de 17000 niñas están en riesgo en nuestro país de ser víctimas de la mutilación genital, y en todo el mundo, 140 millones de mujeres y niñas sufren las consecuencias de la ablación del clítoris. En España mueren cada año decenas de mujeres víctimas de malos tratos, el paro femenino es mayor, las empresas pagan más a los hombres, muchas mujeres si queremos tener hijos nos vemos abocadas a trabajos precarios, a medias jornadas o estancamiento laboral sin posibilidad de ascenso, y si no los tenemos, debemos competir de forma salvaje para “demostrar” que merecemos el mismo salario, trato y puesto que un hombre. El hecho de que algunas mujeres no vivan ninguna de las situacones que acabo de describir, no significa que no sea un tema real, que no suceda o que debamos mirar hacia otro lado porque nuestra posición en la sociedad no se identifique con las cuestiones planteadas. Mucho «no» en este párrafo, dirán, y es la negación de la realidad uno de los grandes problemas que nos impiden avanzar.

El día Internacional de la Mujer trabajadora es uno más para muchas mujeres que cada día, en sus hogares, en las empresas, en las calles, reivindican y luchan por unos derechos que, una vez conseguidos, con siglos de esfuerzo, muertes y batallas interminables, son de nuevo arrebatados.

Hoy, como cualquier otro día, deberíamos ser conscientes de que reivindicar y luchar por los derechos de las mujeres es imprescindible para avanzar, y sobre todo, tener conciencia del hecho en sí y no mirar tan lejos para darnos cuenta de que, desde nuestro nacimiento, ya nos marcan como a las vacas colocándonos pendientes o imponiéndonos el apellido del padre, y que tener una hija y no ponerle aritos en las orejas y darle tu apellido en primer lugar, supone ya un conflicto, como si la madre estuviera retando a la sociedad en la que vive simplemente por utilizar un verbo: elegir.

La escritora británica Virginia Woolf escribió hace 85 un ensayo titulado “Cuarto propio”, un texto del que se habla mucho pero que pocos han leído, la vigencia de este libro en el siglo XXI es descorazonadora, aunque ya advirtió Woolf, que pasaría un siglo  hasta que se notara algún cambio, alguno hemos percibido, pero por cada avance hay varios retrocesos, ¿y si las mujeres hicieran lo que proclamaba Virginia?: atreverse a escribir exactamente lo que piensan.  La  autora escribió este libro en pleno periodo de entreguerras, está basado en dos conferencias impartidas en octubre de 1928, en la Sociedad Literaria de Newnham College y en la Odtaa de Girton College, en Cambridge. Voy a terminar con el final del libro, que es casi como el comienzo y que espero que incite a la lectura de “Cuarto propio”:

“Os he dicho durante el transcurso de esta conferencia que Shakespeare tenía una hermana; pero no busquéis su nombre en la vida del poeta escrita por Sir Sydney Lee. Murió joven… y, ay, jamás escribió una palabra. Se halla enterrada en un lugar donde ahora paran los autobuses, frente al «Elephant and Castle». Ahora bien, yo creo que esta poetisa que jamás escribió una palabra y se halla enterrada en esta encrucijada vive todavía. Vive en vosotras y en mí, y en muchas otras mujeres que no están aquí esta noche porque están lavando los platos y poniendo a los niños en la cama. Pero vive; porque los grandes poetas no mueren; son presencias continuas; sólo necesitan la oportunidad de andar entre nosotros hechos carne. Esta oportunidad, creo yo, pronto tendréis el poder de ofrecérsela a esta poetisa. Porque yo creo que si vivimos aproximadamente otro siglo —me refiero a la vida común, que es la vida verdadera, no a las pequeñas vidas separadas que vivimos como individuos— y si cada una de nosotras tiene quinientas libras al año y una habitación propia; si nos hemos acostumbrado a la libertad y tenemos el valor de escribir exactamente lo que pensamos; si nos evadimos un poco de la sala de estar común y vemos a los seres humanos no siempre desde el punto de vista de su relación entre ellos, sino de su relación con la realidad; si además vemos el cielo, y los árboles, o lo que sea, en sí mismos; si tratamos de ver más allá del coco de Milton, porque ningún humano debería limitar su visión; si nos enfrentamos con el hecho, porque es un hecho, de que no tenemos ningún brazo al que aferrarnos, sino que estamos solas, y de que estamos relacionadas con el mundo de la realidad y no sólo con el mundo de los hombres y las mujeres, entonces, llegará la oportunidad y la poetisa muerta que fue la hermana de Shakespeare recobrará el cuerpo del que tan a menudo se ha despojado. Extrayendo su vida de las vidas de las desconocidas que fueron sus antepasadas, como su hermano hizo antes que ella, nacerá. En cuanto a que venga si nosotras no nos preparamos, no nos esforzamos, si no estamos decididas a que, cuando haya vuelto a nacer, pueda vivir y escribir su poesía, esto no lo podemos esperar, porque es imposible. Pero yo sostengo que vendrá si trabajamos por ella, y que hacer este trabajo, aun en la pobreza y la oscuridad, merece la pena.”

Virginia Woolf. Un Cuarto propio. 1929

*Ilustración: Guadalupe Aldama

 

 

 

 

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