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Das Phänomen als das Gesetz

Por Eduardo Zeind Palafox , 18 marzo, 2019

 

Por Eduardo Zeind Palafox
Las económicas ciencias capitalistas de hoy, diría Karl Marx leyendo las agudas críticas de Sen, aún son mera “compilación erudito-sincrética, ecléctica y carente de todo carácter” porque tienen “das Phänomen als das Gesetz”. Proposiciones basadas en lo aparente, contingente, no universal, no necesario, es decir, contradictorias, siendo conciliadas no urden ciencias, sino antinomias, esto es, arbitrariedades históricas (aristocrática apropiación de la tierra), físicas (el hombre blanco es laborioso), políticas (nacionalidades, folclores) y teológicas (esas “fabulis et genealogiis interminatis” con que se legitimaban privilegios).
Tales arbitrariedades no existían en la economía clásica, dice Marx, que afanaba ser científica porque no se basaba únicamente en la “intuición” (“Ahnung”) y en la “apariencia” (“Schein”), sino en el penoso escrutinio de las formas fundamentales (“Grundform”) del plusvalor, de la ganancia, de la renta, etc. La economía clásica, tergiversada por gentes mediocres intelectualmente, incapaces de alzarse sobre los propios prejuicios de clase, dejó de ser científica para ser vulgar, hórrido “fetichismo” (“Fetischismus”), y después apologética, optimista, y últimamente profesoral (1). La economía, en suma, ya no busca permanencias, causas y leyes útiles para desarrollar genéticamente críticas, conceptos y categorías científicos (“genetisch zu entwickeln”), sino emitir fanfarrias hacia lo visible y envolver tales fanfarrias con fechas, nombres célebres y coyunturas tecnocráticas, es decir, con propaganda.
Ejemplo de lo dicho es el vendimiesco promotor de la avaricia Philip Kotler, que notando que las sociedades de todo el mundo descreen ya del capitalismo, sugiere deprecando que toda mercancía sea materialización de lo ético, de valores (“value”), y que los capitalistas dejen de ser concentradores de medios de producción, acumuladores de riquezas y pérfidos socios endogámicos para ser solucionadores de problemas sociológicos y políticos. Afana, dígase en nimias palabras, que el capitalismo recupere el crédito que antaño lo alzaba (2). El “crédito”, la “fama”, la “reputación”, dice, configuran los actos de los pueblos capitalistas (“driving human behavior”), y por eso es menester no el ofertar magnas mercancías, sino el dispensar propagandas por doquier.
Todo propagandista, para persuadir a las masas, debe conocer la mentalidad de ellas, mentalidad conformada por necesidades fisiológicas, psicológicas, sociológicas y mitológicas. Los capitalistas, que hoy dicen son “marcas”, “símbolos”, desean ser propagandistas, por lo que dedican grandes peculios al inquirir la mentalidad de la gente. Fomentan, según se lee en los periódicos y en las revistas pequeñoburguesas, esto es, para enclasados, esnobistas, racistas y elitistas, el utilitarismo aquende, el igualitarismo allende, el liberalismo por la noche y el conservadurismo por el día, y todo embutido en los términos “salario” y “bienestar”.
Refiere Moshe Halbertal (3) que A. Sen, economista pluralista, no relativista, afirma que la palabra “bienestar” (“well-being”) es: “just a softer name for self-interest and egotistical harshness”. Expongamos los elementos de dicho egoísmo. Es que la propaganda, o arte de verter ideologías en ajenos pueblos, es siempre etnocéntrica. Los pueblos carentes de agua, verbigracia, transformarán la acuosa fuerza en diosecillo, en rito, en mito, que querrán desparramar, inocular, en otros pueblos. La propaganda no se ciñe al simple hablar de asuntos biológicos, y enarbola, para convencer, definiciones antropológicas respondiendo, p. ej., las famosas preguntas kantianas, o sea, instaurando metafísicas, moralinas y religiones. Con lo instaurado se persuade, se mueve la voluntad no fugazmente, sino con firmeza, con entimemas, que por ser apriorísticos son irrefutables para los poco avisados en achaques de lógica.
Esgrimamos la filosofía kantiana para señalar los movimientos de la propaganda capitalista (4): primero vitorea la intuición (“Anschauung”), lo sensorial, y paraliza el instante (“Augenblick”) captado por la intuición y lo vuelve imagen, fenómeno, representación (“Vorstellung”, “demonstratio”, “ostentus”), que sólo puede recorrerse (“durchlaufen”), interpretarse, si se acatan las ideas unificadoras (“Einheit”) dictaminadas del paralizador. Recuérdese el “Trau keinem Fuchs auf gruener Heid und keinem Jud”, que nos muestra, por ejemplo, una distraída y alemana rubia con un judío no rubio (contraste en la intuición), judío que según el instante pintado aparentemente afana embelesar con pétreos subterfugios. La imagen, harto ecléctica, tiene por vórtice joyerías, y por ardides maniqueos el inocente blancor y la ascética delgadez de la mujer y el maligno negror y la concupiscente redondez del judío.
