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¿Avanza España?

Por Eduardo Zeind Palafox , 24 febrero, 2015

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Es el siglo que corre un tiempo curioso donde el necio, vulgar y malo, ufanándose de sus vicios, granjea victorias políticas y económicas. Las masas, los griegos lo advirtieron, conociendo lo bueno imitan al malo, remedan sus modos, sus gestos y discursos, e instauran sin saber que lo hacen una pedagogía de rufián que los niños, por carecer de aparato crítico para evaluar lo que hecho les llega, no pueden reprobar.

José Ortega y Gasset ha escrito que sólo quien conoce la “metahistoria”, esto es, las leyes que rigen las luchas generacionales, es capaz de hacer predicciones y de dar explicaciones sobre la vida pública a los sociólogos, que andan consternados por culpa del ufano estulto que líneas arriba hemos amablemente descripto.

El español del día contra todo restalla, mas muy poco puede razonar los hechos que lo impacientan. ¿Por qué? Porque ignora si es gente del pasado, promotora de los clásicos valores, tales como la honestidad y la perseverancia, o si pertenece al presente, donde la astucia y la trampa son pilares del respeto y la fama. Si elige preterirse, seguir siendo caballero, pierde, digámoslo ambiguamente, sensibilidad; si elige actualizarse, dejar de ser contemplativo para ser activo, pierde ingente cantidad de valores éticos. ¿Qué hacer?

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Nuestros clásicos, nuestros maestros de metafísica, nos ayudarán a enfocar la cuestión. ¿Qué inconvenientes ridículos tuvo que enfrentar Don Quijote antes de emprender sus aventuras? El más elocuente, pienso, fue el de la celada acartonada, que después de recibir dos simples golpes cayó destruida. Me parece que el español de la moderna Europa es inferior a Don Quijote, pues no posee un espíritu caballeresco, pero sí uno sanchesco, hablador, respondón, cobarde, quejumbroso.

Casi todos los españoles imprecan contra su patria, contra su gobierno, contra su economía, y cuando más lúcidos están recuerdan su arte, que ya no da tono a su existencia. Esgrimamos algunas palabras cervantinas y con ellas digamos que los españoles del siglo que corre pasan la noche de la fabril modernidad “de claro en claro”, desvelándose y añorando los campos y la libertad, y el día de la cotidiana realidad “de turbio en turbio”, escondiéndose para no ser vistos por los ojos de la ciencia. Imposible es vivir congruos cuando somos para el vecino modernos y para el extranjero castizos.

La compunción que el español siente cuando debe cambiar su mental traje de guerrero, típico y clásico, por el de marinero, vulgar y moderno, lo confunde y lo hace odiar tanto lo nuevo como lo viejo. Creyó Ortega, filósofo incapaz de imaginar groserísimas disyuntivas, que había sólo generaciones “cumulativas”, agradecidas con el pasado, y “polémicas”, impugnadoras perennes; no alcanzó a vislumbrar la mutación del sentimiento castizo, ahora mendicante y airado al mismo tiempo, que hoy asuela a España.

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¿Qué significa la palabra “castizo”? Nebrija, en su Vocabulario, nos dice que “buen linaje”, y el Tesoro de la lengua castellana, de Covarrubias, que “linaje noble”. El término “linaje” nos insinúa que el español piensa lineal, causalmente. El pensamiento lineal resulta infecundo cuando nos vemos obligados a abarcar simultaneidades y analogías, a pensar filosófica y poéticamente, única manera de comprender el variado mundo europeo.

“Castizo” no es un término científico, sino metafísico. Metafísica es lo que sostiene a la física; es, recordando a Don Quijote, el “honor” que justifica la celada.

Nunca los españoles habían vivido tan confundidos, tan “menos en claro consigo mismos”, citando a Ortega. Cuando defienden su españolidad, cuando acometen al hombre, digamos al norteamericano y a su industria, descubren que éste no es caballero, que es indigno y que es imprudencia pelear con él, y cuando van contra las cosas, partes de la gran maquinaria de la técnica, acaban tan molidos como el Quijote desafiador de molinos.

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¿Cuándo caerá España en la cuenta de que ya no son tiempos de lucha, de espadas, de sabiduría, sino de ciencia? ¿Acaso llegó la hora de que todos nos quitemos de la cabeza la vieja metafísica católica, que es celada defectuosa? Mucho español, para tener contra qué lidiar, se declara ateo. Pero sigo preguntando… ¿O será que debemos obedecer a nuestra espontaneidad y dedicarnos, como siempre lo hemos hecho, a la traducción del pasado europeo, al quehacer filológico?

Eduardo Zeind Palafox

http://donpalafox.blogspot.mx/


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