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Carmín de cochinilla

Por David Acebes , 3 octubre, 2015

Leamos los ingredientes del sándwich de palitos de mar que me acabo de comer:

PALITOS DE MAR 32% [surimi (pescado), agua, aceite de girasol, cefalópodo (molusco), almidón y almidón modificado, sal albumina de huevo, proteína vegetal, aromas (contienen crustáceos), azúcar, colorantes naturales (carmín de cochinilla y estracto de pimentón)].

¿Carmín de cochinilla? ¿Cochinilla de carmín? ¡Uhm! ¡Qué sugerente! ¡Cuántas reminiscencias poéticas! ¿Cómo no imaginar el pintalabios rojo de la cerdita Peggy? ¿Cómo no imaginar una rancia musa de Bukowski pidiendo guerra en la barra de un bar? ¿Cómo no imaginar a la triste Suzanne Valadon posando desnuda para Toulouse Lautrec? Todo menos aceptar la terrible realidad de que me acabo de comer lo que viene a ser una repugnante cucaracha. Un dactilopius coccus en toda regla. ¿A qué suena a enfermedad y de las malas? Normal que produzca “reacciones alérgicas e incluso anafilaxia”…

Ahora en serio. ¿Qué sentido tiene colorear algo para que se parezca a algo que en realidad no es? ¿Es esta otra manifestación más de lo que llamamos postmodernidad? ¿Por qué hacemos pasar por cangrejo algo que realmente no es cangrejo? Máxime, me pregunto, cuando estamos utilizando un colorante natural para que algo artificial simule ser sucedáneo de cangrejo… En puridad, me recuerda al Arte moderno. ¿Por qué hacemos pasar por arte lo que realmente es sucedáneo de arte?

Para muestra un botón.

El pasado 30 de septiembre se inauguró en el CaixaForum de Madrid una exposición retrospectiva sobre la obra de Alvar Aalto (1898-1976), arquitecto finés del que se dice que humanizó la arquitectura mundial y el diseño. Según la ficha técnica, “sus edificios plasman una magistral interacción de volúmenes, formas y materiales orgánicos, y los objetos diseñados por él son reconocidos en la actualidad como hitos del desarrollo del mobiliario moderno”. Y tanto que son reconocidos en la actualidad. Fíjense bien. ¿Quién no tiene en casa uno de estos?

SILLA

A lo mejor son ustedes de los que todavía se avergüenzan cuando compran muebles baratos en IKEA. Si es así, sepan que no tienen de qué. La próxima vez que vayan de compras, no piensen que están comprando un bonito taburete funcional… Piensen que están comprando una auténtica obra de arte, digna del CaixaForum… Una auténtica muestra de arte inorgánico… para su cocina.


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