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Quiero vivir en un país…

Por Paloma Rodera , 21 enero, 2014
©Paloma·Rodera

©Paloma·Rodera

 Siempre he dicho que por ideología no abortaría, pero quiero vivir en un país donde la mujer decida sobre su cuerpo. No sé lo que haría sí mi único movimiento fuera ocular, pero quiero vivir en un país donde esté contemplada la eutanasia. No soy gay, pero quiero vivir en un país donde las personas puedan casarse, tengan la orientación sexual que sea.Y, quiero vivir en un país donde los valores y las conquistas que han hecho padres, madres, abuelos y abuelas no se queden en agua de borrajas. ¿De qué han servido las palizas de ‘los grises’ si ahora nosotros nos conformamos?

 Me gustaría que fuésemos capaces de crear estrategias para cambiar situaciones que están en nuestra mano,pero mientras tanto, por favor, quiero vivir en un país donde nunca se le niegue a nadie el derecho a expresar su rabia, el derecho al pataleo y a manifestar cualquier tipo de opinión en la vía pública. A hacer la ciudad donde viven suya, no a la rigidez de seguir una serie de leyes de comportamiento que cada vez tienen menos sentido.

 La individualidad que ha promulgado el capitalismo como estilo de vida nos hace débiles y dependientes del sistema de consumo, mientras que la unión hace la fuerza, la conciencia de que la sociedad es un engranaje, que sólo va hacia delante si están todas las piezas funcionando, y que unas no son sin las otras. La sociedad no es un ejército de tipos solos a la deriva. Ésta ha de ser un avance respecto a la «ley de la jungla», ese lugar seguro que conforman pequeños grupos, como son la familia, el círculo de amigos, etc.

 Defendamos todas y cada una de nuestras pequeñas diferencias, no trabajemos por la uniformidad, si no por los derechos y libertades que hacen que seamos únicos, que definen estilos de vida dispares, pero que son las particularidades que somos.

 Empezando el 2014, empezando propósitos de año nuevo y empezando proyectos, es el momento de plantearse la posibilidad de creer en las utopías, en los pequeños gestos que cambian, en la lucha por la defensa de los derechos y libertades de las ciudades, que no son más que las personas que las forman. En tener fe en la humanidad, y en cosas más pequeñas; en el vecino con el que coincides en el ascensor, en la señora mayor que se sienta a tu lado en el autobús. Dejar de hacerle el juego al sistema y a las políticas que están fuera de lugar. Creer en las iniciativas de la gente pequeña, que en lugares pequeños, no para de hacer grandes cosas.