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Crónicas coprofágicas: el expediente “Rivadulla Duró”.

Por Sebastián Agulló , 3 abril, 2014

Pablo Rivadulla Duró. Nacido en 1988, Lérida (Lleida). Hijo de Ignacio Rivadulla, expresidente de la Unió Esportiva Lleida. “Comunista declarado”.

Disculpen, lectores: les hablo de Hasélel “rapero” que está siendo noticia por haber sido condenado a dos años de prisión. ¿El motivo o la causa?→ La letra de sus “canciones”. Y es que es tan injusto… uno ya no tiene derecho a la libertad de expresión en este país. ¡Qué vergüenza!

Las comillas y el texto en cursiva no son un capricho del que escribe, sino que pretenden, sin ningún ademán de trilero, parodiar e ironizar la situación sobre la que se ha generado polémica. Porque, claro, Don Pablo, o, como prefiere hacerse llamar, Pablo Hasél, un joven de 25 o 26 años que, por supuesto, siendo el hijo de un ex alto cargo en un club deportivo debe haber pasado una enorme miseria en su vida, un chaval que establece una equivalencia entre Comunismo, revolución armada, o, vayamos al grano, ergo, las letras de sus bodrios, hablan de tiros en la nuca, bombas bajo los coches, incluso se permite enaltecer a grupos terroristas como ETA, porque, es obvio: ETA siempre ha actuado por la libertad y los derechos de los ciudadanos.

Y, permitan que establezca un matiz tal y como yo lo entiendo -subjetivo, por supuesto-: existe un abismo entre hacer “rap”, música de protesta que nació en los suburbios de Norteamérica allá en los años ’70, un género que reflejaba la marginación del colectivo afroamericano pidiendo en voz alta y clara Justicia, en comparación con un mocoso consentido, cuyas letras distan del Comunismo como de Cuenca a Wellington, pues, ni siquiera los manifiestos anarquistas más severos (como «El bautismo del revolucionario», de Serguéi Necháyev), alcanzan tal cota de violencia gratuita.

De ahí, lo que el señorito considera animar a la revuelta armada, teniendo en cuenta que su música va dirigida, en su mayoría, a un segmento de la población que comprende el intervalo [15,25] años de edad, época de la vida caracterizada por muchas cosas salvo por los principios y los justos cabales, no tiene otra cosa que denominar libertad de expresión el tiro por la espalda o sublimar a la banda ETA, banda armada que a lo largo de décadas ha sembrado el terror, el miedo, la extorsión, el chantaje, los secuestros y las cientos de víctimas inocentes, pues, oiga usté, Pablito, matar a un simple edil de un tiro delante de sus hijas, atar a otro pobre edil a un árbol y fusilarlo sin escrúpulos, sin contar las decenas de guardias civiles que sólo cumplen con su trabajo y los daños colaterales, a saber, decenas de personas con familia y vida íntima que fueron hechos volar por los aires bajo el pretexto de una independencia que, como podemos ver hoy día, se puede sugerir en las cámaras correspondientes (aunque el PPSOE se muestre, por ahora, reacio), es una causa muy justa, una causa por la que merece la pena hacer canciones de mierda invitando a los más susceptibles -por edad- a entender mal, tal y como él entiende, un asunto que merece muchos enfoques salvo el de la frivolidad.

Pablito, lo tuyo no es libertad de expresión. Lo tuyo son vomitonas infantiloides, pataletas rabiosas de un crío consentido que no sabe qué coño es la vida (disculpen la palabra malsonante), alguien que en un suburbio marginal no duraría un día sin haber recibido una buena paliza por tener una cara de tonto monumental, y, en pocas palabras, alguien a quien le han faltado dos hostias para espabilar.

No voy a entrar en más polémicas como el derecho a la manifestación y la libre expresión en esta dictablanda segunda, no viene al caso. Sólo deseo hacer hincapié en que entre «libertad de expresión» y «apología de la estupidez» hay un trecho. Lamentablemente este suceso le dará más publicidad a un patético crío mimado, y, por implicación, hará sentir en sus fans, mocosos que apenas han aprendido a gatear, un sentimiento que no comprenden y que por falta de cultura les viene grande.

Una mancha en el expediente revolucionario.


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