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ARMONÍA Y DESTRUCCIÓN

Por Alfonso Vila , 19 febrero, 2014

Casi no tengo escuchado al último Adrian Borland. Al Adrian Borland de después de Adrian Borland. Al Adrian Borland después de los Sound. En su momento le di la espalda, como tantos otros. Ya había tocado techo. No quería ver su inevitable caída. ¿Lo quería demasiado? Es duro ver caer a los que amas. A los que aprecias y admiras. Después de tantos buenos discos como cantante de The Sound, ¿qué le quedaba ya por hacer? Le di la espalda. No hay excusa.

 

Ahora, gracias a internet, intento descubrir qué me perdí. ¿Darle otra oportunidad? ¿A un muerto? ¿Una especie de justicia?

Lo malo y lo bueno de internet es que, además de los videos, la gente puede poner sus comentarios. Algunos me llegan al alma…

“After 30 years, i feel the same love and the same respect for your music, that i felt when i was 15. I miss you Adrian”. Todos los años en aburridas academias de ingles y todo el dinero gastado por mis padres al final han servido para algo. Sólo con poder entender y asentir a comentarios como éste ya me doy por satisfecho.

Podría poner muchos comentarios de este estilo. Por supuesto, a los lectores-oyentes que no conozcan a Adrian Borland estos comentarios no les dirán gran cosa. Yo era un adolescente cuando escuché por primera vez Jeopardy. Era un joven con novia y con un medio trabajo chungo, buscando un hueco en la sociedad, buscando una vida propia, cuando leí, desconcertado, abrumado, la noticia de su muerte. Y ahora ya he pasado la crisis de los cuarenta y, de paso, una o dos crisis más, y sigo disfrutando, emocionándome, bailando, cantando y quedándome deslumbrado con sus canciones. Los Sound son uno de mis grupos preferidos. Y hay muchos, hay muchísimos buenos grupos. Pero cada uno tiene su altar particular, y en el mío está Adrian Borland.

Por eso casi lloro al descubrir en youtube una versión acústica de Love will tears us apart. Por eso me estremezco al volver a escuchar Silent air. Un muerto homenajeando a otro muerto. Un suicida rindiendo culto a otro suicida. Un cantante reconociéndose en el espejo del dolor y la muerte. Del talento gastado con sudor. De las esperanzas quemadas. De la vida por los suelos. Y puede que las versiones que sube la gente (gratis, con devoción auténtica: me remito a los comentarios) puedan ser defectuosas. Puede que falle el sonido. Puede que la imagen no sea muy buena. O que Adrian no esté en su mejor momento. Pero da igual. Todos esos inconvenientes no hacen otra cosa que darle más interés a la grabación. Por un momento puedes cerrar los ojos y imaginarte que estás en mitad de ese concierto de La Edad de Oro de 1984. Oyes los gritos, los murmullos, los aplausos del público. Oyes la voz cansada de Adrian, después de ya una hora de concierto, y por unos segundos casi te puedes imaginar que estás allí, que formas parte de ese público. Sí. Es un sueño. Tú nunca estuviste allí. Eras un crío. Un crío que vivía en una ciudad lejana. Tú no podías estar allí. Tus padres nunca te habrían dejado. “¡Cuántas cosas me he perdido!”, piensas. Pero luego abres los ojos y miras atento el concierto, y lloras y ríes, y después lees los comentarios y casi sientes el impulso irresistible de escribir tu propio comentario, de dejar tu propia oración. ¿Es internet un gran mausoleo? Sí. Entre otras muchas cosas…

 

 

(Nota: «Armonía y Destrucción» es el título del primer disco que salió después de la muerte de Adrian Borland. No es un disco de recopilaciones, es un disco de estudio. Adrian Borland estaba grabándolo cuando murió. Como la grabación estaba muy avanzada, el disco se pudo acabar y se publicó en el 2002, tres años después de la muerte del cantante.)

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