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Confinados sin teléfono móvil

Por Carlos Almira , 13 abril, 2020

¿Cómo estaríamos ahora sin teléfono móvil, sin ordenador, sin televisión? Encerrados en casa sólo con libros, con algunos periódicos y revistas, y una radio. ¡La radio que salvó a tantos, siquiera espiritualmente, en las guerras del siglo XX! Ahora que se habla de guerra, quizás sea interesante reflexionar y comparar. Cuando el Imperio Romano se derrumbaba, el emperador-filósofo Marco Aurelio se encontró a sí mismo, en su torre, en su campamento junto al Danubio. Descubrió de pronto que había un espacio donde él aún podía ser libre, aun constreñido por las fuerzas del Universo, donde no era arrastrado por la Historia: su interior, su conciencia.

Las tecnologías anteriores al boom de las telecomunicaciones y la informática: la imprenta, el teléfono, la radio, eran compatibles con ese bosque interior del que hablaban los estoicos y los primeros cristianos. Los libros, los periódicos, la radio con su voz íntima, escuchada en medio de la noche, del mundo. Traían voces conjugables con la nuestra, mundos compatibles, si no contiguos, a nuestro vasto interior inexplorado. ¿Cómo sería nuestro encierro hoy sólo con ellos, sólo con nosotros?

Hace sólo un mes aún estábamos en las calles, en las cafeterías, en el trabajo, en los autobuses, encerrados en las pantallas de nuestros teléfonos móviles. Todo lo que nos rodeaba entonces y todos los que estaban ahí con nosotros, era sacrificado por nuestra atención, por el último mensaje de watshap, o la última foto subida a instagram. Cuántas parejas y familias y amigos parecían sentados en torno a la misma mesa, en la misma terraza pero en realidad, estaban infinitamente lejos unos de otros, merced al autismo de las nuevas tecnologías. Y cuando, de vacaciones en Madrid, en París, en el otro extremo del mundo, o en el pueblecito de sus padres, en el apartamento de la playa, lo nuevo como lo viejo y sus gentes desaparecía ante nuestra pantalla del móvil.

Ahora cuando lo encendamos, cuando conectemos el ordenador o la televisión, ¿de qué y de quiénes podremos prescindir? ¿A quiénes podremos borrar de un plumazo, de nuestra atención? Sin calles, sin autobuses, sin terrazas, sin oficinas, sin gentes que sacrificar a nuestro autismo tecnológico. Solos con las paredes de nuestro cuarto, de nuestra casa, con los muebles, la familia, los nuestros, aquello, aquellos sin los que no podríamos subsistir un instante.

¿Hay alguien ahí? Nunca estuvimos tan conectados. Nunca estuvimos tan solos. Pero ahora acaso, lo sabremos. Como el viejo Marco Aurelio. Si es así, el mundo ya no podrá volver a ser el mismo de antes. Si no, todo se arreglará con alguna visita al psicólogo. Con una terapia de baile. Un libro de autoayuda.

Mientras funciona, el coche es lo mismo para ti que para mí: una máquina que nos transporta de un lado a otro, según la manejamos. Sólo cuando deje de funcionar, cuando pierda toda su utilidad (lo común), será algo diferente para ti y para mí; entonces será más él, y tú más tú, y yo más yo, en relación con él. Su utilidad no ocultaba sólo lo que él era, sino lo que nosotros éramos.” (Carlos Almira, Los Objetos de Existencia).

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