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Como una Lieja, pero en Inglaterra

Por paco , 6 julio, 2014
Nibali entra victorioso en la meta de Sheffield. Foto: ASO

Nibali entra victorioso en la meta de Sheffield. Foto: ASO

Ir a ver una carrera ciclista in situ tiene su punto ingrato. Vas con bastante tiempo de antelación (para coger un buen sitio), pero los mejores lugares suelen estar ocupados. Te toca esperar al sol, sino bajo la lluvia, sin más entretenimiento que «el ambiente»  o  reírte de algún friki que se ha pasado con las cervezas (si siguen este deporte sabrán que estos personajes abundan). Con suerte, alguna caravana que ha aparcado cerca tendrá un monitor de televisión y te enterarás de cómo va la carrera antes de que ésta pase por delante de tus narices.

De repente, empiezan a pasar motos y más motos. Luego la gente empieza a gritar: señal de que se acercan los corredores. Si no estás en un repecho, pasan como un rayo.  Del pelotón reconocerás a 2 o 3 de los que te hace ilusión ver. El resto serán seres sin identificar, relucientes sobre sus brillantes máquinas, como modelos de un catálogo. Después, más motos, los coches (también impolutos) y ciclistas desperdigados, rojos como tomates por el sufrimiento, el auténtico ciclismo. Y se acabó.

Por ello no doy crédito cuando veo a tanta gente en las cunetas. La gran noticia del inicio de este Tour no son los ciclistas (que también), sino los aficionados. Mareas de personas, filas y filas en los pueblos, algo exagerado, insólito, también en mitad del campo, y en cualquier sitio. Hordas ante las pantallas gigantes y auténticos gentíos en los repechos. Cualquiera de los de hoy podía haber sido La Redoute. Parecía que se estaba corriendo la Lieja-Bastoña-Lieja y no una etapa de la primera semana del Tour.

Ganó Nibali en el Tour (¡por fin!) y se vistió el maillot de líder. Ya saben, aquello del premio doble. La etapa fue extraordinaria: la habitual fuga al que el pelotón no da oportunidad alguna, un contraataque con Voeckler apareciendo por primera vez, un movimiento de Rolland con Peraud que no funcionó y los líderes atacándose de tú a tú en el último repecho, que no era Saint Nicolás, pero hasta se le parecía. Atacó Contador, atacó Froome, y Van Garderen, Valverde y Van den Broeck les seguían en fila india. Una imagen que esperábamos en Hautacam, no hoy.

En la lucha por la etapa Sagan se quedó solo por los ataques de los líderes y, con un grupo de gente muy buena y ningún equipo capaz de controlar, sucedió lo que siempre sucede: gana el que ataca en el momento oportuno. Esta vez fue Nibali el que soltó el hachazo (Fuglsang le había preparado el terreno) y nadie le siguió. Valverde y Sagan estaban solos y los BMC no se aclaraban.

Con esta, Nibali ya ha ganado en las tres grandes y también ha vestido el maillot de líder en todas ellas. El ciclismo le debe una Lieja, pero hoy le ha premiado con una doble victoria. El amarillo, salvo imprevisto, le durará, por lo menos, hasta la temida etapa del pavés del miércoles.

Mañana, el Tour une las ciudades de Cambridge y Londres. Será una  jornada con un atractivo más allá de los pedales, porque el Tour es también eso, hacer turismo desde el sofá con el deporte como excusa.

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