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Adaptación e Innovación: los extremos opuestos, aunque no contrarios, de la creatividad.

Por Ramón Canle , 25 noviembre, 2014

A diario, los expertos se deshacen en elogios hacia personas o instituciones que resultan paradigmáticas en materia de innovación, las empresas demandan cada vez más perfiles innovadores, se habla de ello en todo tipo de foros como del Santo Grial, pero ¿puede una organización sobrevivir sólo gracias a la innovación? ¿Podemos considerar innovación como sinónimo de creatividad?

Hace unos días, estaba yo sentado a la mesa de la cafetería de un parque empresarial, – de cuyo nombre no sé si quiero pero no viene a cuento acordarme -, tomando un café y ojeando la prensa diaria, cuando reparé en la conversación que mantenían en la barra dos individuos de traje oscuro y corbata llamativa. Hablaban de eficiencia por aquí, de excelencia por allá, citando (casi se podría decir recitando) de memoria todas las variables (“muda”) del Kaizén. Que si este KPI, que si aquel coste, que si esa desviación…

A medida que iba perdiendo aún más el interés por el contenido del diario de turno lo iba ganando en averiguar dónde iba a desembocar el debate. Por lo visto, se trataba de diseñar un cuadro de mando (“dashboard”) para su empresa y estaban tratando de consensuar qué indicadores clave deberían contemplar. Destriparon los procesos, tanto técnicos como de gestión, de tal forma que se podía adivinar hasta de lejos lo puestos que estaban en el asunto. Bueno, pues aun así se dejaron atrás uno de los principales aspectos a tener en cuenta, conocido como ‘el octavo muda’: el gasto por mal uso de las competencias.

No los culpo. Estamos tan acostumbrados a manejar constantes, valores, índices y porcentajes que, a veces, cuando se nos explica el tema, nos resulta tan abstracto y tan subjetivo que no conseguimos  saber con certeza con qué cubierto se come eso.

Innovación

A veces no es necesario salir de la caja para encontrar la salida

Los que me conocéis sabéis que siempre que hablo de estas cosas pienso en las organizaciones como en algún tipo de animal que interactúa con el resto de los elementos que configuran el entorno en el que crece, se alimenta y se reproduce. Por eso entiendo que, como en la naturaleza, el instinto de supervivencia debe prevalecer sobre cualquier otro, llámese autoridad, competencia, posicionamiento, misión… Se trata de sobrevivir de forma óptima para que la especie se desarrolle con éxito, con el menor número de enemigos naturales y el menor consumo posible de recursos por input. Todo el mundo busca sobrevivir con el menor esfuerzo y para ello debe resolver los problemas que el hábitat presenta. Esta capacidad humana para idear regularmente soluciones a dichos problemas, en un ámbito determinado, se conoce como creatividad (Gardner, 1989) y se relaciona con procesos cognitivos como percepción, motivación, aprendizaje, memoria… que en cada individuo se combinarán de una forma determinada dando lugar a un estilo cognitivo propio.  Michael Kirton dice en su Teoría de la Adaptación-Innovación (1976) que estas estrategias resolutivas pueden tender hacia dos extremos opuestos: hacer las cosas mejor o hacerlas de forma diferente. Es decir, podemos ser más “adaptadores” o “innovadores” según seamos proclives a recurrir a paradigmas preconcebidos o, por el contrario, a transgredirlos. En cualquier caso, como sucede siempre con estas cosas, ninguno de nosotros somos al 100% una cosa o la otra, sino que nos movemos a lo largo de la escala en función de nuestro estilo cognitivo, de las experiencias previas y de los estímulos o restricciones del entorno.

Cuando hablamos de conducta lo común es que los procesos que tienen lugar a nivel individual cuenten con su reflejo en lo colectivo: hay organizaciones más innovadoras y otras más adaptativas, más continuistas o más transgresoras, más abiertas al cambio o más reacias a él. No obstante, dentro de ellas, a la hora de configurar equipos, – y especialmente si  éstos tienen como misión la mejora de procesos -, debemos procurar que ambos tipos de personas trabajen juntos. Los miembros deben comprender que la complementariedad de ambos enfoques fortalecerá y cohesionará al equipo y, sin duda alguna, mejorará los resultados de su trabajo.

El caso es que para poder compensar las tendencias creativas tenemos que saber identificarlas en los miembros de nuestra organización. Para ello, Kirton desarrolló un test (inventario o “KAI Inventory”) consistente en 32 preguntas o frases puntuables de 1 a 5, dónde un resultado por debajo de 90 indicaría una clara tendencia hacia soluciones adaptativas y un tanteo por encima de 110 significaría un acentuado sesgo hacia conductas más innovadoras. El inventario se organiza en base a tres subescalas: Eficiencia, Conformismo y Originalidad.

La Teoría de la Adaptación-Innovación de Kirton  (Kirton’s Adaptation – Innovation Theory o KAI) es también aplicable en las siguientes dinámicas:

  • Desarrollo personal
  • Entrenamiento de equipos en gestión de la diversidad
  • Entrenamiento de ejecutivos y mandos en relación con el liderazgo del cambio
  • Identificación de oportunidades
  • Desarrollo Organizacional
  • Consultoría y terapia relacionales

Bien, pues venía esto a colación de lo llamativo que me resulta la frecuencia con la que los especialistas en mejora dejan en segundo plano este tipo de cuestiones aunque se sumerjan hasta el cuello en el lodo de la reducción de horas/operario. La capacidad de los miembros de la organización para resolver los problemas es también un indicador clave de eficiencia y, por tanto, de excelencia, y no debemos dejarlo atrás cuando estamos implantando un sistema de mejora, llámese Kaizen o Acme. Una empresa que pretenda adaptarse y tener “éxito evolutivo” no sólo buscará la optimización de sus recursos inventariables, sino también evitar el desperdicio de las capacidades cognitivas de las personas que trabajan en ella.

La mejor forma de hacerlo es saber combinar sus estilos cognitivos para, – de esta forma, indiferentemente de cuál sea su nivel funcional -, no renunciar a ningún enfoque que pueda aportar soluciones y ventajas competitivas.  De otra forma estaremos tirando los duros y ahorrando las pesetas.


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