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Yo ubicuo, permeable, efímero, no pensante

Por Eduardo Zeind Palafox , 25 marzo, 2017

Por Eduardo Zeind Palafox
Investigador de mercados en BILD SMC 

Meditemos los efectos que nuestro «yo», merced a las redes sociales, padece. La proposición «yo pienso», decía Kant, representa algo que no puede ser conocido pero que porta todos los conceptos del conocimiento humano.

La «tópica de la psicología racional», es decir, del «yo» sin experiencias, puede ser resumida con las siguientes sencillas palabras: «yo», mi alma, es una sustancia, es simple, es unitaria y es relacional, lo cual significa, respectivamente, que es una existencia, algo eficiente, y además algo incorruptible, una persona y un espíritu.

Lo que existe es causa de efectos, es real, y más cuando no perece. Ese «yo» descrito, ideal, nótese, puede vivir en lo material o en lo ideal. Es ideal, es decir, humano.

Dicho «yo», por las redes sociales, según explica Edward Mendelson, profesor de la Universidad de Columbia, ya no puede representarse con las palabras «yo pienso», sino con las palabras «yo ubicuo, permeable y efímero». Ubicuo, es decir, en todos lados, esto es, en ningún lugar. Permeable, o mejor dicho, frágil. Efímero, o en mejor jerga, perecedero.

El «yo», luego, no existe, es fugacidad, ni es incorruptible, sino corrupto, ni es persona, sino objeto, ni es espíritu, sino mero bulto mudo. La psicología racional, exista o no, debe ser imaginada.

Kant, sabedor de que la imaginación es fuente de invenciones y de sueños, pregunta claramente: «¿Para qué necesitamos una psicología fundada meramente en principios racionales puros? No cabe la menor duda: con el propósito de asegurar nuestro yo pensante contra el peligro del materialismo».

En las doctrinas materialistas toda existencia es solamente substrato palpable, indigno, y no simple u original, sino imitativo, ni unitario, consciente, sino inconsciente, ni relacional o lingüístico, sino mudo. El hombre indigno, imitador, inconsciente y mudo anda siempre deslindado de la realidad, carente de propios motivos, débil ante la opinión de las masas y sin etnia.

El hombre irrealista, inmóvil, esclavo de las masas, amigo de referencias simbólicas y no de verdades, no piensa, sólo infiere a partir de falsos conceptos ubicuos, permeables y efímeros, es decir, enredados en los sofismas de la sociedad.–


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