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Cantidad, calidad…¿Cuál es la cuestión?

Por Clara Cordero , 9 abril, 2014
 By Victor Erixon

By Victor Erixon

Comienzo este post con la certeza de que acabaré divagando, porque una cosa me lleva a la otra, porque no puedo parar de preguntarme el sentido de la vida.

Constantemente escucho la importancia de la calidad del tiempo que pasamos con nuestros hijos en detrimento de la cantidad.

Cuando madrugamos diariamente para acudir al trabajo, regresamos a tardías horas de la tarde-noche con la rauda intención de bañar, cenar y acostar a los niños para tener ese minúsculo ratito de paz y descanso al día, pero sin acostarnos demasiado tarde porque mañana vuelve a tocar madrugar.

Cuando nuestros hijos corren una suerte semejante. Madrugan para ir a la escuela, probablemente antes de que esta empiece porque nuestros trabajos no nos permiten hacerlo de otro modo, cuando se pasan allí prácticamente todo el día y además les apuntamos a extraescolares con la misma excusa laboral que al principio, cuando por fin llegan a casa no para descansar, jugar o estar ociosos junto a su familia, si no para terminar la interminable lista de deberes que les han puesto en la escuela, y cuando, por fin, salen liberados de este tormento es tan tarde que sólo les resta cenar y acostarse para volver a comenzar la vorágine, la rancia maldad que hay en sus vidas.

Realmente viéndolo así y encima avocándoles nosotros mismos como tutores y padres a la misma desgraciada vida es cuando escuchamos el término calidad en el tiempo que pasamos con ellos.

Algunos llaman calidad a disfrutar con sus hijos de una pequeña sesión de teatro o incluso de ir al campo, a la naturaleza a que corran y salten porque la ciudad parece que les tiene reprimidos. Pero, como siempre, estamos pensando sólo en nosotros, en no sentirnos culpables por el poco tiempo que les dedicamos y, que, quizá, si les prestáramos más atención veríamos que a ellos no les apetece nada ir al campo, o al teatro, ni saltar y correr (que ya lo hacen en la escuela), quizá simplemente les apetece tirarse en el sofá a ver una peli en familia. Quizá sólo necesiten la presencia de sus padres en la casa para encontrarse a gusto sin necesidad de hacer ningún plan. Es entonces cuando hablamos de tiempo.

La cuestión no es dividir calidad y cantidad. La cuestión es saber complementarlas. Para esto debe haber un cambio social definitivo y revolucionario. Desde luego debe estar claro que trabajamos para vivir y no al contrario. Esto es aplicable tanto a adultos como a niños en la escuela.

Tengo claro que no quiero que mis hijos se pasen el día trabajando hasta quedar exhaustos, retrasando aquellos proyectos que sí les apetece hacer porque no tienen tiempo y destinándolos al olvido. Para pasar así día tras día. Yo quiero que disfruten de la vida y de su trabajo y sepan compaginarlos cada uno en su lugar. Porque cuando el tiempo destinado al trabajo como actividad única de ganar dinero para sobrevivir lleva más tiempo que el de propio disfrute de la vida, sabemos que llega el estrés, la falta de valores, el detrimento educativo y muchísimas enfermedades actuales que podemos decir que estamos predestinados a sufrirlas antes o después.

Es el momento de relajarse ( que no vaguear), es el momento de priorizar y cambiar la vida tal y como la conocemos. Deja de lado lo que estés haciendo, por importante que te parezca, y cambia, arriesga.

Así, sin pensarlo.

Este es el primer paso para que tus hijos puedan llegar a ser felices.


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