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Zumba, los avatares que «sufres» cuando comienzas a practicarlo.

Por Eva María Torres de los Santos , 12 marzo, 2016

En enero me apunté a clases de zumba. Hace  tiempo que tenía el gusanillo del baile, quería quitarme los excesos de las Navidades sin matarme de hambre, también quería practicar algo de deporte, y una cosa llevó a la otra y cuando me vine a dar cuenta estaba bailando canciones de Nene Malo súper motivada, tal que así:

Pero antes de eso tuve que pasar por un drama digno de ser recordado: ataviarme para las clases de zumba.

Cuando te planteas hacer deporte en serio te das cuenta de que necesitas un buen calzado deportivo, que tampoco es plan de ponerse a dar saltos con las zapatillas de Lona que utilizas en verano, ni con las deportivas blancas posturonas que se han puesto tan de moda y se guarrean solo con mirarlas, no, necesitas unas zapatillas deportivas buenas. Es decir, de marca. Es decir, caras. Así que corres a la tienda de deportes más cercana y allí entre tanta zapatilla colorida te haces un lío. Al primer vistazo descubres que el precio de una zapatilla deportiva suele ser directamente proporcional a lo fluorescente que sean sus colores. Antes de que te dé tiempo a pensar en algo más se te acerca un vendedor o vendedora a hacerte preguntas existenciales del tipo: «¿Eres supinador o pronador?» Como si no fuera suficiente con saberte tu grupo sanguíneo, tu horóscopo y tu historial de alergias.

Al final sales de la tienda con un riñón menos, unas zapatillas cantosas y la nueva y enfermiza obsesión de observar tus pisadas.

Una vez estás en casa, te crees que ya lo tienes todo, pero no. En cuanto vas al armario y te pruebas uno de esos leggins que pensabas que te podían hacer el apaño, descubres que esos están bien para el día a día pero la liguilla que tienen en la cintura no sujeta nada, y no es plan de ir a las clases con algo así, no se te vayan a caer al primer salto, te excusas. Entonces vuelves a la tienda de deportes y ahí llega la segunda parte del drama.

Para empezar, unos leggins deportivos, que son como los leggins normales pero con la cinturilla más ancha y de una tela que te hace parecer aún más enmorcillada, cuestan más que un vaquero, segundo mazazo a tu cartera. Y eso no es lo peor. Ahora resulta que todos los leggins intentan desafiar a ley de la gravedad y son Push Up. Ay, si Newton levantara la cabeza… El caso es que ya no solo te tienes que preocupar por levantarte las tetas si no también el culo. ¡Acabáramos! Y,  ya que te pones a pensar en aspectos pechonales, recuerdas que necesitas cierta estabilidad en esa zona, así que buscas, también, un sujetador deportivo. Total, ya puestas… ¡A gastar se ha dicho!

Hace unos años estuve en una exposición de instrumentos de tortura utilizados por la Inquisición y puedo asegurar que ninguno de aquellos era tan retorcido y macabro como…

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