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Autostop en Israel

Por Esther Bendahan , 4 julio, 2014

Mientras en Europa se debate la regulación del trasporte colectivo, en Israel hacer autostop es un riesgo mortal. Un conductor y su acompañante, disfrazados salieron ese día en coche con la intención de matar. Y eligieron a tres adolescentes que volvían o iban a su centro de estudios. Hay muchas formas de crímenes, nuestro mundo no descansa en ofrecernos nuevos modos de violencia, desde el crimen individual cometido por padres de familia normales contra sus mujeres, psicópatas, a grupos que en nombre de religiones o causas políticas se ven legitimados convirtiendo al otro en enemigo y participan de una guerra propia que les permite cometer atrocidades. El asesinato de Eyal, Guilad y Naftalí ha conmocionado a una sociedad sometida a una tensión y agresión constante. Y a pesar de eso nadie se ha quedado indiferente, porque siempre hay un lugar para la esperanza, un hueco para el olvido y la ilusión. Pero si el ataque se produce así de sorpresa, si se considera por los otros un acontecimiento legítimo y se aplaude pareciera que se ha pasado la frontera y se está al otro lado donde lo humano no es el límite.

Cuando otro adolescente, este árabe, ha perdido la vida, tanto el gobierno israelí como la familia de los adolescentes israelíes reprobó el crimen (aun no se ha esclarecido). Pero no es un crimen aceptado ni aplaudido. Quienes defienden la cultura, la creación, en definitiva la vida, saben bien poner fronteras, diferenciar y discernir. Si el asesino comete un crimen, amparado, aplaudido, si sus iguales lo ampara, si no hay condena, todos ellos son responsables y culpables.

En el nombre de Eyal, Guilad y Naftalí, de Mohamed, por sus familias, Shalom, Salam, Paz. La vida, la vida de nuestros adolescentes, de los adolescentes de los otros es sagrada.


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