Todo rétor o persuasor sabe que al perorar o pintar debe manejar el lenguaje del mundo del público al que desea mover. El tracista de la imagen comentada dícenos que toda mujer, sea “arya”, amulatada, china, algo tiene que ver con las joyas. El judío de marras es mercantilista, mas la mujer es capitalista, pues parece que gusta de trabajar, de sudar, no para complacerse sensorial o mentalmente, sino para acumular riquezas con rigor pietista. Ha poco oí que un “budista” dijo que las dolencias físicas nada son en mentalidades alegres, y que enfermos, sanos, cansados, vigorosos, deberíamos laborar. ¡Budista capataz!
Otro ejemplo. George Orwell (5) ha escrito que los obreros ingleses notan en la palabra “socialismo” no fraternidad, igualdad, etc., sino casas, jardines, una vida placentera (“high standard of life”). Piensan, o mejor dicho, no piensan, sino sólo yuxtaponen imágenes que no crean conceptos, sino vulgares sintaxis (“materialistic terms”) que son óbice de la sensibilidad, del razonamiento y de la libertad. La propaganda forja insensibles que son persuadidos con tautologías, y además fetichistas que son persuadidos con perogrulladas, y también deterministas que son persuadidos con argumentos antihistóricos o ahistóricos. Tautología, fetichismo y determinismo acostumbran a las masas al exclusivo manejo de proposiciones analíticas y al desdén de las sintéticas.
Unos, hoy, quéjanse del mucho ladrar de los perros vecinales, y tales quejas son atajadas con la frase: “Los perros ladran”. La frase, tal cual se lee, cual imagen, es analítica, pero es irreal porque todo ser, para existir, necesita un contexto insoslayable. La frase, nótese, es congénere del insensible porque carece del concepto de “intensidad” (“intensive Grösse”), que la volvería así: “Los perros ladran, pero no debieran ladrar en demasía en la ciudad”. Otros quéjanse de los niños que lloran donde el silencio es señor, y tales quejas son escamoteadas con la frase: “Los niños lloran”. La frase, condigna del fetichista y careciendo del concepto de “causalidad” (“Causalität”), es analítica, pero también irreal por las antedichas razones. Sintética sonaría: “Los niños, por alguna causa discernible, alterable, lloran”. Último ejemplo de dialéctica fecal. Las universidades aseveran que los jóvenes, sólo por haber sido engendrados recientemente, modernizan el mundo. “Los jóvenes modernizan”, sin el concepto de “problematicidad” (“problematische”) y sin acotamientos filológicos, es frase de cariz analítico. Pero los jóvenes sólo modernizan allegando e innovando filosofías, ciencias y técnicas pretéritas y del día.
Tamañas frases necias son vulgar propaganda capitalista en labios del pueblo, y proferidas enfáticamente son sincréticas porque entremezclan en imágenes lo psicológico, lo ético, lo biológico sin ton ni son, esto es, creen que los fenómenos son leyes («das Phänomen als das Gesetz»).-
Referencias: 
(1) Cfr. Hacia un Marx desconocido. Un comentario de los MANUSCRITOS DEL 61-63, de Enrique Dussel. El cap. II, “El fetichismo de la economía vulgar y apologética”, expone filosóficamente el modo en que la economía, para justificar la explotación, el estrujamiento de la clase obrera y demás estafas, ignora los orígenes del plusvalor, como el trabajo vivo (“Lebendiger Arbeit”), la laxitud lógica de los economistas, que creen que el “dinero” es ente autonomizado (“Verselbständigun”), o la apropiación de la producción intelectual de la humanidad (“gesellschaftlichen”).
(2) Risking the Brand: When Companies Value Profits Before People, de Philip Kotler, publicado en “The Marketing Journal” el 29 de abril de 2018.
(3) The Ideal and The Real, publicado en “The New Republic” el 11 de diciembre de 2009. Toda gran teoría justiciera, dice el economista A. Sen en libro llamado “The Idea of Justice”, es sólo construcción de la razón pura, cosa no factible y que estorba el pluralismo, sobre todo, ético. Dice Halbertal que Sen, por ser conocedor de las orientales culturas, razona con más agudeza que los razonadores occidentales, es decir, razona con más realismo, con más humanismo, por lo que nota que el cuantificar la vida humana es gran error ideológico de los economistas. Del libro de Sen dice Halbertal: “The repudiation of the economicist account of life is one of this book´s most valuable achievement”.
(4) Kant, Kritik der reinen Vernunft, sección de nombre “Von der Deduction der reinen Begriffe”.
(5) Toward European Unity, publicado en la “Partisan Review” en julio y agosto de 1947. Ofrecemos traducción en Don Palafox, nuestra revista (Hacia la unidad europea, 19 de febrero de 2019). Los ingleses, declara Orwell, creen que por ser ingeniosos, bregadores, justos, progresan, mas ignoran las reales causas de su buenvivir. Dice: “Las europeas gentes, y sobre todo las británicas, durante largo tiempo han debido el bienvivir directa o indirectamente a la explotación de la gente de color. Tal deuda jamás ha sido explanada por la oficial propaganda socialista, y al obrero británico no se le dice que parangonado con los estándares mundiales él vive bien en demasía, y se tiene por sobre-explotado, por dominado esclavo. Las masas, por doquier, creen que “socialismo” significa salarios altos, nimias jornadas, casas mejoradas, seguridad social, etc., etc.”.

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